Editorial

El arte, resumía Borges, es: “una revelación inminente que no se realiza”. Esta definición de ausencia y visión expresa claramente de mezcla de frustración y esperanza con la que se vive toda actividad artística. El arte, los trabajos artísticos son medios –puentes- para poder relacionarnos con la realidad. Son también herramientas para obtener placer, conocimiento y reconocimiento. Analizar esta estrecha relación entre el arte y las personas, sirve para entender el creciente uso de la arteterapia.

Pero no es nuevo. Cuentan las leyendas griegas que Orfeo, quien añadió dos cuerdas a la lira que le había regalado Apolo, tocaba tan dulcemente que apaciguaba a los hombres, amansaba a las fieras y los ríos y las plantas silenciaban su canción para escucharle.

En este número de “La Terapia del Arte” que el lector tiene frente a su pantalla dedicamos especial atención a la pintura en el área de psiquiatría, donde ha ejercido -desde hace muchos años- como puerto de llegada y cómo puerto de salida. Para entender esta capacidad de expresión anímica de la pintura es interesante leer en el discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes, de un gran pintor español Joaquin Vaquero Turcios esta observación: “ Quien pinta se mueve a tientas en la penumbra en la que se fragua la aparición y conservación de unas imágenes mentales que, a veces, se siente empujado a dar a luz, como si ellas mismas exigiesen ser pintadas… Es un sistema biológico apasionante. Saber que las formas y colores que recordamos y que las apariciones mentales que dan origen a la pintura, en vez de ser imágenes invasoras procedentes de la realidad y, por lo tanto, cuerpos extraños en nuestro mundo interior, son ya interpretaciones, pinturas o collages compuestos por nosotros mismos sobre aquellos temas, me parece, a la vez tranquilizador y estimulante. Para recordar, pintamos mentalmente. Al pintar, creamos memorias de otras pinturas. La memoria y la pintura parecen ser casi lo mismo…Porque las pinturas son testigos de la vida de quien las pinta, confirmación de su trabajo y de sus sueños…Pintando, abriéndose paso en su senda interior, el pintor indaga en sí mismo sin saber donde está, ni como es lo que debe encontrar. Un camino difícil, porque se trata de perfeccionarse recorriéndolo más que de llegar a una meta que se comprende de antemano imposible de alcanzar. Algo que hay que hacer casi siempre en terreno solitario, con riesgo, sin que valga asirse a quitamiedos o a reglas aprendidas, con la única compañía imprescindible, exigente, agotadora, de la libertad”.