Javier Romañach
In memoriam
Javier era un entusiasta. Le gustaba ir en moto, tocar la guitarra, darle al ordenador. Por eso se licenció en informática. Trabajaba en una buena empresa. Tenía 28 años cuando un coche le atropello y se quedó tetrapléjico. El hospital de parapléjicos de Toledo fue su casa durante bastante tiempo.
Tras seis años en rehabilitación, trabajando seis días a la semana, cinco horas cada día, pudo mover algo las manos, bien los brazos y algo el tronco. Pudo conducir su propia silla de ruedas.
Pero sobre todo aprendió lo que sólo el sufrimiento aceptado y superado enseña, un grado de paciencia, sabiduría y entrega a la vida inédito, un plus original y personalísimo que le llevó a afirmar: “Ahora -dijo a sus amigos y les pongo de testigos- soy mejor persona”.
Y lo era. Pensó en su circunstancia y la salvó, pero no sólo. Salvó también a los miles de personas que como Javier sufren un accidente, un traumatismo craneal, un ictus, una enfermedad…Y de pronto, en un instante cambia tu vida. Javier luchó por la independencia, fundó el Foro de Vida Independiente, luchó por la accesiblidad universal, luchó por la dignidad de toda persona diferente. “No estamos mal hechos, afirmaba, está mal hecho el mundo”.
Todo mi agradecimiento y mi admiración a su pensamiento versado en un artículo publicado en Cuenta y Razón número 134 “Omisiones bioéticas sobre la Discapacidad” escrito en colaboración con Soledad Arnau sobre la tesis de la película “Mar adentro”.
Se nos ha muerto Javier. Pero la vida para los que en Dios creemos no termina, se transforma y lo que una persona es, es un bien eterno. Yo espero volver a saludar a Javier.
Leticia Escardó