Editorial

Más realidad y menos virtualidad

 

 

¿Vemos caer las hojas de los árboles en otoño? ¿Quién mira el parque? ¿Quién descubre la belleza escondida en el charco? ¿Quién recoge las castañas pilongas? ¿Quién habla de lo que está viendo ahora mismo con los que está sentados a su misma mesa en este preciso instante?

En la Fundación Belén, durante los últimos cinco años, una de los problemas más recurrentes entre las familias que nos han solicitado consejo, ha sido la falta de comunicación familiar: ”es que no me contesta, no me ve, está mirando el móvil, absorto”.

Ante esa carencia hemos diseñado un proyecto que acabamos de terminar. Un proyecto Erasmus+ titulado “Todos a la Mesa” con el objetivo de mejorar la comunicación familiar a través de cocinar y cenar juntos. Un proyecto con socios de Reino Unido, Rumania y Lituania. Todos ellos con idéntico problema: la falta de comunicación familiar. ¿A qué se debe?

Aunque no está enmarcada dentro del listado de enfermedades psiquiátricas, la adicción a las pantallas es cada día mayor, tanto en adultos como en niños.  Pero más aún en adolescentes. En el último año la página “Adicción a la tecnología”  https://fundacionbelen.org/hijos/adiccion-tecnologia/  ha sido la más visitada.

Según los datos que publica Javier Urra en su reciente libro «Déjame en paz… y dame la paga» el 80% de los adolescentes ve la televisión 3 horas diarias de media. El 92% tiene un perfil propio en redes sociales. Un 90% dispone de entre 2 y 5 pantallas personales. Y un 72% mira el móvil constantemente.

Todos estos aparatos se los ha regalado la familia; los pagan -y muy caramente- los padres; pero los utilizan niños y adolescentes con exceso. Y los padres se duelen, se quejan, pero no ponen límites.  Y es preciso poner límites al uso de las pantallas desde muy pequeños. En concreto, las Academias de Medicina de Europa han recomendado que los menores de 6 años no vean las pantallas más de 1 hora diaria.

Pero los padres tenemos el deber no sólo de limitar el uso de pantallas en nuestros niños y adolescentes, sino de incentivar el descubrimiento de la realidad circundante, la capacidad de asombro y de admiración. El deseo de volver a ver. La ilusión de esperar el fin de semana.

Afirma Julián Marías: “Lo irreal, lo imaginado y deseado, resulta inesperadamente el factor capital de la realidad humana, y por tanto de la Historia”. El factor capital de la realidad humana, no de la virtual.

De esto trata este número de Otoño 2020 de La Terapia del Arte

 

Leticia Escardó

Directora