“Todo lo que me rodea estructura mis sentimientos y mi persona”

Rosa Mª Estremera

Me cito con la psicoanalista y poeta Rosa Mª Estremera para conversar sobre las circunstancias de nuestro tiempo, y ofrecer esta conversación a los lectores de La terapia del arte. Fue otra excelente mujer y poeta clásica, María Luisa Mora, quien hace unos años nos puso en contacto.

Cuando llamo a Rosa Mª Estremera, ella acaba de disfrutar de la alegría de saber que su hijo mayor está teniendo una enriquecedora experiencia personal y como docente en el sur de Chile. Internet y las aplicaciones tecnológicas bien usadas ponen hoy a España e Iberoamérica más cerca que nunca. Nos detenemos unos minutos a dialogar sobre la importancia de los buenos maestros en la vida de cualquier estudiante.

A continuación, doy la palabra a Estremera para que con su experiencia y conocimientos nos muestre los vínculos entre el psicoanálisis de raíces lacanianas y la poesía. Apreciaremos la capacidad terapéutica de los versos sobre quien los escribe y los lee, algo que Rosa María ha vivido en su propia persona. Y sacaremos a la luz la importancia de prestar atención a aquellas palabras y expresiones que cualquier paciente reitera en su discurso; en ellas radica el trasfondo de sus problemas y, por tanto, a ellas ha de prestar su saber hacer el psicoanalista para guiar al consultante en su proceso de sanación.

Rosa Mª Estremera, una doble pregunta para iniciar la entrevista. La primera, dada tu trayectoria personal que empezaste a escribir como afición siendo una niña y adolescente en el periódico El Faro de Ceuta. Y años después retomaste la escritura como vocación y como una de tus actividades profesionales a través de la poesía. ¿Qué le aporta la escritura poética a la Rosa -persona-?

Ser poeta se configura para mí en el modo y la manera de entenderme en el mundo, la forma de poder nombrarme ante él.

Desde muy joven he ido forjando sin remedio la voz que me caracteriza como poeta, el semblante particular y subjetivo de compromiso con la palabra y la aceptación de mi vínculo vital con la escritura y la poesía en particular.

Escribir protege mi yo más vulnerable ante la soledad del ser. El verso me redime, el poema me nombra, la palabra me hace.

Y, la segunda, ¿qué le está aportando la psicoanalista a la poesía como profesional de ese campo?

La certeza de que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Que las palabras allí relegadas y el significado que le demos, pueden llegar a determinar nuestra actitud ante la vida. En mi proceso creativo esas palabras llegan al exterior a través del verso.

En mi primer libro Sinfonías y voces (Ed. Vitruvio) escribo: Solo somos palabras que dotamos de sentido y a ellas nos enlazamos. Estas palabras, estos versos, dominan mi mundo interno y se configuran en mi manera de expresión.

Hablando en otros momentos, me has apuntado que a lo largo de tu vida llevas tratadas a personas de diferentes edades cuya media estaría entre los treinta y sesenta años -dos generaciones-. Primera cuestión, ¿qué evolución por cuestión de pertenencia a una u otra generación observas entre tus pacientes desde que empezaste?

Aunque evidentemente la actual sociedad lleva implícita una serie de síntomas inexistentes hace unos años como: temas de trastornos alimenticios, o nuevas adicciones, muchas de ellas vinculadas con los avances tecnológicos y las redes sociales que enmascaran y ocultan los síntomas de diferente manera; hay inhibiciones y angustias atemporales que se repiten generación tras generación con las distintas connotaciones que dan los cambios sociales, pero que perturban de igual manera.

La mayoría de esos síntomas están relacionados con la dificultad del individuo para disfrutar de su día a día, de su cotidianidad y suelen ir emparejados a sentimientos de culpa inconscientes y a la dificultad del individuo por asumir su falta y esclarecer la relación que mantiene con su deseo, entendido este como motor de la vida.

El hombre se siente solo y los motivos inconscientes sin solucionar siguen paralizando al individuo en el trabajo, en las relaciones sociales, en las redes o por ellas. Las mismas dificultades bajo distinto disfraz, esa es por lo menos mi percepción particular al respecto.

Segunda cuestión, ¿cómo has evolucionado tú como psicoanalista recurriendo a los métodos que te ofrecen la poesía y la escritura para recurrir a sus técnicas y cauces de expresión para atender a esas personas que llegan a tu consulta?

El psicoanálisis y la poesía son construcción y son creación. Aunque sus técnicas y cauces de expresión son distintos, ambos comparten un lenguaje que busca un sentido tras el manifiesto. Tanto la poesía como el psicoanálisis, a mi manera de ver, comparten un saber que ve la luz a través de la palabra.

El psicoanálisis es el arte de buscar, encontrar y descifrar las palabras que tenemos escondidas en lo más profundo de nuestra alma. La poesía, el poema, es un camino por el que esas palabras revelan su significado al poeta.

Terapéuticamente a través del psicoanálisis el consultante encuentra sentido a esas “palabras” escondidas, que hablan sobre los hechos que le angustian, llegando a superar de esta manera los síntomas que le enferman.

El poeta encuentra sosiego y calma, tras los versos, al sinsentido que domina su mundo interno, su verdadero yo.

Tercera cuestión, ¿cómo enriquecen esas vivencias profesionales y personales a la poesía que escribes?

Yo, soy escrita, escribo en algún poema. Todo lo que me ha rodeado y rodea estructura mis sentimientos y mi persona, lo que veo, lo que me sucede, lo que escucho… como decía Ortega y Gasset Yo soy yo y mis circunstancias, y si no la salvo a ella no me salvo yo.

Esas circunstancias en mi caso se salvan por ese vínculo vital al que me refería antes y que tengo con la poesía psicoanalítica.

En conversaciones anteriores hablábamos de como la poesía te ha ayudado a superar bloqueos psicosomáticos: la vivencia de la espalda y lo que ello supuso. ¿Cómo fue todo aquel proceso hasta llegar a la poesía para aplicártela en tu propia sanación y el reencuentro además con tu profunda voz poética?

Como te comenté en su día el primer libro fue un mecanismo por el cual mi deseo se consolida. Y sucede en un momento en que una lesión me obliga a pararme y pensar. Ese tiempo de reflexión me otorgó el suficiente alejamiento para poder ver con claridad hacía dónde quería ir, ese desbloqueo con respecto a lo que anhelaba, el dar consciencia a los motivos inconscientes que podía albergar me hizo tomar de nuevo las riendas de mi vida, si cabe con mayor fuerza. Ese acto se transformó en una maravillosa herramienta que ayudó a mí restablecimiento.

No hay milagros, hay trabajo, esfuerzo y lucha por sobreponerse. Hay deseo de ser.

Eres una mujer que vives con entusiasmo, compromiso y responsabilidad tus circunstancias biográficas: como pareja, madre, profesional de la poesía y del psicoanálisis, como ciudadana. Y lo reflejas en tu día a día y en tu obra poética. Uniendo a todas las Rosas que hay en ti. ¿Qué carencias claves observas en los hombres y mujeres de nuestro tiempo, en la sociedad de hoy?

La falta de deseo precisamente, o mejor, de no saber qué hacer con ese deseo que nos empuja a vivir. Todo ello aderezado de falta de comunicación, del autoengaño de la falsa placidez, de la velocidad que nos imprime un tiempo que no nos deja pensar, la autocomplacencia. La falta de tolerancia y la ausencia de cuestionamiento propio y ajeno. La corrupción generalizada. Todo esto nos lleva a una sociedad vacía que nos esclaviza y nos sume en una forma de deshumanización. La crisis, a mí modo de ver, solo es la punta del iceberg. La rapidez de los acontecimientos vela nuestros propósitos.

Cada vez estamos más solos, somos menos seres. Estamos abocados, de seguir así, a desaparecer como individuos, y no olvidemos que el individuo es la base de la sociedad.

Y vinculada a la anterior pregunta, ¿qué nos pueden enseñar y dar la poesía y otras artes para aprender a responder a esas carencias que tenemos, y mejorar como personas y sociedad?

El arte, la poesía, la cultura, el amor, la amistad, el trabajo… son los mecanismos, que la persona, como ser humano, posee para contrarrestar las pulsiones negativas innatas que poseemos y buscar un equilibrio que nos permita vivir de la manera más satisfactoria posible para con nosotros y la sociedad.

El ser humano es capaz de crear y también de destruir. Ser consciente de ello nos lleva a luchar por ponernos del lado de esas energías o pulsiones positivas, como el arte, que nos hacen ser humanos y sumar, construir, avanzar.

Cuando escribes le das un sentido a tus versos y poemas. Y te has encontrado -como otros escritores- con que un lector al leerte ha sacado una interpretación diferente al sentido de ese poema. Varias cuestiones al respecto. ¿Qué proceso lingüístico y psicoanalítico se genera cuando ello sucede?

Lo que yo escribo adquiere un sentido propio, como no podría ser de otra manera. Un sentido en el proceso de dar forma a la emoción que produce el sentimiento que intento traducir en palabras y en versos. Pero el poeta para mí solo debe ser un cauce por el que la palabra llegue a otra persona que la haga suya. En ese momento el autor desaparece y el verso se convierte, debe convertirse, en la proyección subjetiva del que lo interpreta, del lector.

Siguiendo con lo anterior, cuando te encuentras a un lector con otra interpretación diferente a la que tú le has dado a tu poema, e intercambiáis esos puntos de vista. ¿Cómo os completa a ti como poeta y psicoanalista, y al lector como ser humano y amante de la lectura?

Como en cualquier otro ámbito, las diferencias de opiniones, sentidos o interpretaciones generan un gran enriquecimiento intelectual.

Por un lado, es en la diversidad donde surgen las ideas. La asunción de que no existe un pensamiento ni un enfoque único hace al hombre ser humilde, preguntarse, aceptar, seguir aprendiendo.

Por otro lado, esto solo nos muestra cuán distintos somos y que es, en esa singularidad, donde reside la riqueza del ser humano. Todas esas subjetividades y percepciones forman un tejido social amplio, diverso, rico y libre.

Cubierta del poemario Las tierras que nos cubren (Ed. Vitruvio).

Penúltima cuestión, ¿qué se esconde tras tu último libro publicado Las tierras que nos cubren?

Tras Las tierras que nos cubren (Ed. Vitruvio) se esconden el miedo, la falta y la pérdida. La muerte como fin, pero también como transformación y esperanza. El arrastre del tiempo, la disolución.

Vertebrado por la mujer que se cuestiona, se reconoce y se perdona, que se asoma sin complejo al abismo que descubre tras sus versos.

Las tierras, donde no existe el tiempo, dibujan el límite de mi mundo interno, es mi libro más psicoanalítico, un paseo paradójico que busca más allá del significado aparente las coordenadas de mi estructura y de las estructuras que determinan al ser, influida por mi experiencia psicoanalítica en poemas como la neurosis, la locura, el deseo, el trauma, o la angustia existencial…

Un decir de lo sentido en una búsqueda del misterio que soy y que me hace.

Sobre qué tema quieres conversar que no hayamos conversado.

Decía Martin Heidegger en su libro: Hölderlin y la esencia de la poesía, que la realidad de verdad del hombre es, en su fondo, poética.

En mi caso no tengo duda, por eso me gustaría finalizar con un poema que dedico a todos los lectores de La terapia del arte.

 LO INEXORABLE

 

No me suceden las horas,

se quedaron adheridas

a las rejas oxidadas de una verdad.

 

Latentes en el tiempo.

 

Una maceta enarbola la vida

y adorna el ladrillo azotado y deforme.

 

Sobre la vida, la muerte.

Sobre mis ojos, tu llanto.

 

En la calle contigua asalta

el desprecio de los hombres.

 

Inverosímil y real.

 

Ventanas que charlan sobre las tumbas.

 

Palacios antiguos sobreviven

a la humedad de los días perdidos.

 

Los minutos

esperan tras las horas

el arreglo misterioso del paso por el mundo.

 

Rosa María Estremera: Las tierras que nos cubren. Ediciones Vitruvio.

 

Manuel Carmona Rodríguez