Rafael Salmerón nació en Madrid en 1972. Estudio Ilustración y Diseño en la Escuela de Artes Nº10 y en el Instituto Europeo di Design y Ciencias de la Educación (Grado en Educación Primaria) en la facultad de La Salle.
Comenzó su andadura en el mundo de la literatura infantil y juvenil como ilustrador, allá por el año 1994; pero, desde el año 2001, dedica la mayor parte de su tiempo a escribir sus propias historias. Historias emocionantes, duras, divertidas, tristes, alegres. Historias de aventura, de amor, de guerra, de conflicto, de amistad, de denuncia y, sobre todo, de esperanza. Su último libro publicado es De cómo el señor Peabody llegó a ser rey de Inglaterra (Ed. ANAYA, 2023)
Su novela anterior La rama seca del cerezo (Ed. Anaya, 2021) Ha obtenido: el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2022. El Premio Fundación Cuatrogatos 2022. Y el XVIII Premio Anaya de Literatura Infantil y Juvenil, 2021.
¿Qué es para ti la literatura infantil?
Yo entiendo la literatura como un medio. Es una forma de aprender, la literatura nos enseña para poder comprender la vida y entendernos mejor.
¿Qué beneficios te ha proporcionado la literatura?
Además de los premios oficiales, los premios vitales. Hace unos días fui a un colegio, me dijeron “una niña te quiere conocer”. Me la presentaron y me contó su historia. Ella pintaba, tuvo un ictus y el brazo se le bloqueo. Dejo de pintar. Luego leyó mi cuento…y volvió a pintar. Esto te hace sentir que pones tu granito no de arena, de cuento, y como si de una una semilla se tratara, crece. Crece. No puedes pretender cambiar el mundo, pero si pones tu granito de arena, el trabajo está hecho.
¿Cómo se te ocurrió el tema?
Yo no escribo sobre temas, yo tengo una visión, me puede surgir viendo un documental, y de esa visión me surgen personajes, protagonistas. Cuando los vas formando, cobran vida, entonces les preguntas y la trama va surgiendo sobre esa vida de los personajes, de los protagonistas. Estás viendo las consecuencias a largo plazo de “la culpa”, “del no aceptarse”. Entonces escribes. Esto es, lo más importante son los personajes para ir creando vida. Conectamos a través de los personajes. Y pienso que es preciso desmostar el drama también desde la broma, desde el ridículo. Así cuando se ríen los demás, al lector le dolerá menos.
¿Crees que tus cuentos ayudan a los niños a cambiar?
Yo creo que sólo te cambias tú mismo. Yo voy cambiando bastante, conforme pasan los años. Hay cosas de las que estás convencido, que no cambian, por ejemplo los valores que merecen la pena, los personajes éticos. Pero creo que se aprende de la vida, al vivir, al crecer.
¿Cómo empezó tu vocación?
Yo dibujaba desde niño porque me gustaba contar historias. Pero escribo desde los ocho años, poesías, reflexiones. También hacía una especie de diario ficticio. Tengo muchos temas almacenados.
¿Cuándo se te ocurrió escribir sobre Japón?
Al suceder la tragedia de Fukushima, el accidente nuclear provocado por el terremoto de magnitud 9 y el tsunami de Tohoku el 11 de marzo de 2011, pensé en las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Pensé en Japón. Yo creo que a través de la empatía puedes llegar a entender, puedes conectar con otros, pensé que era un gran tema para niños y adolescentes, tratar de comprender el sufrimiento humano en una situación límite, acercarlo al lector, que sea el otro quien te cuenta lo que ha sufrido. Para eso sirve la literatura. Para entender la vida y a nosotros mismos. Empiezas en gris y vas añadiendo color. Yo no tengo temas, los temas aparecen si aparecen.
La rama seca del cerezo es un cuento ambientado en Japón. Empieza en Hiroshima, en el año 1945, Ichiro y Masuji, dos amigos, juegan en las calles de la ciudad momentos antes de caer la bomba atómica.
Prosigue en la Hiroshima actual, Sakura, una adolescente con una deformidad en la mano, sobrevive a las burlas de sus compañeros de clase y a la incomunicación familiar, piensa que su madre no la quiere y a su padre, absorbido por el trabajo, apenas lo ve. Aiko, una amiga virtual, vive en otra ciudad y no es fácil que lleguen a conocerse. Su verdadero deseo es convertirse en dibujante de manga, aunque sabe que eso nunca sucederá. Pero la vida de Sakura da un giro cuando se cruza con el pequeño Tetsuo y con un anciano superviviente del bombardeo de Hiroshima que guarda un gran secreto. Una emotiva historia de amistad y superación.
¿Y cómo surge el personaje de la chica, y los otros dos protagonistas?
Yo vi el daño, las consecuencias a largo plazo, la huella de la catástrofe. En el caso de la chica fue el caso de no aceptarse, ella no se entiende y acepta que se metan con ella. La historia es su proceso de cambio, es la historia de los personajes. Al pensar en los supervivientes de Hiroshima pensé que tenía que haber un anciano, además me gustan mucho las relaciones intergeneracionales. Y en el caso del niño, es el pegamento entre los dos.
¿Crees que la emoción es creativa?
La literatura en el aula es un abrelatas emocional. Yo con 40 años empecé magisterio. Tengo predisposición al entendimiento de los niños. Un día en clase les pedí que escribieran sobre “la pérdida”. Y les hablé del concepto. Se te puede perder un lápiz, una goma, un cuaderno…un amigo..un padre. Y me entregaron sus redacciones. Nada de interés emocional humano. A todos se les había perdido un lápiz, un sacapuntas… A la semana siguiente les llevé un cuento sobre “LA PÉRDIDA”. Y a continuación les pedí que escribieran. No me los entreguéis, les dije, quiero que cada cual lea en clase lo que ha escrito…Imposible. Todos los niños se echaban a llorar al leer su propia redacción. Eran historias de pérdidas humanas. De dolor. Habían entendido muy bien el concepto, gracias una vez más, a la literatura. Los libros son terapéuticos, desde luego. El arte, como terapia, es fundamental. Para algunos puede ser dibujando, otros con la música…
¿Cómo se llega mejor a los niños, con cómics o con libros?
A cada niño le puedes llegar de una manera, unos necesitan más inmediatez, otros más reflexión. Mis hijos son muy críticos con las novelas. Mi hijo es un lector voraz, aún más que mi hija. Yo confío mucho en ellos como lectores. Me gusta escuchar las opiniones de los que leen, tengo mucho contacto con estudiantes desde hace tiempo. Me gusta ir a encuentros en colegios para escuchar lo que opinan los jóvenes, ver qué les aportan los libros. Intento que mis libros den libertad absoluta sin guía. Por ejemplo, en mi último libro, los protagonistas no son niños, pero creo que lo pueden entender perfectamente.
¿Cuáles son tus planes de futuro?
Planes de futuro… pues hacer más bolos con Anaya y otras editoriales por toda la geografía española casi en el futuro inmediato, la próxima semana. Ya en junio tengo que ir a Nueva York a un simposio sobre literatura que tendrá lugar en el Instituto Cervantes. También estoy con un proyecto grupal de reinterpretación de mitos contextualizados en mundo actual, y unas memorias de infancia convertidas en historia de fantasía. Y a más largo plazo…seguir escribiendo.