Un antes y un después

Y entonces nos damos cuenta de lo afortunados que somos. Quién diría que un simple mensaje de tu compañero de clase te alegraría el día, o una simple llamada de cinco minutos con tus amigos te daría ánimos para continuar, o tan sólo el hecho de que es sábado, y te toca hacer la compra.

Cuando antes nos peleábamos por no ir a tirar la basura, ahora esperamos impacientes a que la papelera esté llena, o cuando rechazábamos planes para quedarnos en casa porque nos daba pereza salir, ahora deseamos montarnos en ese bus de dirección Moncloa a las siete de la tarde.

Cuando sonaba el timbre de tu casa era algo normal, será el vecino que necesita algo, será tu hermana que acaba de llegar, será el profesor de inglés… ahora es el momento más interesante del día. Cuando sacabas a tu perro solías saludar a las personas con las que te cruzabas, ahora intentas coger un camino distinto, mirar a otro lado e incluso contener la respiración como acto reflejo.

Salir a la calle era algo fácil, ahora te tienes que preparar y tener mucho cuidado fuera, porque no vaya a ser, que por un mínimo error, un despiste, un simple roce, no vuelvas a casa hasta dentro de quince días, si tienes suerte.

Una llamada, una simple llamada hace falta para comprobar que tu mundo sigue en pie. Un «estoy bien, nieta» ahora te puede alegrar el día.

Porque aquellas personas que considerábamos la base de nuestra vida, aquellas personas que creíamos que siempre iban a estar ahí porque son las más fuertes, ahora están en peligro. Pero no están solos, porque ahí fuera hay gente que está arriesgando su vida para salvar la de los demás. Personas en las que la palabra «yo» no existe en su diccionario, y que en lo último en lo que piensan es en que se están exponiendo al peligro del que muchos no han podido huir.

La noticia de que un anciano de 96 años ha salido del hospital y ahora está en su casa, es más que suficiente para acabar con las ganas de dar un paseo sin que nadie te vea. El aplauso de las ocho de la tarde es una muestra de que como tú, hay 46´94 millones de personas más luchando contra el mismo rival, y eso te da fuerza y esperanza, y te hace ver, que quedarte en casa merece mucho la pena.

Porque ahora no existe un yo, sino un nosotros, y que sólo así podemos salir adelante, porque se puede.

 

A.M.H (18)