Editorial

Ya está aquí el comienzo del curso escolar. No es novedad. Pero es un nuevo curso, que como todo empezar de una acción humana precisa una dirección, meta, objetivo y de una energía suficiente para movilizarnos.
La meta es, no puede ser otra, mi óptimo desarrollo personal –decía Julián Marías que la ética no es buscar lo bueno, sino lo mejor- que no es fácil de evaluar.
La energía para movilizarnos, ay la energía, no siempre la tenemos disponible. Existen fases, edades, situaciones en la vida personal en las que cuesta mucho arrancar. Dice el Espasa que “energía” es eficacia, fuerza, poder. Fuerza de voluntad o de carácter. Capacidad para producir un trabajo. Se mide por el trabajo que produce al desplazarse desde su posición de reposo hasta un punto previamente determinado. Energías hay muchas, pero en esta revista La Terapia del Arte nos interesa especialmente la energía espiritual. La energía capaz de movilizarnos como personas para conseguir realizar nuestro proyecto personal.
El que sea. También en esta energía especial e íntima que tenemos las personas, hay la división de energía cinética y energía potencial.
Como es sabido la energía cinética depende del movimiento, y la energía potencial de su situación. En el principio del curso escolar a todas las familias y a todos los profesores es esta segunda energía silenciosa, la energía potencial de cada cual, de cada niño la que debe interesarnos.
En esto consiste la educación precisamente, en activar el potencial de cada niño. Si logramos con nuestro amor movilizar este potencial, el niño o el adolescente dará frutos.
Desde La Terapia del Arte damos en este número varias ideas que pueden ayudar en este menester, feliz lectura.