La poesía me carga de positividad
Siempre resulta grato sentarse a conversar con la poeta María Luisa Mora. En las tierras manchegas de Yepes, a poco más de veinte kilómetros de Toledo, y a unos sesenta kilómetros de Madrid, encontramos a una de las más completas poetas de la España de nuestro tiempo. A lo largo de su prolífico camino ha ganado el reconocimiento de público y crítica, prestigiosos premios como el Adonais, el Ciega del Manzanares, el Rafael Morales o el Nicolás del Hierro. Ya está viendo publicar sus Obras Completas (Vitubrio). Es Académica de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas y Artísticas de Toledo.
En esta entrevista para la revista La terapia del arte conversaremos sobre la capacidad terapéutica de la poesía; las vivencias comunes que se comparten a través de la escritura con los lectores; el Dios sanador; como las circunstancias cotidianas de un pueblo son iguales o similares a las de una ciudad; y la importancia de transmitir la poesía a los niños.
María Luisa, ¿qué capacidad terapéutica tiene la Poesía?
Para mí escribir es fundamental. Necesito la poesía para limpiarme de energías negativas y para cargarme de positividad. Ayuda a vivir de una manera más profunda todo esto que llamamos existencia.
¿Cómo ayuda a sanar la escritura de poesía de vivencias dolorosas?
Es una forma de catarsis, en mi caso ha sustituido a psicólogos y a terapias que, sin la poesía, hubiera necesitado con total seguridad.
Cuando un lector de tu obra poética se te acerca o te escribe y te comenta que leerte le ha ayudado para afrontar una situación personal, ¿qué sientes? Cuéntales a los lectores de La terapia del arte algún caso que te ha pasado.
Realmente es cierto que debido a la experiencia traumática que sufrí con la muerte de mi hija, he podido contactar con algunas madres en redes sociales, y en mi mismo pueblo, a las que creo que mi poesía ha podido ayudar de alguna manera. Algunas me lo comentan. Pero solamente he expresado algo que viven muchas familias. Yo solamente soy una más. También otras situaciones, otras experiencias, otros sentimientos pueden calar especialmente en algunos de mis lectores, que se ven reflejados en algunos de mis poemas. Pero eso nos sucede a todos, a mí también me ha pasado con otros poetas. La poesía es un reflejo del semejante.
A lo largo de tu obra poética, vas retratando tu mundo cotidiano: la vida en Yepes, las presentaciones de tus libros en Toledo, Madrid. Las experiencias con tus padres, hermanos, tu marido, tus hijos y nietos. ¿Cómo cambia la comunicación con tus familiares o vecinos cuando se acercan a leer tu poesía a antes de hacerlo?
Es una forma de descubrimiento personal. Nuestros seres cercanos nos ven de una manera algo distinta, porque descubren facetas de nuestra personalidad, sentimientos, pensamientos, que de otra forma se hubieran quedado ahí, ocultos.
Hay gente que se te ha acercado desde hace años por los premios que recibes pensando que una se puede hacer rica escribiendo poesía. U otros a veces preocupados por los gastos en papel, tinta y correos para enviar los poemarios a los certámenes de premios y editores. Dos preguntas, la primera, ¿cómo cambia la mirada de los preocupados por los gastos cuando una es recompensada con los premios literarios y la admiración de editores y lectores?
Los que conocemos el mundo de la poesía, sabemos bien que casi siempre los gastos son mayores que las ganancias. Quienes hablan de lo que un poeta gana, está poniendo un precio. Los poetas sabemos que la poesía no tiene precio, pero sí posee valor. Decía Lorca que la poesía no quiere adeptos sino amantes. Y el amor hay que aceptarlo tal y como es. Mucha gente no lo entiende, pero la poesía es una forma de entrega, casi siempre generosa.
La segunda, ¿qué decirles a aquellos intrigados por los frutos económicos que dan los premios poéticos?
Es que yo he aprendido a no preocuparme por esas intrigas. Yo sé lo que hay y lo que quiero y acepto.
Tú crees en Dios como criatura amorosa y sanadora. Regálale a los lectores de La terapia del arte un poema que hayas escrito en que se muestre ese Dios sanador y amoroso.
Debilidad
Qué fácil levantar la mirada al firmamento
y pedirte favores prolongados
como una noche al raso de una feria
y qué fácil culparte
de no haber recibido lo perdido,
mientras que nos tiramos en la cama
pensando en el dinero de los ricos
y en la influencia de los poderosos.
Qué fácil exigirte
a ti, Señor, que eres tan sencillo,
una infinita gestación de suerte,
un mar de luz, una primavera sin crepúsculo,
mientras danzamos en ciudades pobres
y la mies que cogemos
no es tan dorada ya como debiera,
mientras nos decimos a la cara
una mentira y otra y, mientras la tristeza
sale de nuestro pecho y rige el mundo.
Qué fácil que el corazón se pierda
entre los estertores de la prisa,
mientras en los almendros más hermosos
duermen cuervos malignos
que les quitan el puesto a tus ángeles.
Sabes que el hombre es débil
y que, en tus manos eternas, se abandona
al golpe de dolor y a la mentira de la lluvia
y, por eso, creaste Tú el perdón:
bálsamo que cura las heridas,
mano que acuna la sangre de los vivos.
El amor es sanador. ¿Qué le dices a un chiquillo que quiere besar con ternura a una niña?
El amor es ese sentimiento que nos une y que nos redime. Los niños saben de eso y lo demuestran constantemente. No le diría nada. El niño es puro y su sentimiento es universal. Ellos lo saben todo sin decírselo.
Tú Luisa conoces muy bien la intrahistoria de la España rural. Las rencillas vecinales. Las miradas recelosas y los murmullos. ¿Qué puede hacer la poesía para superar esas diferencias, y acercar a la gente que convive en el mismo pueblo?
El mundo y el pueblo, en el fondo no se diferencian uno del otro, salvo en el tamaño. En todas partes hay conflictos, pero también respeto, afecto, admiración. Todo eso lo encuentro en muchos habitantes de mi pueblo. Creo que en ese lugar al que llamo » La isla que no es «, hay mucha magia. Lo demás son menudencias.
Estás acostumbrada a mirar las rarezas de la vida. ¿Qué te ha aportado mirar esas rarezas?
La vida es un mundo raro, como decía la canción y como titulé uno de mis libros. Nada de lo que sucede es casualidad. Todo pasa por algo. Por eso yo no llamo rarezas a esas cosas tan normales que voy encontrando día a día. Me he acostumbrado a mirar más allá de las apariencias. A veces me sorprendo emocionada por esos mensajes y por esas luces que nos llegan a todos, y que he aprendido a distinguir.
¿Qué sigue siendo bueno y bello?
La inocencia, el amor, la lucha por la vida, la esperanza, las ilusiones, los sueños… en fin, todo lo que nos mueve a ser mejores y a creer en el corazón de nuestros semejantes, también en nosotros mismos.
Tu isla que no es, Yepes (Toledo), es tierra vitoreada por escritores como Lope de Vega o Calderón, por ti misma. Por pintores como El Greco. Y conocida por su belleza urbanística en el s. XVII como Toledillo. Qué sugieres a quienes nos leen para que visiten Yepes.
Yepes es muy interesante por su historia, por su arquitectura, por su cultura, por sus inquietudes artísticas, por sus habitantes. Pero en mi caso, como poeta, me interesan las vivencias propias y las ajenas, las experiencias del día a día. Para mí Yepes es el punto del que parte mi poesía. Allí está mi infancia, mi adolescencia, mi familia, mi vida cotidiana. Todo mi mundo habita en ese pueblo que para mí es tan importante, porque me ha hecho lo que soy, en cierto modo. Ha alimentado casi toda mi creación poética. Y ya no sabría decir dónde se encuentra el límite entre lo geográfico y lo personal.
Estamos afrontando la última etapa del invierno, que por fortuna está siendo lluvioso y con nieves. En poco más de un mes estaremos en primavera. ¿Qué te aporta a ti el invierno como símbolo de reflexión para ti y tus circunstancias?
El invierno es una época ideal para escribir poesía. También lo es la primavera y el otoño. Lo que no soporto es escribir en verano, una estación en la que toda inspiración me huye. El invierno en el fondo es como morir un poco, pero con la esperanza de la primavera, que también es la vida. Aunque qué duda cabe que el invierno nos impele a la reflexión y ayuda a concentrarnos y a encauzar nuestras ideas más creativas. Casualmente mi último poemario se titula Soneto de invierno, y en él esa estación es el epicentro de todo el poemario.
Sobre qué te gustaría conversar que no hayamos conversado.
Me gustaría que la poesía se acercara a los niños, porque ellos son el germen del futuro. Y un futuro sin poesía no tiene sentido. A mí me inculcaron la poesía los profesores que tuve en mi infancia. Casualmente o porque tenía que ser así, ellos me enseñaron a amarla. Creo que eso puede ser determinante a una edad tan temprana.
Manuel Carmona Rodríguez