Saber esperar pacientemente

En mi caso ha sido un confinamiento relativo, con mucho trabajo, y poco tiempo para reflexionar. En ocasiones echando de menos algo de esa paz que si tengo los fines de semana confinado. Tranquilidad de cabina de avión en vuelo largo, sabiendo que tienes por delante horas para llenar con buenas lecturas y pensamientos. Sin ansiar pasear al aire libre en esas horas, sin esperar otra cosa que la espera.

En esa parte, y así mirado, es hasta relajante. La ausencia de alternativas, de compromisos de agenda, de presiones sociales, ejerce una acción balsámica sobre toda la familia, entregados a habitar la casa, a disfrutar de lo que tenemos y en lo que, tantas veces, ni reparamos.

Cuando alguien lo compara con la guerra, esta parte concreta del confinamiento, al menos vivida desde la posición de privilegio de una casa amplia y una familia bien avenida, resulta casi una broma.  Solo se nos pide paciencia, de las virtudes estoicas del “If” de Rudyard Kipling, solo la de la espera paciente: “If you can wait, and not be tired by waiting”.

Ahora bien, si miramos el conjunto del desastre, la situación es bien diferente. Si nos asomamos, y nos asomamos mucho, al caudal de noticias incesantes, entonces es cuando el drama es muy real. Si sentimos cada pérdida del continente de la humanidad y multiplicamos el dolor por quinientos, seiscientos, o novecientos en un solo día, solo en nuestra España, entonces la paz se rompe, y se cambia por ansiedad y dolor.

Si pensamos en la incertidumbre que hay en adelante, que hace casi imposible vislumbrar como será el futuro, incluso a los que nos gusta adentrarnos en pensamientos y escenarios posibles, la inquietud crece. Si pensamos en las consecuencias económicas, sociales, y geopolíticas de esta situación, es imposible no sentir vértigo y hasta desolación.

Entonces deseas poder hacer algo, producir algún cambio positivo, por pequeño que sea. Ayudar a escribir un futuro esperanzador.

Decía nuestra abuela cuando flojeábamos en nuestra infancia y decíamos “no puedo más” “no aguanto más”: “Que no nos mande Dios todo lo que podemos aguantar” Todos teníamos claro que lo decía evocando la terrible guerra, que había marcado para siempre su corazón de oro.

Y ahora cobra sentido esa frase.

Cuando piensas en los médicos y sanitarios, en los enfermos y en los que se van, en un círculo que cada vez se hace más cercano de conocidos y amigos.

Entonces la paz del salón de casa se convierte en angustia de noches en vela.

Queda la esperanza. La fe en personas integras, trabajadoras y generosas.

La convicción de que saldremos adelante. Y el aprendizaje. Valorar la libertad, tan castigada por la necesidad estos días. Valorar la información libre, independiente y rigurosa, tan maltratada. Valorar la profesionalidad y el buen hacer de profesionales tantas veces ninguneados por un mundo de valores vacuos. Y valorar, por fin, el tiempo. Nuestro bien mas escaso y más preciado.

Recordando a Ortega y Gasset “Es falso decir que lo que nos determina son las circunstancias. Al contrario, las circunstancias son el dilema ante el cual tenemos que decidirnos. Pero el que decide es nuestro carácter” Pues eso habremos de desplegar todos; destreza para salir al paso de la adversidad, resistir y vencer.

  1. S. E. (49)