El hogar centro del mundo

40 días de confinamiento…… y parece mucho más, con toda la intensidad de lo sucedido. De pronto, hemos tenido que aceptar una situación nueva, para la que nadie nunca nos había preparado. Tan distinta a todo…con un grado de incertidumbre superior a todo lo vivido antes. Durante estos días he pasado por todos los estados de ánimo: tristeza, miedo, desánimo, enfado, rabia, y en otros momentos fuerza, paz, esperanza, y en muchos momentos alegría. Cuando pasan los días, sobre todo, voy notando más fortaleza que al principio, porque sé que el final ya está un poco más cerca.

Para mí está siendo todo un aprendizaje, todo un reto. Nunca he sido casera, me encanta salir a todas partes, hacer planes fuera de casa, y me gusta mucho ver a las personas que quiero, soy sociable, me encanta hablar y me encanta abrazar. Me he tenido que acostumbrar a estar en casa, y a disfrutarla, porque ahora la casa se ha convertido en un oasis de vida, alegre y ruidoso en medio de una ciudad desierta.  Ahora, el hogar es el centro de todo: es una oficina, un colegio y un lugar maravilloso de ocio, diversión y paz. Un mismo lugar para muchas acciones, toda una prueba de fuego de convivencia intensa, que creo que estamos llevando muy bien.

En este tiempo yo creo que he aprendido muchísimas cosas, esto está siendo como un viaje al interior de la familia. He aprendido a querer aún más a mi marido, y se lo debería decir muchas veces. Porque yo sabía que era trabajador, pero no podía saber cuánto hasta que he visto cómo transcurren sus jornadas en casa, en las que casi no puede levantarse entre una reunión y otra, y recibe llamadas y correos constantemente. No es lo mismo que te lo cuente él que verlo, y ahora entiendo mejor su stress, le comprendo y le admiro por ello. También he comprobado que cosas que antes a veces quizás me enfadaban, como su organización y sus horarios están siendo básicos para la familia en este momento, para que no sea un caos todo y podamos llevar un ritmo que nos mantiene activos y organizados, que nos hace sentir bien. Además admiro que ayude a los niños con las tareas del colegio, eso en estos momentos es fundamental. Su disciplina, capacidad de trabajo y fuerza de voluntad me ayudan mucho, ahora creo que sin él no podría ser capaz de sobrellevar todo esto. Ahora nos necesitamos mutuamente más que nunca.

He aprendido de mis hijos, que tienen una capacidad de adaptación y una alegría enorme, que están llevando todo esto con naturalidad, como si supieran que es algo temporal y que se acabará, como unas medio-vacaciones. Ellos se han adaptado perfectamente a las clases online, y siguen viviendo el presente con la misma intensidad de siempre; disfrutan de todo, aprendiendo asignaturas, haciendo deporte, jugando, creando, inventando….casi todo lo que hacen están deseando compartirlo con nosotros. Además están ayudando en casa y tratan de hacer todo más fácil. No les he oído quejarse de nada, y esto sí que es admirable.

De mí misma he aprendido fortaleza, resiliencia, más de la que pensaba que tendría. Desde el principio tuve claro lo que necesitaba para mantener el optimismo y la fuerza y lo puse en práctica: tomar el sol, rezar, llamar a las personas que quiero, jugar con los niños, ver películas divertidas que me hagan reír, tomar un aperitivo que me guste. He aprendido, aunque ya lo sabía, lo que me importan los besos y abrazos, ahora sobre todo los que más necesito, los de mis padres, les echo tanto de menos, y los de mis hermanos, cuñadas y sobrinos. He aprendido que vivir un poco más despacio, sin prisas, es maravilloso, y que necesitábamos un poco de paz. Es genial poder detenernos más en cada cosa que hacemos, desde ducharnos, comer, quitar hojas secas del jardín, hasta cualquier conversación en familia, sin prisas, sin ajetreos, eso da felicidad. He aprendido que podemos ser más austeros y no pasa nada, es mucho mejor, disfrutamos más de cada cosa y valoramos más lo que tenemos, que es mucho. He aprendido que debo luchar cada día por hacer más familia, por crear un ambiente agradable de hogar. He aprendido a rezar despacio hasta quedarme dormida, que me da una paz enorme. He aprendido (o repasado, porque esto yo sí me lo sabía) que lo único que necesitamos para ser felices es la salud, el amor y la compañía y cercanía de las personas que queremos.

 

J.S.E. (44)