Juan Antonio Barcia, Jefe del Servicio de Neurología del Hospital Clínico San Carlos y la universidad Complutense de Madrid, director de un equipo de investigadores, que ha probado una técnica pionera basada en la plasticidad cerebral.
Algunos tumores cerebrales son difíciles de operar por estar localizados en determinadas áreas que podrían dejar secuelas graves en el paciente, áreas que, por ejemplo, controlan el lenguaje, el movimiento o la visión. Este equipo del doctor Barcia ha probado con éxito estimulaciones corticales eléctricas continuas, logrando desplazar las funciones cerebrales del área donde está el tumor antes de iniciar la operación, un proceso que va ligado a la realización de unos ejercicios de rehabilitación. La idea comenzó hace ocho años, pero ahora se han publicado los resultados en la revista de neurología de mayor impacto, tras haber aplicado la técnica en cinco pacientes, cuatro de los cuales salvaron la vida: el quinto paciente falleció a causa de una rápida progresión tumoral.
La técnica desarrollada por el doctor Juan Alberto Barcia, Jefe de Neurocirugía del Hospital Clínico San Carlos de Madrid está indicada específicamente para un tipo de neoplasia llamada glioma y permite, mediante la aplicación de una pequeña manta de electrodos sobre la zona elocuente afectada por el tumor, acelerar artificialmente el deterioro de ese área para forzar al cerebro a que reubique la función correspondiente en alguna otra zona (para lo cual también hace falta cierto trabajo de ejercitación y rehabilitación específica). Es algo así como cambiar los muebles de sitio para poder limpiar la casa más a fondo. Esta capacidad que tiene el cerebro para modificar su propia estructura interna se llama “plasticidad cerebral”, y es una de nuestras más importantes y asombrosas capacidades adaptativas como seres vivos.
Explica el Dr Barcia “Es algo así como cambiar los muebles de sitio para poder limpiar la casa más a fondo”. Hasta ahora, nunca se había aprovechado esta cualidad –la plasticidad cerebral- para mejorar las condiciones de la neurocirugía ni para combatir el cáncer.
La idea se les ocurrió observando los efectos que provoca el propio tumor sobre la plasticidad en el cerebro de los pacientes. Cuando el cáncer daña la zona del habla, por ejemplo, los científicos observan cómo las áreas adyacentes van asumiendo estas funciones a medida que avanzan los daños, en un ejemplo de plasticidad cerebral que también se produce cuando la persona sufre un ictus, un traumatismo e incluso una herida de bala. Si el daño es masivo, en ocasiones algunas funciones son asumidas en las áreas análogas del otro hemisferio cerebral. A partir de estas pistas y los trabajos de otros especialistas como el francés Hugues Duffau, el doctor Barcia comprendió que podía intentar acelerar ese proceso con electrodos y mejorar las opciones de sus pacientes.
El doctor Barcia y la neuropsicóloga Paola Rivera han presentado en el Journal of Neurosurgery esta investigación que resume la aplicación de la nueva técnica en cinco pacientes con tumor cerebral con la que han conseguido algo inédito: trasladar determinadas funciones cerebrales de sitio para poder operar y retirar un porcentaje mayor de tejidos tumorales. “Estamos provocando que una zona del cerebro pierda una función, porque nos interesa, y estamos facilitando que aparezca en otra distinta. Es como un juego de manos neurobiológico”, explica Barcia.
Para Juan Pablo Romero, neurólogo en la unidad de daño cerebral del hospital Beata María Ana que no ha participado en el estudio, lo más sorprendente es que esta investigación del doctor Barcia y su equipo, muestra que las áreas cerebrales primarias no están predeterminadas. “Sabíamos que en el cerebro había párrafos escritos con tinta indeleble, que eran las zonas motora, sensitiva, del lenguaje… que tenían una función predeterminada. Lo que vemos con este estudio es que esas zonas de tinta indeleble se pueden modificar”.
“El hecho de que nosotros podamos modular o dirigir los cambios plásticos en el cerebro podría dar lugar a muchas aplicaciones”, apunta el doctor Barcia. En el horizonte se dibujan algunas de las más prometedoras. ¿Se podría aplicar a la rehabilitación de funciones perdidas por traumatismos o ictus, o incluso a tratar enfermedades degenerativas reorganizando el cerebro antes de que se pierda la memoria? Una de las posibilidades, apunta Pascual-Leone, es acelerar la reorganización del cerebro cuando alguien se está adaptando a una prótesis de brazo o de pierna. O mejorar el pronóstico en niños con encefalitis de Rasmussen, en las que hay que retirar un hemisferio completo. “Fomentar que las funciones no dañadas se trasladen cuanto antes permitiría una resección más rápida y amplia”, asegura. Por otro lado, ya sabemos que si combinas la estimulación con el entrenamiento se acelera el aprendizaje, “también en personas sin lesiones cerebrales”, apunta el neurocientífico. “En este caso hemos visto que es tan importante apretar el acelerador (la estimulación) como llevar el volante (la rehabilitación) y este conocimiento podría ser útil para diseñar nuevas aplicaciones”.