La voz y los ojos de las personas sordociegas
Estos profesionales se presentan como un puente comunicativo fundamental de estas personas con discapacidad con el resto de la sociedad
La labor de las guías-intérpretes se ha hecho más relevante con el estado de alarma y el servicio se ha reforzado. «Hay gente que vive sola y han tenido que hacerles la compra o acudir a su casa para que tuvieran contacto social e información de lo que estaba pasando».
Toda persona sordociega se comunica a través de signos;
«Se adaptan a ti, muchas veces saben cómo te puedes sentir sin que les digas nada. Intuyen lo que quieres cuando haces un simple gesto o se dan cuenta de que te molesta la luz… y, lo más importante, siempre están pendientes de nuestras necesidades». Quien habla es una persona que nació sorda y empezó a desarrollar una enfermedad degenerativa en la vista con cinco años. Se refiere a las guías-intérpretes, principal vía de comunicación de las personas sordociegas con su entorno, que a través de la lengua de signos apoyada, el dactilológico en palma u otros sistemas comunicativos consiguen atender sus necesidades.
Como prefiere que la llamen, es una de las más de cien personas que al año atiende ASOCIDE Comunidad de Madrid, perteneciente a la Federación de Asociaciones de Personas Sordociegas de España y uno de los proyectos seleccionados en la primera convocatoria del Programa de Ayudas a Iniciativas Sociales 2020 de la Fundación la Caixa. Su objetivo es que el colectivo recupere autonomía favoreciendo su inclusión con ayuda de profesionales como Cristina Fernández, que traduce nuestras preguntas y sus respuestas.
Para el día a día la necesidad de contar con este servicio tiene que ver con los desplazamientos para realizar gestiones o ir al médico. «Pasamos mucho tiempo en casa y el intérprete nos da esa libertad de hacer este tipo de cosas», explica. Por eso también destaca la labor psicosocial de estos profesionales. «Necesitamos otro tipo de actividades y poder comunicarnos para que nuestra mente no se apague. Si no, te acabas metiendo en tu propio mundo y eso es muy doloroso. Lo hemos visto en compañeros, que no tienen esos apoyos, y se meten en una burbuja de la que es muy difícil salir».
Califica estos meses de la pandemia como «una situación muy dura» porque «no todos tienen familiares cerca que les puedan ayudar». Eso se ha traducido en que «no había horarios» por las dificultades de algunas personas para usar las nuevas tecnologías que complicaban el teletrabajo. «Las medidas se anunciaban los domingos, así que nos teníamos que preparar para que el lunes ellos supieran si había cambiado algo y tuvieran toda la información», remarca.
Con su bastón rojo y blanco identificativo, se sigue enfrentando casi a diario al desconocimiento social de su discapacidad. «El bastón es importante para que la gente se de cuenta de que la manera de comunicarse con nosotros debe ser distinta. Muchas veces lo ven y se acercan con la intención de ayudarnos y luego se piensan que no les contestamos porque somos muy bordes». Ese es el otro gran objetivo de FASOCIDE, la sensibilización centrada tanto en personas ajenas a esta realidad como entre los propios afectados, familiares y profesionales de diversos ámbitos.