Entrevista a Francisco Rodríguez Criado

Escritor español, nacido en Cáceres en 1967. Autor de novelas, cuentos, microrrelatos y obras de teatro, su obra ha aparecido en varias antologías españolas de narrativa breve. Es columnista de El Periódico Extremadura y ha impartido cursos de escritura creativa. Acaba de publicar Diario Down

Pregunta: ¿Cuál fue tu reacción cuando te enteraste de que Francisco había nacido con el síndrome de Down?

Primeramente, de desconcierto. Pocas veces me he sentido tan impotente. A las dos horas de nacer el niño me llamaron para que bajara al nido. Allí me comunicaron que tenía trisomía del 21. Yo ni siquiera sabía qué era eso. Cuando me explicaron que se trataba del síndrome de Down (un término más conocido para casi todo el mundo), no supe cómo reaccionar, qué pensar, qué sentir. Al poco se lo comuniqué a mi familia, que vive en Cáceres. El mismo estupor que me había embargado se adueñó de toda la familia. Pero unos minutos después volvieron a llamarme para darme palabras de ánimo. Esa reacción por parte de la familia, tan positiva, fue crucial en mi recuperación anímica. Mi hermana vino al día siguiente al hospital, acompañada de su marido y de su hija y de un matrimonio amigo. La manera en la que cogían a Chico (entonces tan solo era Francisco), con tanta ternura y tanto amor, fue algo maravilloso. Aunque lo hicieran inconscientemente, percibí que me estaban enseñando a amar a mi hijo, a amarlo en una situación que nadie esperaba dos días antes. Eso me ayudó muchísimo. En los siguientes cuatro días no paré de llorar. Al quinto día comencé a escribir un diario, El Diario Down. Acababa de nacer un nuevo padre, el padre que mi hijo necesitaba.

¿En esa primera reacción negativa influyó la mirada ajena? ¿Pensó en que la discapacidad es a nivel social un estigma? En definitiva, ¿cree que la opinión que posiblemente iban a tener los demás sobre su hijo pesó en su “estupor”?

En realidad es algo que nunca me había planteado de manera consciente. Supongo que sí, que todos somos esclavos –unos más, otros menos– de la mirada ajena. Todos los padres proyectamos en nuestros hijos. Queremos que sean muy guapos, muy inteligentes, muy saludables. Deseamos para nuestros hijos que todo sea “muy”. Por ellos, por nosotros y por los demás. Luego te enfrentas a la realidad, y no me refiero solo a quienes tenemos hijos con alguna discapacidad, me refiero a todos los padres en general. Los hijos no suelen salir como sus padres desean, y cuanto mayor es la proyección, mayor es la posible decepción. Pero volviendo a mi caso personal, pienso que tal vez sí influyó la percepción que la sociedad tiene de la discapacidad. Se cree que es un estigma tener un hijo discapacitado. No puedo hablar de todos los casos, pues la única discapacidad que conozco desde dentro es la de la trisomía del 21. Diré, por si acaso alguien lo duda, que para mí no es ningún problema que mi hijo tenga el síndrome de Down. Lo fue al principio, pero no tardé mucho en darme cuenta de que este niño es un auténtico regalo. No lo digo apoyado en un mecanismo de autodefensa, lo digo con total sinceridad. Tenemos otro hijo, Mario, que ahora tiene dieciocho meses. Aparte de las singularidades de Chico, que va más lento y ha de tener un estricto seguimiento médico, no notamos diferencias entre uno y otro. Los dos nos hacen muy felices. Insisto: Chico no es una carga, Chico es un regalo.

¿El nacimiento de Chico te ha unido más a tu pareja?

En realidad, el nacimiento de Chico ni nos ha unido ni nos ha separado. Mi mujer, a quien llamo Madre Coraje en el libro, llevó muy bien la contrariedad de que nuestro primer hijo viniera al mundo con el síndrome de Down y con una cardiopatía severa (le operaron el corazón el mismo día en que cumplió cinco meses). Como el niño es muy tranquilo y muy bueno, especialmente cariñoso, está siendo fácil criarlo. Es cierto que el cansancio está ahí: con casi tres años, el niño aún no camina y nuestros brazos y espaldas se resienten. Pero no fue ni mucho menos un conflicto en la pareja. Creo que ninguno de los dos puede querer más al niño. Madre Coraje y yo, pese a nuestros caracteres tan diferentes, caminamos en la misma dirección. El nacimiento de Mario, por paradójico que parezca, ha creado más tensión entre nosotros. Es un niño muy activo que demanda nuestra atención veinticuatro horas al día. Por si fuera poco, duerme muy mal (y con él, sus padres). Pero ese cansancio se nos olvida cuando los vemos a los dos crecer sanos o jugar con complicidad. Es una estampa preciosa.

¿Qué te ha enseñado tu hijo?

A los cinco meses sometieron al niño a una operación a corazón abierto que duró seis horas y media. El niño estuvo casi un mes en el hospital, rodeado de tubos y monitores. Aquello parecía la cabina de un avión. El niño sufrió, pero en cuanto notaba una ligera mejoría abría los ojos y lo primero que hacía era sonreírnos. Luego, ya en casa, estuvo unos meses con un respirador artificial. Muy malo tenía que estar para que se quejara mínimamente. Esa actitud frente al dolor es una lección de vida. En cierta manera, nos resta a los otros miembros de la familia la posibilidad de quejarnos ante cualquier nimiedad. Si él no se quejaba de nada, ¿qué derecho tenemos los demás a hacerlo?

Algunas noches me levanto para ir al baño y de regreso a la cama entro en la habitación para ver cómo está, y en ocasiones, en vez de regresar a mi cama, me meto en la suya y me quedo dormido, abrazado a él. Chico, con toda su armonía, logra que me conecte a lo verdaderamente valioso que hay en este mundo.

¿En qué medida le ayudó escribir El Diario Down?

Por usar el tópico, diré que fue una tabla de salvación. Escribir fue la mejor manera de combatir mis miedos. Habíamos quedado en que yo le daría el biberón de la madrugada. El niño solía despertarse a las cinco, yo le preparaba el biberón, se lo daba, y tras acostarlo me sentía a escribir.

Lo he contado todo sobre mi experiencia como padre de un hijo con el síndrome de Down. He contado lo bueno y lo malo, mi frustración inicial y mi posterior alegría. He contado cómo mi familia me enseñó a amarlo y cómo en cierta manera traicioné a mi hijo, cuando en los tres primeros días era incapaz de bajar a verlo al niño si no me acompañaba alguien. He contado cómo iluminaba la casa el niño con sus preciosos ojos azules y he contado la desazón de que tuviera que pasar por una operación a corazón abierto. En El Diario Down he tratado de hablar sobre mis sentimientos sin edulcorantes, pero también sin exageraciones. No escribí el libro pensando en su publicación (aunque finalmente haya visto la luz en la editorial Tolstoievski); de manera diferente a mis otros libros, no lo escribí para hacer carrera de escritor, sino para sortear los zarpazos del miedo, el abatimiento, la tristeza. En cualquier caso, el escritor, padre y ser humano que comienza a escribir El Diario Down no es el mismo que lo termina. En una emisora de radio me hicieron una entrevista y el director del programa dijo que yo había vivido un proceso de conversión. Y es cierto.. Me refiero a que quería ser un padre de un hijo modélico y al final he comprendido que los patrones son solo eso: patrones. Aunque Mario sea en el futuro un inminente científico, deportista o médico, nunca será a mis ojos más que su hermano. Son para mí dos perlas, cada cual con sus propias capacidades y necesidades.

¿Qué les dirías a los padres que están esperando un hijo con el síndrome de Down?

No me veo con facultades para darles consejos a otros padres. Más que nada les daría ánimos. Hay un altísimo grado de posibilidades de que les ocurra lo mismo que a mí: que al principio sufran, pero que rápidamente se dejarán seducir por su hijo. Los niños con el síndrome de Down son deliciosos. Mi hijo va a la Fundación Down Madrid y puedo confirmar que todos los padres estamos encantados con nuestros hijos. Allí no hay el menor rastro de tristeza, todo lo contrario. Envío todo mi apoyo a los padres que en algún momento puedan sentirse tristes (algunos padres son más fuertes que otros, y algunos ni siquiera van a sufrir lo más mínimo porque su hijo tenga una trisomía del 21). A los primeros les informo de que el instinto maternal y paternal se activa mucho en estos casos. Sin darnos cuentas, comenzamos a pensar menos en nuestras necesidades y más en la de nuestro hijo.

Su libro ha sido reseñado o comentado en periódicos de tirada nacional y en muchos medios de comunicación. ¿Esto le anima a escribir una segunda parte?

No, en absoluto. Escribí lo que sentía en un momento determinado. Supongo que antes o después aparecerá un personaje con el síndrome de Down en alguno de mis libros, pero no tengo intención de repetirme con un segundo diario sobre el mismo tema.