Cómo encajan los estudiantes las notas

El curso pasado, que concluyó a finales de julio, me ofreció como a otros docentes la posibilidad de ver de nuevo cómo responden los jóvenes a la evaluación que se hace de su año académico. Con sinceridad, no soy profesor que disfrute con suspender a nadie. Lo hago con aquella persona que la realidad de los hechos muestra que su trabajo a lo largo del curso ha sido insuficiente o no ha alcanzado la calidad requerida. No hay más. Evalúo teniendo presente las circunstancias de cada alumno, su evolución a lo largo del curso y el conjunto de la clase.

Por el contrario, disfruto cuando veo a alguien avanzar, aprender, trabajar y participar la mayoría de los días en el aula. Me llevo una alegría cuando esa persona me presenta un artículo o un notable trabajo de campo, y la lectura del mismo la saboreo y aprendo con ella. Es muy grato contemplar el proceso de maduración de cada ser humano, ver cómo partió de un punto y cómo ha ido creciendo a lo largo de todo el periodo, sintiendo una sensación de felicidad cuando compruebo que ese joven ha evolucionado de forma destacable. Y se lo transmito a nivel personal, es una manera de reconocer ese esfuerzo continuado y de contribuir de forma modesta a su autoestima.

Como bien sabemos tan nocivo es machacarle a alguien su psique, como sólo decirle piropos sin pararse a comentarle con mano izquierda los detalles que puede mejorar. En la consecución y en el mantenimiento del equilibrio emocional está la virtud de lograr que un ser humano adolescente o adulto, y por supuesto también los menores, alcance una autoestima sana a lo largo de su vida. Esto los clásicos de la Psicología y de la Psiquiatría, como Frankl, Jung o Cyrulnik, entre otros, nos lo han mostrado.

Resulta muy agradable cuando la mayoría de un grupo va el día de la revisión a ver cómo el docente le ha evaluado, sabiendo la nota, pero con el propósito de ver las correcciones y comentarios que éste le ha hecho a su trabajo. Vemos en su actitud y comportamiento una muestra real de interés y de ganas de seguir aprendiendo. También muestra el grado de cohesión que tiene una clase. Esto como todo en la vida difiere de unos grupos a otros.

¿Qué resulta cuando un estudiante no ha aprobado?

El grado de encaje de esa noticia también varía y muestra el grado de madurez que ha alcanzado hasta ese momento de su vida. Cuando acepta con buen talante, con respeto y cortesía que ha cometido errores; ya está creciendo, ya está más cerca del aprendizaje que requiere y, por tanto, del futuro aprobado o incluso de una nota mejor. Siguiendo a Ortega, que hace un siglo nos aviso de que él sólo creía en los pensamientos del náufrago, porque cuando éste se da cuenta de que está perdido, comienza a nadar, y ahí empieza su salvación; podemos afirmar que cuando el alumno acepta lo que es evidente que tiene que mejorar, ya está visualizando el camino que tiene que recorrer. Y alcanzará más adelante su objetivo.

Cuando en cambio va con el propósito de rapiñar donde no hay más nota en ese momento, o lo que es peor, no hay un reconocimiento de sus lagunas y de lo que le falta por aprender no sólo para esa materia académica, sino para algo más importante que es el conjunto de la vida que tiene por delante, esa persona no avanza, sigue sumida en su inmadurez, en ser alguien mimado. Sólo quiere derechos, no admite sus responsabilidades. Dicho esto, pasado el enfado y el coraje inicial por lo que hizo mal y dejó de hacer bien durante el curso, para su crecimiento en el conjunto de su vida lo elegante es que asuma sus obligaciones y rectifique. Seguro que para este profesor y para muchos otros compañeros será una satisfacción verlo hacer.

Celebremos las alegrías que nos llevamos con los estudiantes comprometidos, y desde la distancia necesaria dejemos tiempo y espacio para aquellos que requieren su propio camino de maduración.

 

Manuel Carmona Rodríguez