Ayer por la noche se murió un profesor nuestro, de esos que hay pocos, gamberros que establecen un vínculo muy especial con los alumnos, aunque a alguno de ellos ni nos daba clase. Cuanto más cercana te es la situación, más la vives. Y ahora yo entiendo lo que está pasando.
Hasta hace unos días pensaba que esta cuarentena me estaba enseñando muchas cosas. Tienes mucho tiempo para parar y pensar y para descubrir o llevar a cabo tus hobbies. He leído, me he auto enseñado a producir música, he solicitado a universidades que nunca me había planteado, he dibujado. Claro está que esta situación de encierre te hace darte cuenta de qué realmente es importante para ti, y son aquellas cosas que echas de menos.
Y lo primero que estás pensando en hacer al salir de la cuarentena, es sin duda una de las más importante de ellas. Yo, por ejemplo, voy a ver a mi padre. Él vive en otra casa y no he podido ir a verle desde que empezó esta cuarenta, hace ya varias semanas. Y que no falte el abrazo a los abuelos, que son los que más se lo merecen. Y a los amigos. Ahora agradecemos mucho más esas charlas en las terrazas de los restaurantes, o las comidas familiares, o las reuniones de amigos, o bailar, o simplemente el contacto humano.
Ojalá mantengamos esta sensación, y que no sea como la de después de un campamento, que coges el hábito de fregar tu propio plato después de cada comida, y al llegar a casa ese hábito ya se ha esfumado. Ojalá mantengamos la sensación que tenemos día a día esta cuarentena, y cojamos el hábito de agradecer.
Pero los sentimientos no se acaban ahí. Probablemente esta frase ya está muy dicha, pero eso no quita que sea completamente verdad: la vida es corta.
La vida es corta, y nunca sabemos cuándo se va a acabar. Nunca sabremos cuando será la última vez que veamos a alguien, que hablemos con alguien, que abracemos a alguien. Nunca sabremos cuando será la última vez que podamos hacer lo que verdaderamente queremos hacer, o cumplir un sueño que solo pensamos, pero nunca lo ponemos en marcha.
Y no vale la excusa de que es muy tarde, de que si ya soy mayor no me voy a apuntar a las clases de baile en las que llevo pensando toda la vida. Nunca es muy tarde, porque la vida está para vivirla, y porque es tuya. Haz lo que tú quieras con ella, lo que a ti te haga feliz, aunque te de miedo dar el primer paso. Porque si no arriesgas, no ganas, y si no ganas, no pasa nada. Vive cada día como si fuese el último, porque incluso un virus puede aparecer y dejarte sin la oportunidad de vivir la vida como tú querías.
M.V. (19)