Profesora de “Costura creativa” en la Asociación de Discapacitados de Pozuelo (ADIPO)
¿Cómo es que estás enseñando costura creativa en ADIPO?
He sido toda mi vida profesora de costura en el colegio Estudio, 47 años de experiencia. Al jubilarme quería hacer algo útil, así que me presenté y aquí estoy. Doy clase a tres grupos de mujeres de muy distinta edad desde los 60 años a los 20 y con problemas diferentes, una vez a la semana. La enseñanza es vocacional. Los límites los tengo yo como profesora, no los tienen mis alumnas. Me siento limitada en mi enseñanza.
¿Es difícil aprender?
Es difícil enseñar. Empiezo el curso enseñando lo básico, con un trapo de trama amplia, tipo retor y lana. Enhebrar una aguja de lana les puede costar mucho tiempo, pero es más fácil que trabajar con hilo y aguja fina. Les gusta más trabajar con lana porque los colores vivos de la lana les gustan y porque es más fácil de manejar y porque obtienen al final del curso un resultado que les gusta. Que lo pueden regalar. Y esto les hace mucha ilusión.
Les propongo hacer una manzana a cordoncillo. Cuando han aprendido este punto intento pasar a cadeneta, pero no siempre lo consigo. Lo más difícil para algunas alumnas es prestar atención. Para otras contar los hilos. Es una enseñanza muy personalizada. Las labores día a día no se las llevan a casa, las guardo yo hasta fin de curso porque esto les anima a seguir asistiendo a clase.
¿Vienen contentas las alumnas?
Sí. Es muy motivador para mí ver que vienen muy contentas, aunque de repente alguna me dice “ya no vengo más”. Algunas alumnas llevan tres años viniendo a clase. Algunas con un problema físico tremendo siempre están contentas, contentas
¿Es gratificante para ti dar clase?
Es agotador. Necesito todas las energías que tengo y las que no tengo para conseguir implantar un límite clarísimo, del que no se suelen pasar, aunque alguna hace lo que le da la gana. He tenido alguna alumna agresiva. Pero la mayoría acepta las reglas.
¿Es para tus alumnas una labor educativa?
Sin duda. Ven los resultados a su esfuerzo, se lo llevan a casa y como no son posesivas lo regalan todo. Son muy generosas. Les hace ilusión pensar que están trabajando para hacer un cojín, y mucho antes de terminar ya saben a quién se lo van a regalar. Les gusta comprobar que de sus manos sale algo bonito, que con esfuerzo y paciencia, puntada a puntada se consigue algo que todos al final admiran. Estoy pensando en una alumna muy especial M.A. que no puede hablar, ni expresarse, pero le gusta venir y se esfuerza mucho aunque a lo mejor sólo de tres puntadas en una hora. Le gusta prender la aguja al final de la clase.
¿Qué aprendes tú?
Aprendo de su alegría, aprendo al ver cómo se ayudan unas a otras, aprendo al ver que están satisfechas con su labor. Al final de curso hacemos una exposición con las labores realizadas. Yo me las llevo a casa y las plancho, las coloco en una cartulina, el zapatero me hace los ojales metálicos para colgar, gratis –me dice encantado- yo así también colaboro.
Leticia Escardo
Directora
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