Profuturo llega a 22 escuelas en un año

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«ProFuturo» significa «para el futuro».

En 2016  comenzó la Fundación ProFuturo, una entidad creada por Fundación Telefónica y Fundación La Caixa, centrada en la innovación educativa con tecnología en escuelas vulnerables de África, Asia e Hispanoamérica que cumple 9 años de vida a través de proyectos para mejorar la formación de docentes y el aprendizaje de niños y niñas.

Las cifras de 2024 configuran a ProFuturo, explica su presidente Juan Ramón Fuertes, como el proyecto educativo español, con tecnología, más grande y con mayor alcance: intervención en 3.609 escuelas y una llegada directa a 262.980 docentes y 941.785 niños y niñas en 30 países, 18 de África y Asia y 12 países de Hispanoamérica.

Según datos de ACNUR, de las más de 919.000 personas refugiadas sirias que hay en Líbano, casi 500.000 son niños y niñas en edad escolar. En el último año, ProFuturo llegó a 22 escuelas de esta región. La implantación del programa para reducir la brecha educativa en este contexto no es sencilla. Nada lo es. Más de una vez, los bombardeos han obligado a profesores y alumnos a quedarse en casa.

Rawaa es profesora, vive en Beqaa, en la zona oriental del Líbano. Antes trabajaba dando clases de inglés. Hoy es una de las coordinadoras del programa de ProFuturo.  Rawaa es quien se encarga de formar a los docentes en el uso de la tecnología para, más adelante, poder implantarla en el aula, gracias a los dispositivos proporcionados por ProFuturo que funcionan sin conectividad. «La situación que vivimos no es fácil, ni para nosotros, ni para los docentes, ni para los estudiantes. Creo que, como libaneses y sirios, estamos algo acostumbrados a los conflictos. Aunque cada día lo hacemos lo mejor que podemos, a veces es muy difícil», asegura.

Isack es también profesor y coordinador en Dar es-Salam, en Tanzania. Había, según afirma, hasta 80 estudiantes en una misma aula. El programa aterrizó en el país en 2016, el mismo año en el que Profuturo comenzó su andadura. En 2024 llegó a casi un centenar de escuelas. «Recuerdo casos de estudiantes que no sabían escribir ni deletrear sus nombres, pese a que asistían a la escuela. Cada vez que les dabas una tableta, o lo escribían mal, o les costaba usarla. Después de uno o dos años con el programa, esto cambió por completo», asegura. Otro de sus cometidos es el de involucrar a la comunidad local, especialmente a los padres de los alumnos. «Nos reunimos con ellos en la escuela para que puedan ver en qué consiste el programa. Algunos nos contactan directamente para preguntarnos. Incluso han creado un fondo para comprar nuevas tablets», añade con entusiasmo. «Son los propios estudiantes quienes explican a sus familias lo que aprenden. Creemos que, si los padres ven a sus hijos involucrados, también ellos se motivan».

Cuando introdujimos ProFuturo en diferentes campamentos, en diferentes contextos, más estudiantes comenzaron a asistir a clase. Los padres comenzaron a entender que sus hijos estaban aprendiendo algo. Así que, en este contexto, podemos decir que la tecnología trajo a más niños a las escuelas».

Por eso, su último mensaje es para los padres de estos niños, a quienes pide «intentar abrir más horizontes para ellos y animarlos a ver el mundo de manera diferente, no solo como una lucha diaria por sobrevivir.