Justicia, vanidad y barbarie
Hay noticias en los medios de comunicación de este abril 25 que alegran el espíritu y otras que secan el alma. Como canta Jorge Cafrune en sus coplas del Payador Perseguido, “la vanidad es yuyo malo que envenena toda huerta. Es preciso estar alerta manejando el azadón, pero no falta el varón que lo planta hasta en su puerta”. La vanidad por hacer el bien es pura tontería, la vanidad por hacer daño es grave sadismo.
Primero las nuevas positivas. La discapacidad sobrevenida dejará de ser una causa automática de despido. Esta norma supone un avance en materia de justicia. Además, ha generado un gran consenso, ya que ha salido adelante en el parlamento español con el apoyo de casi todas las fuerzas políticas. Y dos, la película ‘Sorda’ ha arrasado en el Festival de Málaga. Ha cosechado cuatro premios. Un logro que el equipo define como un triunfo de “la diversidad y la discapacidad”. Y es que obras como esta nos acercan a una sociedad más justa. Sólo hace falta que el público premie con su asistencia.
Pero ojo que van a llorar. Hace tres días, en un instituto de la ciudad de Santander, cuatro adolescentes acosan, pegan y se ríen de su compañero con parálisis cerebral y graban el escarnio. Y le envían al joven agredido su paliza y distribuyen en redes el video infame. Así la madre del chico pudo conocer la brutalidad del acoso. Le golpearon con sus manos, con las sillas del aula y lo grabaron todo mientras el joven trataba de escapar de esos indeseables en su silla de ruedas.
Los cuatro culpables han sido expulsados ¡cinco días! del centro escolar. Este ha sido todo el castigo impartido por el instituto. Aunque la familia y varios estudiantes piden la expulsión definitiva, “para que la víctima no tenga que convivir con sus agresores”.
¿En verdad estamos haciendo pedagogía escolar de lo que significa convivencia? ¿Quién es víctima? El que recibe el acoso sin duda lo es. Y muchos alumnos afirman hoy ser acosados. Pero, que se oiga alto y claro en todas las escuelas, quienes humillan y pegan y maltratan y se graban, son también víctimas. Porque están siendo convertidos en sádicos, enfermos mentales que gozan haciendo daño. Los agresores son multitud, todos los que aplauden la ignominia cobarde del linchamiento, todos los que convierten los juegos y las películas y las series en escuelas de sadismo. Todos los que visionan la violencia en su móvil sin temblar. Todos los que miran al acosador sin denunciar.
Leticia Escardó