“¿Dónde buscar los productos que saciarían el hambre de quien está sólo?”
Me cito a conversar con el franciscano Fray Enrique Roberto Lista para hablar sobre el movimiento humano y social que está llevando a cabo con el apoyo de la Orden Franciscana en Betanzos (La Coruña), y los hombres y las mujeres que se están uniendo a Familia Abierta para dar respuesta a un problema de Occidente: la soledad que viven muchos adultos, sobre todo los jubilados.
Familia Abierta es una entidad y un colectivo humano reciente, pero que prende sus orígenes en otras experiencias humanas que Fray Enrique Lista ha tenido desde hace veinte años atendiendo a personas que han sufrido rupturas familiares, y conociendo a drogodependientes desde que empezara a colaborar con la fundación italiana Mundo X. Esas vivencias previas unidas a tener sus ojos, su inteligencia y sensibilidad bien abiertos, y mirar a su entorno más cercano con compromiso, le ha hecho afrontar de cara el drama de la soledad.
Como veréis los lectores de La terapia del arte a lo largo de esta conversación con Fray Enrique, no es baladí que en Inglaterra se haya creado un Ministerio de la Soledad, tras descubrir la prestigiosa investigadora Marian Barnes en un estudio para la Universidad de Brighton -en el que los propios abuelos formaron parte del equipo de investigación-, que la falta de atención a esos hombres y mujeres ya jubilados por parte de familiares y otrora amigos es uno de los mayores problemas de nuestro tiempo: un claro ejemplo de la pobreza de la condición humana. ¿Nos comprometeremos cada uno, todos, a darle una respuesta que merezca la pena? Dejo ahí la cuestión, ahora pasemos a escuchar a Fray Enrique.
¿Cómo se percataron de la necesidad de dar respuesta al problema de la soledad que viven muchas personas en nuestro tiempo?
Nos dimos cuenta de la necesidad que había de atender a las personas que viven solas sobre todo a raíz de la atención que dábamos a personas marginadas. En concreto tenemos un albergue de transeúntes en Santiago de Compostela; yo estuve al frente de él durante 15 años. Y después también colaboré con la fundación italiana Mundo X de atención a drogodependientes. Al albergue llegaban muchas personas que vivían esta situación de soledad, sobre todo aquellos que salían de una ruptura familiar. Y en Mundo X descubrí que acoger personas drogodependientes era una manera de dar respuesta a un problema que es muy fácil verlo: el de la soledad. Basta con abrir la ventana y ver el entorno, sobre todo aquí en Galicia.
¿Qué circunstancias comunes y cuáles específicas viven las personas en soledad que ahora conviven en Familia Abierta?
Bueno estamos todavía en un periodo de iniciación, aunque el proyecto tiene 20 años de vida, hemos tenido varias experiencias, pero ha sido ahora hace poco cuando hemos intentado llevarlo a cabo. No podríamos responder, porque ya digo, estamos en un periodo de convocatoria, tenemos algunos días unos desayunos, y a través de unas personas conocidas van viniendo otras, y vamos dando así estos pasos. Tenemos todo: la casa, el proyecto, pero la gente no captó bien en un principio la oferta. Pasado ese tiempo inicial, ahora sí estamos descubriendo que vamos dando pasos y esperamos hacerlo realidad.
Al responderme a la primera cuestión, me ha hablado de la intrahistoria de un periodo vivido durante 20 años, y las personas a las que ha atendido en esos otros proyectos sustentados o bien en atender a personas en exclusión social causada por rupturas familiares; o bien a dar ayuda a drogodependientes. Dentro de estos dos colectivos concretos, ¿hay quienes se han sumado a Familia Abierta?
No va orientado específicamente a estos colectivos, sino que la sensibilidad se despertó porque en Galicia en el mundo rural hay muchas parroquias con una docena de personas que viven solas. Esa cercanía y la observación de esa realidad, me llevó a descubrir a esa gente que estaba sola y a ver las consecuencias de la soledad que se vivía en el albergue. Y también la forma de vida fue la que me inspiró a entrar en contacto con Mundo X -que atiende a drogodependientes-.
Esto no quiere decir que las personas que viven solas vengan de colectivos especiales o marginados. De hecho nuestra propuesta no es para gente que haya que atender o dependiente, ni sólo para gente mayor, sino para cualquier persona mayor de edad que se sienta o viva sola y quiera remediar esa situación.
¿Qué dificultades de concienciación en las propias personas afectadas; en las instituciones públicas y privadas a las que se ha dirigido, y en cuanto a los recursos humanos y económicos han tenido que vencer para poner en marcha Familia Abierta?
Es una cuestión, dado el planteamiento, que no requiere mayor inversión. Yo soy franciscano, y la Orden Franciscana cuenta con unas infraestructuras: tenemos varios conventos. A ello se suma el hecho presente de la falta de vocaciones, lo que facilita que haya que abandonar esos conventos o darles otro uso. Y a partir de ahí hemos hecho la propuesta de ocupar no solo este convento sino cualquier casa que tenga unas características de acogida para cualquier persona. Otra posibilidad son las Casas Rectorales que hay en las parroquias, y que ahora están en desuso e incluso en riesgo de estropearse.
Y, por último, no queremos que sea algo de buscar subvenciones, sino que el coste de vivir en esos conventos o casas rectorales sea el mismo que tiene la gente que está sola en casa, e incluso es posible que sea menor porque al reunirse a hacer la comida, si se hace para cinco personas siempre es más económico que hacerlo para una.
Varios hombres y mujeres, que participan en Familia Abierta, charlando antes del desayuno.¿Qué es común y qué diferencia a la soledad vivida en las ciudades respecto a la soledad vivida en lo rural?
Creo que la soledad está presente tanto en el mundo rural como en el urbano, y en los pequeños pueblos, pero dadas las características del entorno rural de Galicia es más acentuada aquí porque hay casas muy aisladas. Para llegar a un núcleo de población esos vecinos necesitan caminar durante media hora, y eso hace que la gente se aísle más. Esas personas no tienen la facilidad que tiene una que vive en la ciudad y baja a la calle, que, aunque esté sola, tiene más fácil acceso para encontrarse con otros.
Ya digo que la soledad está presente en el entorno urbano pero de una manera especial en el rural.
En 2017, la Real Academia Española recogía el término aporofobia: que como usted sabe designa el rechazo que la persona pobre genera en su propia familia y allegados. Fue un terminó que creó la pensadora Adela Cortina hace más de 20 años. La Orden Franciscana ha constatado que una de las manifestaciones de la pobreza en nuestro tiempo es la soledad. ¿Qué reflexión humana y social podemos hacer sobre este asunto?
Es una situación muy evidente como consecuencia de la forma de vida que llevamos hoy. Las carencias educativas en nuestro tiempo son manifiestas. Enseñamos a usar la tecnología, o a cómo usar los medios, o a cómo hacer cálculos científicos, pero dejamos a la persona carente de una formación en la dimensión espiritual y en la dimensión social. En lo espiritual y en lo social se fomentan las virtudes y los medios para la convivencia. En esas circunstancias se promueven el afecto, la gratificación, el que tengamos interés por la persona. Ahora en cambio estamos viviendo el abandono de los padres, de los abuelos, y también hay casos de padres que abandonan a muchos hijos. Creo que ahí está una de las razones por la que la soledad está apareciendo de una forma alarmante.
La Orden Franciscana por sus características ha fomentado siempre la fraternidad universal. Esto lleva a que seamos en especial sensibles hacia aquellos que no pueden disfrutar de esa fraternidad o de ese afecto que debe llegar a todos. La persona necesita dar ese cariño y también recibirlo.
¿Cómo podemos afrontar esas carencias educativas y sociales que nos apunta?
Creo que por desgracia quienes gestionan y administran lo Público en todos los campos, y en especial la protección y el cuidado de la familia, debían poner la sensibilidad en esto. Hay que superar las limitaciones que hoy se están poniendo a la familia tradicional, que a mi modo de ver era tan fundamental como la escuela, el instituto o la universidad. Ahora tenemos la posibilidad escolarizarnos, pero en cambio hemos privado a la persona de esa escuela fundamental para la vida que es la familia. Y eso creo que no tiene remedio sino se recupera la familia.
De ahí que Familia Abierta pretenda ser una forma de vida familiar porque hemos experimentado que la gente que se relaciona, que tiene ese contacto, de alguna manera mitiga -nunca logra igualar-, pero sí le mitiga la falta de familia.
La Orden Franciscana, ¿cómo está llevando este asunto de la soledad al resto de órdenes e instituciones eclesiásticas?
Hemos emprendido esta iniciativa hace muy poco, y tenemos nuestras atenciones de carácter social (albergues para transeúntes, atención a peregrinos, comedores), aparte de estar la Orden Franciscana extendida por todo el mundo.
Nuestro deseo es que se tomara conciencia y que formara parte la atención a la soledad en toda la Orden Franciscana, y por supuesto en toda la Iglesia, que tuviéramos esa sensibilidad hacia la soledad como hacia otras cuestiones como las que se atienden a través de Cáritas y tantas otras instituciones que siempre han estado presentes en la vida de la Iglesia.
¿Qué dificultades se están encontrando para que otras entidades católicas y la propia institución eclesiástica poco a poco vayan poniendo sus bienes a disposición de obras humanas y sociales de esta importancia?
Dificultad no estamos teniendo ninguna, creo que hoy como apuntaba antes hay casas, seminarios, casas rectorales, conventos, que están a disposición. Lo único que falta son personas que lleven la iniciativa a cabo y también que haya respuesta por parte de aquellos que lo necesitan. Que esas personas en soledad vayan descubriendo la bondad de esa propuesta y se vaya extendiendo por allí donde haga falta.
Siguiendo con esta reflexión que acaba de hacer, ¿hasta qué punto se está poco a poco desarrollando dentro de las instituciones como Caritas y otras similares, un punto de interés y de concienciación respecto a dar respuesta a esta necesidad?
No lo sé porque es una propuesta que se me ha ocurrido y que he hecho hace tiempo, y aún falta responderla, pero me consta esa cercanía que tiene la Iglesia hacia toda esa gente necesitada. Se ve reflejada sobre todo en Cáritas y a través también de las Órdenes y Congregaciones religiosas que se dedican a la enseñanza, a la atención de enfermos, etc.
Hoy en día cualquier persona que observa a una comunidad de vecinos, descubre que hay 2 ó 3 viviendas donde vive una sola persona, y esa persona enseguida manifiesta si ella puede soportar esa soledad o si, por el contrario, esa persona no interesa a nadie o nadie le hace caso.
Y después un lugar donde se detecta mucho esa realidad es en las parroquias durante la misa, creo que el papel del sacerdote y de la parroquia tradicional eran muy valiosos en el sentido de atender y motivar a que las personas se sintieran menos solas. Porque, ¿cuántas veces nosotros terminamos sabiendo hasta el Historial médico de aquella persona que acude a la iglesia? Sabemos si toma el Sintrom, qué pastilla está tomando, aparte de si le vienen a visitar sus familiares, y todas esas circunstancias que evidencian enseguida las personas que están solas.
Esta última parte de su respuesta me hace pensar en lo que ha sido en el comienzo del s. XXI en España y Europa el desarrollo de la Ley de Dependencia. Según la misma son necesarias la atención médica e institucional, y el cariño familiar y de los amigos. Durante la Historia era una labor que en parte venían haciendo curas y monjas, ¿es necesario revitalizarla?
Sí, considero que hoy más que residencias y centros de días -que son necesarios-, la gente lo que quiere es cariño y consideración, más que subvenciones o dedicar mucho dinero. Volviendo a algo que había apuntado antes, creo que la carencia no es tanto de medios sino de actitud y de sensibilidad hacia las personas que forman la familia o que están en el entorno.
¿Cuántas personas que están solas tienen familiares y gente incluso que se benefician de los medios que tienen esas personas?
En cambio creo que últimamente nos hemos hecho insensibles e indiferentes hacia el otro. Están llenos los supermercados de productos, pero no tenemos dónde buscar los productos que saciaría el hambre de quien está sólo, que es la consideración, el tenerlo en cuenta, y el que sepan que le interesan a alguien. Creo que si abandonamos la dimensión humana, si privamos a la persona del cultivo de la dimensión espiritual, la estaremos abocando a un gran sufrimiento.
De hecho en el Reino Unido se ha creado un Ministerio de la Soledad a partir de la investigación desarrollada por la Dra. Marian Barnes, experta en políticas sociales, quien ha contado con adultos entre los 65 y 80 años para formar parte de su equipo, además de ser el tema de estudio. Detectaron que están siendo excluidos por familiares y amigos, y recurren a hombres y mujeres con quiénes están más cerca a diario: el tendero, la farmacéutica, el taxista.
Efectivamente esa noticia que salió en Inglaterra propició que nosotros también nos diéramos a conocer, porque llevamos 20 años con el proyecto de Familia Abierta. Y es cierto como le comentaba antes que mucha de la gente que viene a las iglesias y a la parroquia, aparte de vivir su fe -algo que ha sido fundamental en su vida-, lo que busca es encontrarse con alguien que le escuche y atienda.
Pero sí que hay casos cercanos a todos nosotros de muchos abuelos o padres que no ven durante todo el día a sus hijos, y es realmente doloroso y triste ver en una persona los síntomas o la expresión que produce la sensación de la soledad.
¿Qué labor de concienciación y de formación se puede hacer a través del Sistema Educativo con profesores, estudiantes y familias desde la ESO, el Bachillerato, la F.P. y la Universidad para dar respuesta a esta realidad que es la soledad?
Yo no sabría responder a esa dificultad tan grande. Considero que un poco volviendo a la propia Historia, a lo que hemos vivido de niños. Aunque nuestras familias tenían muchas carencias y eran pobres, pero en cambio sí eran ricas precisamente en la atención y en el sentido de pertenencia.
Yo fui de niño al Seminario con 11 años, y aunque estaba muy lejos de mis padres, de mi hermana, de mi familia, estaba muy pendientes de ellos. Tenía angustia y miedo a que les pasara algo, incluso mi comportamiento siempre tenía como referencia a la familia. Dudo mucho de que la Administración lo remedie a través de sus medios.
Para dar respuesta a la soledad hay que nacer e inculcar el valor del entorno familiar desde el momento en que uno llega a este mundo. Es necesario retomar esa sensibilidad, esos valores, esos principios, para que una persona que se separa de su entorno, tenga ese cariño y afecto, ese amor a la familia, a sus vecinos, a su pueblo. Cuando uno ama, se entrega y busca lo mejor para la persona a la que quiere.
¿Qué cambios son necesarios en los pueblos y en las ciudades para que se favorezca la convivencia intergeneracional?
Creo que hemos de abrimos más al diálogo, al encuentro, incluso pienso en nuestras parroquias en las que se reúne la gente los domingos o en cualquier momento, hay que incluso fomentar la celebración y la fiesta. Por ejemplo, cuando terminamos la misa en una iglesia donde están las aldeas dispersas: ¿Por qué no tomamos un café en común?, y que junto a haber celebrado la fe de las propias creencias, expresemos esa gratitud de encontrarnos con las propias personas.
Por experiencia propia también he descubierto esta cercanía organizando excursiones. Hace dos días me reunía con 80 personas que han participado en viajes que hemos organizado durante 20 años y hay un afecto extraordinario entre ellas. De hecho la gente hacía muchos de los viajes no tanto por lo que íbamos a ver y a disfrutar, sino por el ambiente que se había encontrado en el grupo.
En Familia Abierta, cuidáis con especial atención el compartir la preparación de las comidas, y sentarse en torno a la mesa en el desayuno, el almuerzo y la cena. ¿Qué vivencias positivas se están teniendo entorno a las conversaciones que surgen mientras se cocina o se comparte la comida?
Andrade.
Pues la verdad extraordinarias, cada semana celebramos un desayuno para ir acercando a la gente. Hace tres semanas éramos 5, y hoy ya fuimos 20. Es extraordinario el encuentro, la disponibilidad, colaboran en todo, se sienten parte, y después todos sentados entorno a la mesa nos hemos ido conociendo. E incluso se ha hecho un grupo de comunicación donde nos hacemos llegar las noticias. Estamos viviendo un momento muy esperanzador y gratificante.
Es una gozada, por usar esta palabra de moda, ver la satisfacción con la que sale la gente, y la disponibilidad no para hacer cosas ocupacionales o para matar el tiempo, sino que realmente se dedican a esto que nosotros consideramos tareas y que repercute en la propia persona: Por ejemplo, si yo en la casa que estoy la tengo limpia, cómoda, la comida sabrosa, no lo estoy haciendo para los otros, que también, lo estoy haciendo para mí mismo. Queremos que la persona sienta esa gratificación de obsequiar al otro y también de realizarse y de sentirse gratificado por el otro.
¿Qué otras tareas estáis compartiendo los miembros de Familia Abierta, y cuáles estáis empezando a diseñar que os cause especial ilusión?
De momento lo que nos importa es formar el grupo y que la gente experimente nada más llegar que hay apertura, que hay respeto, y después las actividades vienen dadas por las circunstancias y las posibilidades que ofrece el lugar donde se está. Las actividades pueden ser de muchas maneras, incluso solidarias: Ayudar a otras personas, invitar a otras personas que están solas a comer, si quiere colaborar limpiando la iglesia.
No se va a obligar a nadie a ninguna tarea, sí que habrá que proponer tareas a hacer, pero el que no quiera saber nada de la iglesia, no pasa nada, y a lo mejor hay una huerta en la que cultiva unas lechugas. Lo que siempre vamos a hacer es que esas tareas no se hagan en solitario, sino que sea alguna colaboración de todos, incluso que alguna gente pueda lavar su ropa y plancharla junto a otros.
En el Reino Unido, según datos oficiales, hay 9 millones de personas -2 millones mayores de 75 años-, que viven en soledad. Para dar respuesta a esta realidad, como hemos comentado, se ha creado el Ministerio de la Soledad. Afecta a personas en mejor y peor situación económica y social. Varias preguntas al respecto, la primera, ¿en qué ayudan las nuevas tecnologías para combatir la soledad y en qué perjudican?
Creo que como todas las cosas que se han inventado son herramientas, nosotros tenemos el cuchillo que puede servir para hacer mucho daño o para partir el pan y compartirlo. De igual modo debemos utilizar estos medios de comunicación y estas nuevas tecnologías para fomentar el encuentro y los valores.
En el trasfondo habría que eliminar el interés económico, y también es necesario acabar con el fin de dominar a los demás y de manipularlos. Sin embargo, creo que pasa como en parte con la política, ésta es un servicio público extraordinario, pero vivimos momentos en los que estamos percibiendo la política y a los políticos en vez de como unos servidores o como la solución, más bien como un problema. Es decir, es normal que si se juntan 5 personas que han sido elegidas por todos, lo lógico es que se reúnan no para reprocharse entre ellos y echarse en cara, sino para buscar unir fuerzas, diversidades, y ofrecer la respuesta.
Creo que tenemos muchos medios, pero habría que cambiar el trasfondo de lo que hacemos y rechazar todas esas cosas que estamos percibiendo y que crean desazón. Y después hay que acabar con el hecho de que la Administración te dé una subvención y tengas que hacer un cartel más grande para que conste que te la han dado, y que el coste de ese cartel sea el mismo importe de lo que te han dado. Ahí es donde veo una equivocación y una orientación errónea de lo que estamos haciendo.
La segunda, en ese estudio de la Universidad de Brighton, dirigido por la Dra. Marian Barnes, descubrieron que lo que más valoran los abuelos son las relaciones con los demás, sentirse valorados y seguros. ¿Cómo están evolucionando la autoestima y las relaciones de las personas que conviven en Familia Abierta desde que iniciaron esta aventura hasta hoy?
Ya le digo que llevamos poco tiempo reuniéndonos y da la sensación de que la gente que está viniendo desde el principio hasta ahora lo está viviendo como un cambio. De hecho hemos comprobado que a la hora de abrir hay personas que ya están en la puerta esperando. Están entusiasmadas y con ganas de encontrarse con los demás.
Mi preocupación es también un poco el atinar y el saber responder a esa demanda que tiene la gente, y hacerles llegar nuestra propuesta. Y también que vean que no es para nada una utilización, a nosotros no nos importan ni sus ideas, ni su dinero, ni su patrimonio, de ahí que consideramos que la riqueza y la solución de este problema en gran parte está en las mismas personas. Yo aporto mi soledad con mis capacidades al otro, y el otro me la aporta a mí, y entre los dos hacemos esa compañía y esa solidaridad que remediará -nunca del todo-, a ese familiar ausente.
Si la persona se hace más sociable, si participa, si cambia la alimentación y no siempre está comiendo lo mismo, mejorará su situación personal. E incluso es posible que se entusiasme y recupere cosas que sabía hacer, eso lo iremos viendo a lo largo de que se vaya desarrollando nuestro proyecto.
¿Qué podemos hacer los periodistas y los medios de comunicación para ayudar a entender y afrontar la soledad?
Creo que en primer lugar lo hemos notado por la respuesta que hemos tenido. En segundo lugar, divulgarlo y hacerlo llegar a los demás. Y después yo creo que a nivel de comunicación de todo esto habría que no darle tanta importancia a la audiencia: yo he trabajado en medios también, tenía un programa religioso y me decían que me centrara en la audiencia -cantidad- y, sin embargo, nunca me preocupé de esos ranking de audiencia. Lo que me preocupó es que lo que yo transmitía o que, lo que yo ofreciera, fuera un servicio público pensado en los demás y haciendo un bien.
Creo que hoy es triste que haya 100 millones para comprar un futbolista, y no haya 100.000 euros para atender a las personas que viven solas. O que celebremos el Carnaval con tanta parafernalia y aportando tanto dinero, y luego que en la mitad de las casas del pueblo viva gente sola. O el hecho de que se hayan desarrollado unos Servicios Sociales que son de ordenador: Tienen todos los datos, lo que mide una persona, lo que calza, lo que come, pero en cambio esa persona se queda sola en su casa cuando a las tres de la tarde se cierran las oficinas de los Servicios Sociales y de la Consejería de Servicios Sociales.
¿Quién tiene que dar respuesta? -Fray Enrique, se queda en silencio unos segundos, y a continuación responde a la pregunta que él mismo ha formulado-.
Pues supongo que los que buscan los votos, y ofrecen y proponen, ahí tienen una realidad: hacen unas ofertas, hacen unas promesas, pero el problema no lo solucionan.
¿Quién lo tiene que solucionar? Pues ahí también están los periodistas, que también tienen esa profesión tan bonita, de tanta responsabilidad, y que tienen el camino de la libertad y de la verdad en sus manos.
Sobre qué tema le gustaría conversar que no hayamos conversado.
Creo que lo hemos tocado todo bastante, pero me gustaría que esta iniciativa de la atención y sobre todo de la sensibilidad hacia la otra persona no sea de las instituciones sino que sea de todos y cada uno de nosotros. Si en mi comunidad de vecinos, como apuntaba antes, sé que hay unas personas que están solas, pues yo puedo abrir la puerta con frecuencia para acogerlas o para salir también a su encuentro, y compartir con ellas.
Creo que todos seríamos de alguna manera apóstoles de la soledad atendiendo a la persona sola que está junto a nosotros.
Manuel Carmona Rodríguez