Si en el reportaje dedicado a los libreros independientes del número de octubre de 2017, nos acercábamos a las realidades de Páginas de Espuma y Tolstoievski, ahora en el número de febrero de 2018 nos adentramos en el mundo de la edición de Ensayo y Poesía de la mano de Santiago Herráiz de Rialp, y de Pablo Méndez de Vitrubio. He de agradecer la atención de ambos y de sus equipos que han colaborado en hacerlo posible.
España ha sido a lo largo del siglo XX el país de Europa donde más se ha leído ensa-yo, como le gustaba recordar a Julián Marías. Ortega y su Revista de Occidente, y Espasa Calpe, fueron referentes a ambos lados del Atlántico durante décadas, a las que se sumaron otras empresas editoriales con el paso del tiempo como Rialp (1949). La poesía en español tiene una brillante tradición de siglos. Pablo Méndez a la edad de 20 años se sumo a esa difícil y apasionante vocación que es editar poesía. Y afirmo como lector que poetas como María Luisa Mora o Rosa María Estremera, que forman parte de su grupo de autores, son de lo mejor que se puede leer en la lírica de nuestro tiempo.
¿Cómo ven la realidad editorial hoy estos dos editores con los que conversamos en este número de La terapia del Arte?
Le damos la palabra a Santiago Herráiz: “En el ámbito del ensayo, la historia, la filosofía, la espiritualidad, que es donde más trabajamos en Rialp últimamente, también hay que aprender equilibrismo: sin reducir la potencia del pensamiento, hay que ofrecer a los lectores contenidos más digeribles, en dosis más pequeñas, y con apariencia más atractiva.”
Para Pablo Méndez una de las claves, sobre todo tras el aprendizaje de haber toreado la crisis, radica en sus autores. De hecho el lema de Vitrubio dice: una editorial son sus autores. Este es el reto que a diario se marca Méndez: “Yo la verdad es que sí que creo que hay que hacer las cosas un poco mejor, y creo que en la crisis ha pasado eso, ha sido como un ajuste de cuentas: déjate de leches y céntrate bien, busca libros muy buenos porque si no éste no hay quien lo venda. Yo lo he hecho así y lo hemos notado.”
Como vemos la autocrítica con equilibrio e inteligencia es positiva, nos ayuda a todos, exige pararse a pensar qué funciona, qué está fallando o qué puede mejorarse, y a continuación llega la hora de tomar decisiones. Como lo hace Ediciones Rialp y nos lo cuenta Herráiz: “En Rialp somos pequeños, externalizamos muchos servicios, y miramos qué hacen los demás. En mi caso, cometo errores todos los meses, pero hay confianza, y hay alguien que me lo dice. Sentir la empresa como propia, trabajar por objetivos, revisar con frecuencia los procesos para encontrar atajos en velocidad y eficiencia, esmerarse en dar un mejor servicio, mantener un clima optimista y de buen humor en la editorial…, son cuestiones para mí importantes.”
Esta búsqueda de lo mejor fue una de las consignas de Julián Marías a lo largo de su vida, y además le dedicó un ensayo: Tratado de lo mejor. Como vemos ambos editores coinciden en esa actitud cotidiana por poner el ojo y el arco apuntando al centro para que dé en aquel blanco.
¿Cómo lo hacen Pablo Méndez y su equipo de Vitrubio?
Méndez nos lo cuenta reafirmándose en la trascendencia de sus autores: “Porque cuando le preguntas a alguien dónde publicó la 1ª edición de La colmena de Cela pues no lo sabe y está bien que no lo sepa. Lo importante es La colmena, y no la editorial. Una editorial son sus autores, y un editor debe rodearse y publicar autores buenos.”
Pero Méndez es también consciente de la importancia de los otros compañeros de viaje, desde distribuidores a libreros, pasando por lectores. Y a cada uno le asigna su sitio y las circunstancias que tiene que vencer para salir airoso. Se solidariza con los distribuidores, un oficio que Méndez ve en peligro porque “yo creo que la figura del distribuidor va a desaparecer con los años porque cada vez se tiende a buscar a menos mediadores, y no deja de ser un mediador el distribuidor, y es una labor también complicada.”
Y el fundador de Vitrubio destaca la valentía de los libreros comprometidos: “Yo he sido librero, y creo que es una labor muy difícil, por eso yo admiro a los libreros. El librero por ejemplo tiene que saber muy bien devolver, que es una de las ciencias de la librería. Él tiene que hacer librerías cada vez más sociales, donde se hagan actos, donde haya vida, pero luego se hace esto y no funciona. Y yo creo que ahí Internet ha hecho mucho daño a las librerías.”
Para Santiago Herráiz otra clave radica en la llegada de la impresión digital que permite imprimir cuando un libro está goteando solo las gotas necesarias. Así nos lo explica: “Quedan atrás los palés de libros invendibles en almacén. Y el mercado va en esa dirección, hacia una reducción progresiva del stock y un print-on-demand de calidad: pienso que ha sido como la llegada de los Reyes Magos en el sector. Permite que no haya que descatalogar los libros que gotean: y si pones el vaso en todas las estalactitas, lo que acabas recogiendo no es nada desdeñable.”
Y llegamos al público, una circunstancia decisiva. Así lo ve Pablo Méndez en otros momentos de la Historia y en pleno siglo XXI: “Siempre la literatura se ha nutrido de aspectos más populares que luego no tiene inconveniente porque mucho lector surge de ahí y luego acaba leyendo con más entidad, no hay que darle a eso demasiada importancia. Y luego lo que hemos dicho, el paso del tiempo coloca a cada uno en su sitio, El Quijote cuando salió fue una novela recibida como una novela de entretenimiento y divertida, y luego los años la han convertido en la mejor novela de la Historia de la Humanidad. Habrá ahora libros que nos parezcan de menor categoría, y luego pasen a la historia.”
A lo largo de sus trayectorias, Santiago Herráiz y Pablo Méndez también viven la aventura de ese autor que sorprende y que es capaz de hacer toda una obra que sea reconocida como la cosecha de un clásico. Sin embargo, ambos nos advierten de los riesgos y de las realidades que conlleva el toparse o no con ese talento. Así lo vive Herráiz: “Yo he apostado muchas veces por libros, y luego me he quedado solo en el partido. Y al revés: publicas un libro con miedo, con inseguridad, y los lectores aplauden tu buen criterio… Nunca acabas de conocerles, tienen algo de imprevisible, y el descubrimiento de un autor gigante suele suceder después de trabajar con muchos autores normales. Todos deseamos encontrarlos, es como ir con el palito del zahorí: en Frankfurt, en Londres, en todas las ferias internacionales, en cada búsqueda de catálogos de agencias y editoriales extranjeras.”
Esta es la experiencia de Méndez sobre este tema: “Yo recuerdo cuando empezaba hace muchos años en que tuve una etapa en la que creía, como se cree por ahí que hay mucho genio sin descubrir, y me dedicaba a buscar autores desconocidos, siempre me ha gustado mucho, que tuvieran una gran obra y una gran personalidad-, y la verdad es que encontré muy poco o nada.”
La autoedición es también una circunstancia que existe desde la invención de la imprenta. Pero será a lo largo del siglo pasado cuando más auge cogerá llegando hasta nuestros días. Herráiz posa su mirada sobre este hecho mezclando ternura e ironía: “Nada de todo eso me parece mal. Poder publicar el propio libro obliga al autor a terminarlo. Y si logra atravesar el amurallado círculo familiar y el primer círculo de amigos incondicionales capaces de leerlo, podemos beneficiarnos todos de un nuevo autor. Yo corro cada año la San Silvestre Vallecana. Salimos creo que más de treinta mil personas a correr, pero no tardan en separarse los que corren bien.”
Y con ojos comprensivos y también lúcidos mira a la autoedición Méndez: “En el fondo en las editoriales definir autoedición es muy complejo. Y es muy complicado, por ejemplo una editorial que solo publica premios en el fondo también es una edito-rial de autoedición. Lo que pasa es que en lugar de pagar la edición los autores, la paga los ayuntamientos, pero en el fondo también es autoedición, y eso a la gente del sector, sobre todo a los escritores les pone muy nerviosos.
Ahora hay editoriales que en el fondo subcontratan y son imprentas, y eso es la autoedición ahora. Tu vas por Internet, y te dicen 40 ejemplares tanto. Pero eso no lo considero autoedición, es la misma labor que hacían antes las imprentas. Y es que encima las imprentas cuando hacían eso cuidaban las ediciones, sabían maquetar, ahora esos libros son horrorosos, no están bien maquetados, no están bien construidos.”
¿Y cómo viven Herráiz y Méndez las circunstancias de las redes sociales, de los blogs y de las webs? ¿Qué les está suponiendo el universo de Internet?
Para Herráiz “Al no poder tocar el libro, como sucede en librería, el tiempo que te concede el lector es muy poco, un pantallazo. Ganamos en facilidad de acceso, perde-mos en penetración: importa por tanto más la estética, la belleza de cubierta, el atractivo de título y foto, y la reseña. Son lenguajes nuevos, que hay que aprender y mejorarse cada día.”
Y Méndez busca hacer centro en la diana distinguiendo el uso de las redes sociales, del papel que le concede a la web de Vitrubio y de la utilidad de las restantes aplicaciones: “No somos una editorial de Internet, pero sí lo utilizamos y nos parece divertido. Con Facebook la gente se entera de todos los actos que haces y me divierte. Y ponemos las presentaciones de los libros que para nosotros sí son muy importantes, tenemos 2 semanales, y las ponemos en Facebook, y es una manera de estar cerca de los lectores y los lectores cerca de los libros, y eso sí nos gusta.”
Vamos llegando al final de este viaje con nuestros dos editores con los que hemos conversado en este reportaje en La terapia del arte. Pero antes de decirles hasta pronto, nos gusta darles la palabra para que cada uno nos diga por qué les parece fascinante un buen libro y el oficio de editor. Así se expresa Pablo Méndez mientras nos invita a sumergirnos en el más literario jardín madrileño: “En el Parque del Retiro de Madrid hay una especie de biblioteca en el que la gente puede dejar los libros y el que va se los lleva. Pues ahí no hay libros no porque la gente no los lleve sino porque cuando los llevan, que los llevan, duran segundos. Los libros son un objeto que a los que nos gustan nos gustan mucho, y prescindir de forma casi absoluta del objeto a través del ebook es complicado, es que en el fondo el ebook no es nada, es un archivo que va de un lado para otro, que te lo lees, pero creo que el alma del libro es difícil. Y, por otra parte, el libro es una máquina perfecta, ayer leía un libro de 1902 que está perfecto, es la única máquina perfecta que gana con el paso de los años y gana en belleza. Imagínate un libro dedicado de Machado, pues es una gozada, es un objeto de museo”.
Y de la perspectiva del editor de Vitrubio a la de Rialp a través de Santiago Herráiz: “Pero lo que sí pienso, sinceramente, es que el enemigo real es una sociedad que abandone el hábito lector de libros de calidad y lo sustituya por alternativas de ocio. Estamos en contacto con una empresa de audiolibros, estudiando esa posibilidad: escuchar es también leer. El problema es el deterioro del músculo cultural, pensante, reflexivo, contemplativo.”
Manuel Carmona Rodríguez