LA exposición al día siguiente la iban a cerrar, pero llegamos a verla en la Fundación Pons. Bajo el título “Caminar el paisaje”, María Rubio Cerro presentaba más de setenta cuadros enlazados por un hilo conductor que la pintora iba explicando.
“La pintura de María Rubio es honesta y verídica: carece de estridencias, afectaciones y concesiones a las modas. Nos ofrece con sobriedad y buen gusto, con mirada certera y sentimiento ajustado, las formas y los colores del paisaje castellano…no es en fin, una pequeña contribución a nuestra experiencia imaginativa y paisajística”, firma Nicolás Ortega Cantero, catedrático de Geografía Humana de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro fundador del Instituto del Paisaje de la Fundación Duques de Soria, en una tarjeta de la exposición.
Mientras recorremos la exposición la pintora nos explica el itinerario: “Me encanta la naturaleza. Siempre que salgo al campo me llevo mis cuadernos y si también las acuarelas, tomo notas. Los cuadernos, son como un “diario artístico” en el que trabajo día a día. Están archivados en su estudio por años. En ellos realiza el trabajo de investigación, es la idea esbozada, captada al instante. En los cuadernos escribo y dibujo.
Luego en el estudio pinto en acrílico.
Antes de despedirme en la Fundación Pons, le dije que me gustaría hacerle una entrevista en su estudio. Quedamos. Sentadas en su estudio me cuenta que ha ido a Stampa esa mañana. Y que ya no es un espectáculo a ver quién asombra más, eso ya ha pasado, ahora es otra cosa.
¿Cómo te defines?
Soy artista. Y soy pintora, dibujo. Desde que era niña siempre quise ser pintora. Pero ahora toda mi actividad es artística, desde recoger hojas, o piedras, o piñas para hacer composiciones a cantar gregoriano. Lo que hago es efímero. ( Alto en la conversación, le pregunto ¿has leído “Asumir lo efímero de la existencia” de Viktor Frankl?, donde el psiquiatra explica de cómo el ser humano llega al punto de poder decirle “Si” a la vida a pesar del carácter efímero de esta: de como logra darle a la vida una respuesta afirmativa, a pesar de su propia condición mortal) Seguimos hablando de pintura.
¿Cómo empezaste?
Bueno empecé otra carrera y trabajé como ayudante de laboratorio, pero siempre desde niña he querido ser pintora. He sido también profesora de dibujo en el colegio Estudio casi veinte años. Al principio daba “trabajos manuales”. Bueno te cuento como empecé. Yo necesitaba hacer prácticas al acabar la carrera de Bellas Artes y durante esos años había conocido a varios compañeros que habían sido alumnos de Estudio y que me gustaban por la creatividad que tenían. Así que fui al colegio Estudio y dije que quería ver a la directora. Salió Elena Flores y le expliqué lo que necesitaba, dar clase dos meses. Me puso muchas pegas, pero algo vio en mí que al final me dijo, en prueba, si encajas seguimos. Era junio y entré a dar clase en los campamentos de verano. Eran los tiempos cuando Elvira Ontañón daba charlas a los nuevos profesores. Yo estaba perdida. Mabel Pérez de Ayala fue mi asesora. Al final de esos veinte años estaba bloqueada por las altas expectativas que todos tenían sobre mi como coordinadora de arte y por la enfermedad de mi padre. Tuve que pedir una excedencia. La pandemia me pilló cuidando a mis padres. Fueron años muy duros.
¿Qué te ha enseñado el sufrimiento?
A aceptar el dolor. A veces sufrimos innecesariamente. Cuando le dio el ictus a mi madre estábamos aún con mascarillas. En un momento dado ya no podía pintar. Estaba en el hospital cuidando a mi madre, y alguien me preguntó por la pintura. No puedo pintar, contesté.
Y por qué no ¿no te parece bonito estar cuidando a tu madre?
Me cambió aquella respuesta mi perspectiva y empecé a pintar las manos de mi madre. Desde ese momento me llevaba el cuaderno de artista al hospital y a lápiz iba registrando todos los rincones del hospital. Hasta en lo más duro, hay belleza. Acéptalo. Y eso me hizo sufrir menos.
Ahora pienso que el sufrimiento por la muerte de mis padres fue un regalo para mí. Poderles cuidar hasta el final. Poder hablarles con el corazón. Amar es un aprendizaje muy largo.
¿Cuándo trabajas en este taller?
Cuando no estoy andando por la naturaleza, o viajando, estoy aquí. En este taller desarrollo mi visión artística. Todo lo que he visto y lo que he escuchado y lo que siento, el frio y el calor, procuro transformarlo en una visión artística. Además de pintar los cuadros y las acuarelas, además de los cuadernos…aquí doy también clase.
¿Necesitas salir a la naturaleza para encontrar inspiración?
La naturaleza me coloca en el presente. Es una belleza constante y cambiante. Veo una peonía moverse al aire y siento una necesidad de plasmar ese movimiento. Antes salía al campo con los perros, ahora ya no tengo perros, sólo gatos, pero sí la naturaleza me atrae y me inspira. Veo el arte como una terapia sanadora.
Leticia Escardó