Una perspectiva del jardín de la Casa Museo Sorolla
Continúa teniendo la Casa Museo Sorolla en Madrid la paz y tranquilidad que tuvo en tiempos de la familia Sorolla Castillo. Aunque es evidente que ya no el Madrid de principios del siglo XX cuando se instalan Sorolla y Clotilde con sus dos hijas y su hijo en la misma, sin embargo sigue siendo un oasis en la capital.
Aquel Madrid estaba desarrollándose en el plano urbanístico con la creación de barrios entre otros que iban desde Argüelles hasta La Castellana, y uno de los enclaves de nueva creación fue la calle General Martínez Campos en la que está la Casa Museo. Incluso hay imágenes de la época en las que se puede ver a un rebaño pastar en el solar adyacente al nuevo hogar de los Sorolla.
La armonía y el equilibrio que desarrolló el matrimonio Sorolla y Clotilde para ellos y para su familia, fruto del respeto, del amor y la complicidad que desarrollaron entre ambos, queda reflejada en su hogar. Clotilde, hasta que el hijo de ellos Joaquín tomó las riendas de la gestión de la ya célebre carrera artística del padre, fue la gestora de su marido. Ella se encargó de concertar y cerrar contratos, exposiciones, viajes, etc. Fue una pareja adelantada a su tiempo, en el que el trato fue de igual a igual, cada uno desarrollando las razones de vida que hubo elegido para sí mismo, y para la convivencia matrimonial y familiar.
Y ello queda reflejado en el espíritu de la Casa Museo, que en gran medida ha conservado y potenciado el equipo que en nuestra época se encarga del mantenimiento, desarrollo y gestión del día a día del Museo Sorolla. En una macro urbe como Madrid, que al igual que en otras ciudades híper pobladas y con excesivo tráfico de vehículos hay contaminación acústica, lugares como éste reconcilian con lo mejor de la persona y de la convivencia. Otro lugar de Madrid que tiene esos rasgos de paz y tranquilidad, aislado de ruidos nocivos, es la Residencia de Estudiantes de la Institución Libre de Enseñanza, en la intersección de las calles Serrano y Pinar. El espíritu de los Giner de los Ríos y Compañía y el de los Sorolla Castillo concuerdan.
Los muros anchos, los techos altos, las ventanas grandes para la entrada de la luz solar, los jardines siguiendo los modelos andaluces y árabes, ayudan a dotar de esa paz y tranquilidad tan necesarias para la vida cotidiana entonces, hoy y siempre.
Manuel Carmona Rodríguez