Frugalistas

Vida austera para jubilarse joven

 

Mientras los gobiernos europeos buscan la manera de decir a sus ciudadanos que tendrán que seguir trabajando hasta los 70 o incluso los 75 años, una tribu alternativa que prolifera en Alemania asegura que es posible dejar de trabajar a los 40 y dedicarse, sencillamente, a vivir después de esa edad. Se denominan a sí mismos «frugalistas» y aseguran que no es necesario ser un as de las finanzas para lograrlo, aunque sí admiten que requiere un drástico cambio en los estándares de vida.

El movimiento frugalista nació en Estados Unidos, con el acrónimo inglés «FIRE» (Financial Independence, Retire Early -Independencia Financiera Jubilación Anticipada-), difundido gracias a blogueros influyentes en el mundillo de las finanzas. En Alemania, sin embargo, echa raíz en la clase media, quizá debido a que la virtud del ahorro y la inversión ha sido inculcada en este país, generación tras generación, hasta convertirse en una suerte de justificación existencial.

«En muchos países tomar dinero prestado e invertirlo se considera un acto importante para el desarrollo económico del país, pero en Alemania hay una relación con el dinero totalmente diferente», explica el historiador Robert Muschalla. «La austeridad forma parte a estas alturas del ADN germano», lo que explica la proliferación de la tendencia frugalista, «aquí mucha gente ahorra sin un fin concreto, por el mero gusto de ahorrar».

El meteorólogo berlinés Lars Hattwig, que se presenta en la página web www.frugalisten.de como ejemplo para el resto de la comunidad, dejó su empleo con 44 años, después de haber hecho realidad una situación financiera que le llevó una década edificar.

«Tenía un sueldo bastante aceptable y no necesitaba todo eso que la sociedad de consumo me ofrece a cambio de mis recursos, todo eso que te hace dar vueltas en la rueda, como un ratón de laboratorio, sin llegar a ninguna parte. Por eso reduje mis gastos drásticamente y planifiqué la inversión de todo lo que ahorraba», explica.

Hattwig tomó su decisión en 2004, pero necesitó diez años para alcanzar su objetivo gracias a ahorros drásticos y una estrategia de inversiones financieras acertada, sobre todo tras la crisis de 2008, cuando las bolsas cayeron y el valor de sus acciones se hundió temporalmente. Hoy vive de las rentas y superó exitosamente esta crisis que devaluó de forma grave, aunque solo temporalmente, sus inversiones. Para Hattwig no resultó duro bajarse del tren de la insaciable renovación tecnológica, evitar los restaurantes y bares, prescindir de electrodomésticos para apagar la luz en casa o dejar de comprar ropa.

Más cuesta arriba se hizo la vivienda fuera de la ciudad, los interminables trayectos en transporte público de casa al trabajo, con la inestimable compañía de los títulos que le ofrecía la biblioteca del barrio. «Me lo tomé como una etapa en la vida. De todo se cansa uno, de eso también, pero te incentiva tu objetivo y, una vez superado, ese esfuerzo es el que te permite la liberación financiera».

Su caso no es único. Internet alberga cada vez más blogs y foros alemanes en los que participan «frugalistas» como Oliver Noelting, de 29 años, que cuenta cada etapa de su camino hacia la libertad financiera. «En realidad, mi objetivo es ser feliz”, proclama este programador informático de Hannover. Para él es impensable jubilarse a los 67 años. «Es probable que cuando tenga 40 años piense: «He hecho esto durante 10 o 12 años y ahora quiero hacer otra cosa'». Aún no sabe qué.

La divulgadora en Alemania del concepto “frugalista” es Gisela Enders, autora del libro «Liberación financiera. Qué hace la gente que no trabaja» y gurú de muchos frugalistas que acuden a ella en busca de consejos de ahorro e inversión. También ofrece seminarios en los que defiende que el ser o no ser rico depende en parte del carácter.

«Con las mujeres, por ejemplo, es sencillo hacer ese test de riqueza potencial con preguntas sobre su carácter, estableciendo varios tipos. Está la mujer dominante, la que tiene vocación de apoyar a otros, la coleccionista…», explica, sin desentrañar la clave final que permite predecir el grado de riqueza.

«Se trata de preguntarte qué quieres y qué necesitas realmente en tu vida para reorientar tus recursos en esa dirección», dice, antes de remitirnos a una de los frugalistas que recientemente ha asesorado, una joven programadora británica de 33 años que vive en Berlín y que desea permanecer en el anonimato.

«Un día me di cuenta de que tenía en el armario más ropa de la que puedo llegar a necesitar en toda mi vida», se remonta al momento en que decidió hacerse frugalista. «¿De verdad crees que vas a ser más feliz, que tendrás más equilibrio en tu vida y más energía si te compras y te bebes estas bolsas de té que se llaman Armonía Verde? ¿Solo porque hay un tipo haciendo yoga dibujado en el sobre y cuestan cinco euros?», pregunta, mientras opta por un té de marca blanca unas quince veces más barato.

Mientras la acompañamos en su compra semanal, pasa de largo por el pasillo de cosmética del supermercado, ni caso a los productos para el hogar y, al llegar a la caja, la compra no llega a los veinte euros. Si su sueldo neto es de 2.200 euros… ¿qué hace con el resto? «Voy comprando plazas de garaje y trasteros en Berlín que alquilo de inmediato», responde, «no podría afrontar grandes inversiones inmobiliarias, pero estas sí, y he calculado que, a este ritmo, podré volver a disfrutar de vacaciones en el extranjero en solo doce años».

El común denominador de los frugalistas, además del primer mandamiento que dice «nunca asumirás deudas», parce ser un duro precio no declarado: la renuncia a tener hijos. También les une una escasa preocupación por el hecho de que, tras disfrutar del sistema educativo, cotizan solo un breve lapso de tiempo a los sistemas social, sanitario y de jubilación, a costa de otros trabajadores de más larga trayectoria laboral. «Más bien deberíamos preguntarnos», defiende Gisela Enders, «qué tipo de sociedad lleva a jóvenes de 30 años a pensar que quieren jubilarse a los 40».

¿Egoístas?

Todavía no se ha llevado a cabo ningún estudio para contabilizar el número de adeptos de este estilo de vida en Alemania. Según Enders, prefieren ser discretos. “Es un fenómeno alemán: no hablamos de dinero”.

En un momento en el que la primera economía europea busca soluciones para financiar las jubilaciones después de 2025 -cuando la generación nacida tras la Segunda Guerra Mundial empiece a jubilarse- y en el que parece inevitable un aumento de la edad de jubilación hasta los 69 o 70 años, los “frugalistas” parecen solucionar el problema demográfico a su manera: saltándose las reglas del juego.

Una elección que suscita numerosas críticas. ¿Cómo puede seguir funcionando una sociedad solidaria si cada vez más personas, que aprovecharon el sistema yendo a la escuela o aprendiendo un oficio, dejan de pagar cotizaciones sociales?

Lars Hattwig asegura que recibe a menudo mensajes negativos en su blog, que atribuye a cierta “envidia”.

“Es cierto que habré cotizado menos para la jubilación, pero no quiero una pensión pagada por el Estado”, argumenta Oliver Noelting.

Tras abandonar su empleo, la mayoría de los “frugalistas” suele dedicarse a labores de voluntariado, recuerda Enders, para quien el debate debería centrarse en otra cuestión: “Deberíamos pensar en la calidad de vida que ofrece hoy en día nuestra sociedad para que jóvenes de 25 años lleguen a pensar: quiero dejar de trabajar a los 40 años”.