Atiborrar a regalos

La Navidad es una fiesta grande para los cristianos. Como vigencia social toda fiesta implica: mucha familia y amigos, un gran banquete y buenos regalos. Sobre todo regalos para los niños.

Los psicólogos hablan con preocupación del exceso de regalos, estudian el llamado “síndrome del emperador”. Cuando el niño centrado en sí mismo, con baja empatía, sin tolerancia a la frustración ya no se siente sólo “el rey de la casa”, sino “el emperador”; el que dicta las normas y exige un determinado comportamiento a los demás familiares ya sean los padres, abuelos tíos…Un niño tirano en resumen.

Como padres y como abuelos, queremos ayudar tanto como podemos a nuestros hijos. Nos aseguramos a diario que sus necesidades estén cubiertas y de proporcionarles las mejores oportunidades posibles para crecer sanos y felices. Estas prácticas parentales son muy positivas, pero en fiestas y regalos nos excedemos.

Existen tres tipos de excesos que podemos cometer como padres y que pueden aumentar las probabilidades de tener un niño “emperador” con baja tolerancia a la frustración y sobre todo sin empatía hacia los demás: dar al niño demasiadas cosas materiales (juguetes en abundancia, comprarles ropa de marca de forma constante, concederles comer de capricho a diario); hacer cosas por nuestro hijo que debería hacerlas él por sí mismo considerando su edad; y no establecer de forma clara pautas de conducta, ni límites, ni normas claras.

Son aquellos padres que no exigen ningún comportamiento a su hijo, no requieren que cumpla con su deber de ayudar, de estudiar, ni de ordenar, ni siquiera que haga las tareas más fáciles del hogar y para colmo le regalan tanto, que el niño ya no tiene deseos. El niño ya sufre “el síndrome del emperador”.

La buena noticia es que podemos identificar cuando estamos regalando demasiado a nuestros hijos y cambiar nuestra actitud. Colmar a los niños de regalos no puede sustituir nunca al tiempo que compartimos con ellos, que jugamos con ellos, que hablamos con ellos, que nos divertimos con ellos. En realidad, los bienes materiales no llenan a nuestros hijos por dentro de forma persistente en el tiempo, y si lo hace el tiempo que pasamos con ellos. Así que la mejor opción para demostrar a los hijos nuestro afecto siempre será dedicarles todo el tiempo posible y realizar muchas actividades en familia.