El Color es Vida
María José Redondo es pintora de vocación fuerte, desde niña quería pintar. Y lo ha hecho toda la vida, 85 años, contra viento y marea, como donostiarra asentada en Madrid añorando el mar, pintando olas. Recordando el verde jugoso de su tierra, el amarillo de Castilla, el ocre de Jaén toda la geografía española está en sus series de paisajes retratada. Ha viajado para ver y pintar todo lo visto. Hasta hoy mismo. Ya no puedo pintar de pie, me canso mucho ante el caballete, necesito bastón, veo mal, estoy con la quimio, a días no me encuentro bien.
Pero sigue pintando con pasión. Derrochando creatividad y consiguiendo una belleza inaudita al encajar en un espacio reducido que grita aíre y desbordando límites, todo el color de su intimidad. Creatividad pura como forma de salud y de cotidianidad con el trasfondo de una fe en Dios profunda y arraigada. ¿Cómo me voy a quejar, ahora, si llevo 80 años con una salud de hierro?
Sus hijos le han organizado una exposición informal de sus últimas creaciones, a la que he asistido con verdadero gozo, para poderles trasladar en este reportaje, el carácter y la pintura de María José Redondo.
Le pregunto que trate de definirse, no lo duda: soy una madre pintora. Mis hijos son la mejor obra. Ser madre es lo más. Es pura herencia vital.
Y es pintora. Nació en San Sebastián, vive en Madrid. Fue discípula de D. Manuel Gutierrez Navas, ingreso y se licenció en la Escuela Superior de san Fernando de Madrid. Fue profesora de Dibujo. Se licencio en la Universidad Complutense. Diplomada por L´Ecole du Louvre de Paris en Pintura Impresionista. Fue profesora de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense durante 14 años. Premiada y becada, fue Tercera Medalla en el Salón de Otoño de Madrid, Medala de Oro de Pintura J.E.N. Ha participado en 27 exposiciones colectivas y 10 individuales sin contar con esta exposición actual.
Hoy estamos en su estudio. El color es un asalto constante desde las paredes abigarradas de cuadros que también se apilan por el suelo. La belleza está en cada rincón de su espacio, cálido y luminoso. Este estudio ha sido mi salvación.
Es el resumen de toda una vida dedicada a la pintura. Bueno no toda la vida, hay dos interrupciones en mi pintura: la crianza de los cinco hijos y los 14 años de enseñanza en la facultad. Yo quería a toda costa enseñar, pero estaba muy difícil. Un día una compañera me comentó que en restauración a lo mejor podía entrar, así que hice los cursos y por fin entre como profesora en la facultad.
Pero un día, cuando ya había conseguido el contrato indefinido me pregunté ¿es esto lo que quiero?. No, yo quiero ser restauradora, yo soy pintora, quiero ser libre. Rezaba para acertar en mi respuesta. Así que dejé la facultad, ¡con lo que me había costado entrar!. Y me puse a pintar.
Y tuve que empezar de nuevo, ¿ves ese cuadro? Me señala con el bastón un bodegón sobre mesa de camilla. Pues eso, me ponía yo aquí a mí misma deberes. Como si volviera a las clases de Bellas Artes. Así poco a poco hasta que me fui soltando. Hasta que recuperé el nivel que tenía al empezar con don Manuel.
Tengo muy buenos recuerdos de mi maestro y mucho agradecimiento. Era discípulo de Plá. El estudio estaba en la calle Martín de los Heros, seriamos unos 15 alumnos, también venían chicos que querían prepararse para el examen de Arquitectura. Después de dos años me enteré de Bellas Artes y nos presentamos al examen, claro a la primera suspendí, pero a la segunda aprobé.
Fueron años muy formativos pero yo tenía ya muy buenos cimientos. Teníamos medios, buenos modelos, salas, profesores, nos exigían muchas horas de trabajo, hacíamos apuntes por las calles, en el autobús, en el parque y los llevábamos el lunes, muchos apuntes, a lápiz, a carboncillo y si nada teníamos a mano, pintábamos de cabeza.
¿Sigues pintando de cabeza?
No, yo creo que no. Sin darte cuenta vas encontrando el camino, te vas saliendo, vas más suelta.
¿Siempre te sale lo que estás imaginando?
No el cuadro te va llevando por donde él quiere. Ahora pongo colores delante o doy una aguada, y los colores se colocan como ellos quieren, pero luego yo construyo. El cuadro me pide. Yo sigo construyendo y el cuadro me ayuda a seguir. Si yo me meto mucho, el cuadro protesta. Me va pidiendo.
¿Encuentras satisfacción en lo que haces?
Sí. Si. Es mi modo de comunicarme con la vida. Pintar es lo que más me gusta y lo que sé hacer. Ahora no puedo leer, así que me paso el día aquí, pintando sentada.
En esta exposición desvela los últimos cuadros producidos. Es una producción fantástica. ¿Pero cómo se puede conseguir semejante creatividad?
Si se contemplan los cuadros de María José Redondo, se ve que con los años la forma se va esfumando y todo en su pintura se convierte, mejor estalla, en color.
-¿Qué es el color para ti?
El color es todo, es vitalidad, es alegría, es vida. Es fuente. Y es sustancia. Ahora mi pintura es puro color. Pero bueno yo soy forofa de la formación. Los que empiezan por el final no tienen consistencia, se les nota enseguida. Para mí ha sido muy importante la formación. Empecé con mi maestro, don Manuel Gutiérrez Navas. Era todo un maestro, para mí la palabra “maestro”,
es sagrada. Nos enseñaba a ver y a mirar, a entornar los ojos. A pensar. Después los largos años en la Escuela de Bellas Artes. Y luego, con el tiempo, te vas soltando.
Tiene la pared entera de un cuarto, dedicado a las pinturas de sus hijos en la etapa escolar del colegio Estudio y enfrente otra pared tapizada con dibujos de sus nietos. Hablamos de la gracia y el
atrevimiento de los niños de corta edad al pintar de cómo combinan los colores y las formas más inconcebibles con naturalidad y de cómo se pierde esa expresividad intuitiva y original con el paso y el peso de los años. Hablamos de lo divino y humano, del arte, los hijos, el dolor; en una de esas pocas oportunidades que nos ofrece la prisa diaria de hablar con intimidad de corazón a corazón.
La virtud de algunos de los más grandes pintores es que han sabido mantener ese don divino de la infancia acrecentándolo con pasión, sabiduría y buen hacer, este es el caso de la pintora Maria José Rodondo.
Marío Benedetti se diría que ha descrito el momento vital de esta gran pintora: “No te rindas, por favor, no cedas, aunque el frio queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda, y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños. Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo. Porque cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la hora y el mejor momento”.
Leticia Escardó