Esta pandemia del covid 19 nos ha arrebatado muchas vidas, placeres, rutinas e incluso momentos, ya fuesen viajes, entradas para ir a un concierto o simplemente ir a comer con los tuyos. A pesar de arrebatarme mis dos grandes motivaciones para estudiar este año, Interrail y la fiesta de graduación (bueno y entrar a la universidad), creo que esta cuarentena me ha hecho crecer, reflexionar y aprender más de lo que me esperaba.
He aprendido a valorar todo lo que formaba parte de mi rutina, despertarme a las siete de la mañana, ir con mi amiga Irene al instituto o en el coche del padre de Pati, el descanso a la cafetería, entrenar con mi equipo, cambiar de casa de mi padre a casa de mi madre cada semana…. todo esto a veces sentía que me abrumaba, que me superaba y que resultaba bastante monótono, ahora desearía con todas mis fuerzas volver a ella, dejar de escuchar el número de fallecidos y contagiados por coronavirus y volver a hablar de Leovigildo en la península ibérica con sus queridos arrianos, corregir oraciones subordinadas adjetivas o incluso hacer unos cuantos matrices.
Otra cosa de la que he terminado siendo consciente gracias a esta situación es sobre la fragilidad de la vida. Cómo, sin que te lo esperes, tu mundo puede dar un giro de ciento ochenta grados. Un día estás en este mundo y al otro todo puede cambiar, la vida es más frágil y efímera de lo que somos conscientes.
Mi madre cuando estoy durante ciertas situaciones de estrés o ansiedad (algo que me sucede con cierta frecuencia), me dice que me “ahogo en un vaso de agua”; siempre me lo he tomado con cierto humor y he asumido que simplemente era incapaz de entenderme. Pero el escenario actual en el que nos encontramos me ha hecho entender que, las desgracias vienen solas, y muchas veces somos nosotros mismos los que nos las creamos a nosotros, que no es hasta que sucede algo impactante o realmente insólito que empezamos a ser conscientes de cuáles son los verdaderos problemas.
“No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”, esta premisa la había escuchado alguna que otra vez, pero es ahora cuando realmente he comprendido su significado. Ir a una cafetería, ojear una librería, andar por Madrid con tus amigos; sentir a la ciudad viva, tener la seguridad de que todo está funcionando como debería y no sentir que cada día es pura incertidumbre, he aprendido que todo ello me aportaba una gran tranquilidad.
Especialmente he aprendido que vivir requiere valentía, que cada instante cuenta y que aunque a veces no nos sintamos dueños de nuestro destino, son nuestras decisiones las que nos van abriendo paso a lo largo de nuestra vida, y las que determinan que clase de personas somos y queremos llegar a ser. Que cada acción cuenta, y que es fundamental trabajar en equipo y mostrarnos empáticos con los demás, como hacen cada día nuestros héroes, los sanitarios.
C.G.F.V (18)