Un ser querido nunca muere, siempre queda en la memoria de quien lo amó
Este poemario, El monopolio de los árboles (Ed. Vitruvio), está dedicado a tu padre que ya falleció. Él te lo inspiró. ¿Qué mensaje de esperanza y de ilusión encierran la vida de él y este poemario?
Rosa Mª Estremera “No hay mayor esperanza que el legado de sus enseñanzas, de su ejemplo. El descubrimiento del mundo a través de sus ojos, aquello aprendido a su lado es luz que alumbra las dificultades inherentes e irremediables de la vida. Por eso un padre debe enseñar el mundo sin dogmatizar ni interpretar, pero marcando claramente los valores éticos que te permitan ser una persona capaz de mantener un equilibrio entre la norma y la felicidad.
Los padres son los espejos, los ejemplos de los que de niños aprendemos lo bueno y “lo menos bueno”, porque también hay que aprender que un padre no es perfecto, la completitud no existe, aceptar que somos seres en falta. Saber que cometemos errores nos hace aprender a superarlos, no se me ocurre mejor mensaje de esperanza e ilusión. Todo esto estructura El monopolio de los árboles.”
Rosa Mª Estremera con su nuevo poemario.
El luto dolorido por la muerte de un ser querido, en este caso tu padre, conlleva su proceso. ¿Cómo te ha ayudado a vivirlo la escritura de este libro?
Rosa Mª Estremera “Este poemario se ha constituido como camino de elaboración de las distintas emociones que surgen tras la pérdida de mi padre y me ha permitido superar el vacío de su pérdida. En términos psicoanalíticos, el duelo no consiste en sustituir el “objeto perdido”, en este caso, “el ser querido”, sino en cambiar su relación con él.
El impacto de la pérdida no solo se refiere a la ausencia del ser amado, también que hay algo del sujeto que se pierde en el duelo; no solo se queda sin palabras, se queda “en vacío”. Ese vacío he podido llenarlo con los versos de este libro El monopolio de los árboles, objeto de deseo que obtura el hueco abierto por el duelo y que atañe a lo real, al afecto, a las entrañas de donde surge el poema y que se convirtió en un basamento donde sostenerme en tal arduo proceso.”
Piedras y árboles son realidades y figuras poéticas que desarrollas en esta nueva obra. ¿Qué significado adquiere la eternidad de las rocas?
Rosa Mª Estremera “La naturaleza, que atraviesa cada vez con más fuerza mi obra, vertebra este libro y son los sentimientos que surgen por la ausencia de mi padre. Esos elementos de la naturaleza sirven de catalizador para expresar lo sentido.
“La lluvia lleva tu voz para esculpirla
en la memoria de las piedras
que siempre son eternas”
Estos versos simbolizan para mí cómo el amor del padre ausente perdura para siempre, cómo se convierte en parte de nuestro propio ser. Por eso un ser querido nunca muere, siempre queda esculpido en la memoria de quien lo amó, indestructible como una piedra.”
Cubierta de El monopolio de los árboles junto a una Antología poética de Antonio Machado.
¿Y qué flexibilidad hay que tener como ciertos árboles para encarar los envites de la vida?
Rosa Mª Estremera “Hay que saber dejarse mecer por la brisa y aprender a soportar los embates de la tormenta. La flexibilidad de las ramas de un árbol para con la brisa y el huracán, simplemente nos habla de su gran sabiduría de la que todos deberíamos aprender.”
Tu poesía, hasta donde conozco, está llena de luz desde el primer poemario que publicaste con Vitruvio, Sinfonía y voces, aunque como en la vida haya que recorrer un camino lleno de obstáculos. ¿Cómo se sigue mirando a la vida y a la poesía con esa ilusión luminosa?
Rosa Mª Estremera “La poesía, escribir, el propio acto de crear, me pone del lado de la pulsión de vida, esta manera de sublimación permite fortalecerme ante los continuos e irremediables ataques del lado de la pulsión de muerte. Ambas pulsiones conviven y dan forma a la existencia. Para mí, la poesía es la manera que tengo de encarar con ánimo y fuerza los obstáculos, me hace encontrar la luz que siempre existe y que ineludiblemente se encuentra junto a las sombras. Escribir poemas me redime ante el mundo.”
¿Cómo has evolucionado como poeta desde aquel poemario hasta este nuevo que nos presentas ahora?
Rosa Mª Estremera “Aquel poemario se estructuró como un punto de inflexión que me ha permitido consolidarme como escritora a lo largo de estos cinco años, asentándose las bases de mi poética. A lo largo de estos cuatro libros he aprendido que las sensaciones provenientes, bien de reflexiones internas o de estímulos externos, sobre todo de aquellas que surgen de la contemplación de la naturaleza y cualquiera de sus elementos, se convierten en emociones. Estas emociones se transforman en sentimientos que salen a la luz a través de la palabra, del verso. Convirtiéndome en un simple cauce entre esa primera sensación, el verso y el lector. Cada vez tengo más claro, que para mí el autor es solo eso; un simple sendero por donde pase la palabra. Este último libro gana en proximidad, en sinceridad, pretende superar el vacío ante la pérdida y la ausencia.”
Primero fue Sinfonías y voces, luego El tacto de la luna hiriente, Las tierras que nos cubren y ahora El monopolio de los árboles. En todos estos libros te acompaña Pablo Méndez como editor de Vitruvio. ¿Qué importancia tiene esa compañía en una editorial que ha consolidado su prestigio y solera tras casi 25 años de vida?
Rosa Mª Estremera “Pablo Méndez Jaque crea Ediciones Vitruvio en 1995 con 20 años. Una hazaña increíble. Desde entonces se ha afianzado como una de las editoriales con mayor prestigio. Para mí no solo es un placer, si no un verdadero honor haber publicado todos mis libros hasta ahora con Vitruvio, y espero que esta unión siga por mucho tiempo. Solo tengo palabras de agradecimiento, no solo por sus consejos y apoyo, sino por su incansable trabajo por la literatura y la cultura. Sin ninguna duda es un ejemplo a seguir.”
Sobre qué te gustaría hablar que no hayamos hablado.
Rosa Mª Estremera “Me gustaría compartir con todos los lectores uno de los poemas del libro El monopolio de los árboles y dedicárselo a la memoria de Antonio Estremera Canca, mi padre.
LA HERENCIA
Me dejaste el litoral y la calidez de las costas.
Los viajes, el mar,
la forma de la nariz.
La piel morena.
El amor a la aventura, el recorrido largo
la sencillez de tu mirada.
Tu ofuscada obcecación.
Por descubrir la belleza de la luz
tras las sombras,
atravesaba este país recién estrenado,
para embarcar en aquellos navíos
que mostraron ante mis ojos
lo grande que son los océanos.
Me dejaste las escaleras del puente,
la comida a las doce,
las cenas de las seis,
las cartas de navegación
y los dedos de los pies iguales.
El amor por un horizonte que descubrir,
aunque no siempre fuera el mismo.
El buen apetito,
el orgullo, el esfuerzo
y la inocencia infinita.
El gusto por lo exquisito.
Un poco de tus ojos saltones
y nada de tu gusto por el ajedrez.
Me dejaste la libertad del aire,
la densidad de la niebla,
el amanecer entre el oleaje,
una protuberancia en el cráneo
un hoyuelo en el mentón
y la fortaleza para vivir los sueños.
Manuel Carmona Rodríguez