Editorial

EL DOLOR NOS DEFINE

Parece que ya es primavera. Pero no. Los coletazos de un invierno duro se hacen notar en el cuerpo y en el espíritu.

¿Quién no ha tenido una mala noticia inesperada, muy cercana?

Tan cerca que te sorprenda la vida en su fragilidad imponente y silenciosa. Nada es seguro, ni el tiempo ni las circunstancias, ni nuestro estado de salud, ni nuestro confort físico, ni nuestro anclaje amoroso. Todo es perecedero.

La barca se mueve en alta mar.

-Señor¡¡¡

-¿De qué tenéis miedo?

– De todo, de esto, de hoy, de lo que no es tierra firme, de lo que no es ayer. Ay Señor¡

Y da lo mismo si tienes 15 años o si tienes 70. Quieres certidumbres- quieres que nada se mueva- quieres todo y para siempre…

¿Cómo que no puede ser? Y si no puede ser ¿por qué lo añoro?

Ante un pequeño adiós, “me voy”, tiemblas;  pero sobre todo ante el gran adiós, ante la muerte,  nos rebelamos y también nos revelamos.

No puede ser.

Nos rebelamos porque no asumimos pérdidas tan preciosas, nos revelamos porque es ahí donde demostramos quienes somos en espíritu y en verdad. Ese momento durísimo nos define como persona.

¿Eres capaz de soportar un dolor? ¿Cuánto dolor?

La primavera es engañosa, parece que están cuajados los almendros cuando un viento frio irrumpe una madrugada y desgrana miles de pétalos esparciendo una hermosa nevada florecida.