Durante esta época de encierro, he aprendido cosas que no podría aprender si nada de esto hubiese ocurrido, cosas que nunca imaginé que fuesen tan importantes hasta ahora. En esta cuarentena, he tenido suficiente tiempo para reflexionar sobre lo que está ocurriendo a mi alrededor y lo que ocurre en mi pequeño hogar, así como lo que estoy aprendiendo gracias a este aislamiento, y es lo que os voy a dejar por escrito en estas páginas.
Primero quiero comentar que estos tiempos están siendo difíciles, y estar con mi familia aquí al lado los hace mucho más agradables, alegres y sencillos. Siempre me he llevado muy bien con mi familia, pero estos días he aprendido a convivir mucho mejor con ellos y he comprendido que todo se hace mejor en compañía. Nos apoyamos los unos a los otros, y encontramos miles de ratos en los cuales compartir algunas risas.
Una cosa fundamental que he aprendido es a valorar más los pequeños detalles, como los abrazos, las sonrisas y todas esas cosas que ahora nos parecen asombrosas por el simple hecho de no obtener alguno a diario. Un abrazo ahora es lo que todos necesitamos, pues es un símbolo de apoyo y te transmite fuerza, y ánimo a seguir luchando contra este virus todos juntos, sin embargo, ahora mismo nos tenemos que conformar con abrazos virtuales o con saludos de cabeza. Pero cuando se acabe todo esto, ya veréis como agradeceremos un simple abrazo.
También he aprendido a apreciar más la vida cotidiana. Todas esas cosas que hacía a diario, y que ahora no puedo hacer, como por ejemplo, ir al cole, al parque, o ver a mis familiares en una comida familiar. Siempre han sido cosas normales para mí, pero ahora las tomo más por privilegios, y las valoro mucho más. Si las cosas las hacemos muy a menudo, dejan de ser tan especiales, y ahora he comprendido lo esenciales que son para mí todas ellas.
Me he dado cuenta de que también estoy aprendiendo a esperar. Esperar no significa dejar que pase el tiempo hasta que alguien haga algo. Se puede esperar de otra forma: tomando tú la iniciativa y aprovechar el tiempo, no esperar a que los demás hagan todo.
Hablando de esperar, he aprendido a apreciar la espera. Si las cosas pasan cuando nosotros queremos, dejan de ser especiales. Sin embargo, esperando, el deseo se hace más y más anheloso, y cuando por fin ocurre lo disfrutamos mucho más.
Otra cosa que he aprendido es a reír en los momentos difíciles y a buscar el lado positivo de las cosas. Siempre hay algo bueno en todo lo malo, solo tenemos que encontrarlo. No vale de nada quejarse porque no podamos salir a la calle, y tampoco se va solucionar llorando. Simplemente aprovecha el momento. Hay algunas situaciones de la vida complicadas, ha habido y seguirán habiendo, pero lo que hay que hacer ante los problemas es enfrentarse a ellos con una sonrisa en la cara, porque entonces, pase lo que pase vas a salir ganando.
En este confinamiento he pensado mucho en las personas que están sufriendo. Cada noche rezo por ellas para que se recuperen, y me siento muy afortunada porque, gracias a Dios, mi familia y yo estamos muy bien de salud.
Estoy segura de que de este confinamiento saldremos como mejores personas, no lo dudo, con millones de lecciones aprendidas que nos servirán el resto de nuestra vida y nos ayudarán en muchas ocasiones. Y estoy convencida de que estas lecciones que hemos aprendido en un mes de confinamiento, nos serán mucho más útiles en el futuro que lo que hubiésemos aprendido en un año entero de colegio.
Espero que lo que he aprendido os ayude a mirar desde otra perspectiva esta nueva situación de la vida, no como un problema para el que no tengamos solución, sino como una oportunidad que nos dan para mejorar como personas y aprender cosas nuevas.
Os mando mucho ánimo para todos en lo que esperemos que sea la recta final, un abrazo fuerte.
I.S.L (14)