Reflexiones desde el confinamiento

Cuando hace unos cuarenta días iniciamos esta etapa de confinamiento en casa, impensable solo unos días antes, creo que nadie imaginaba el cambio que se avecinaba. Expresiones nuevas empezaban a ser habituales: propagación coronavirus, crecimiento rápido de contagios, saturación de las urgencias, mascarillas sí o mascarillas no, rumores de desabastecimientos, cese de la actividad económica, vulnerabilidad de las personas mayores o con patologías…

Desde entonces muchas cosas han empezado a cambiar. Los contactos reales con familiares, amigos y sociedad en general han pasado a ser virtuales, con el apoyo de las tecnologías de la información. La solidaridad se ha externalizado y, minuto a minuto, nos llegan buenas noticias relacionadas con ella. Desgraciadamente, también muchas informaciones nos siguen provocando angustia: “las curvas de seguimiento no se aplanan todavía”, “los elementos de protección y detección se demoran o no son fiables”, “el confinamiento se prolonga cada quince días sin saber hasta cuándo”, etc.

Como uno pertenece al colectivo de mayor vulnerabilidad, mayor de 70 años y con enfermedad crónica, las reflexiones durante el confinamiento me han llevado a revisar la película de la propia vida. Y uno recuerda las épocas de crisis vividas, en los ámbitos nacional e internacional, que parecían aproximarnos “al fin del mundo”, pero que siempre eran superadas. Al mismo tiempo, el progreso seguía su curso y las tecnologías nos llevaban a los confines del universo. Y estoy convencido que seguirá ocurriendo así.

Pero no solo las macro dimensiones han marcado el desarrollo, sino también las nano dimensiones. Fácilmente lo entenderemos mirando el interior de nuestro móvil y observando esas hermosas “pastillitas” que lo integran y que cada una alberga miles de millones de “transistores”.

Y aquí es donde llega mi sorpresa, al pensar que hemos sido capaces de “enseñar y relacionar a los transistores” para hacer o darnos soporte en casi todas las actividades y dispositivos que hoy existen y, sin embargo, un ser “colega del transistor por su tamaño físico como es el coronavirus” (del orden de los nano milímetros ambos) mantiene paralizado a más de medio mundo.

Conclusión, quizás no somos tan poderos y fuertes como creíamos y la naturaleza nos lo ha venido a recordar.

 

J.L.V.T (71)