La música aviva la vida

Konstantin Chakarov, es un violinista búlgaro de 46 años que padece desde hace 14 años de Esclerosis Múltiple. Vive en la Puerta del Sol. Dice que desde que llegó a la capital, sólo le falta tocar en la calle. Ya lo ha hecho en entierros, teatros, cines y en orquestas de pueblos. También ha ‘pinchado’ el violín eléctrico en discotecas de Madrid e Ibiza junto a famosos Dj y se ha ido un año de gira por el mundo con el cantante Raphael. Hasta ha tocado encima de un vagón de tren lleno de toneladas de hierro. Ahora le ha dado por el flamenco y está haciendo un espectáculo con la bailaora Carmen Cortés.

Su historia tiene más mérito si contamos que todo ello lo ha hecho con esclerosis múltiple, reinventando la forma de tocar su violín. «En 2011, cuando empezamos la gira con Raphael en Latinoamérica, me dio un fuerte brote que me dejó inutilizado el dedo meñique de la mano izquierda. Y yo soy violinista de izquierdas. Toqué toda la gira con tres dedos en vez de los cuatro que se usan normalmente. Al intentar tocar de otra forma, descubrí otra manera de hacer música, ni mejor ni peor que la tradicional, simplemente diferente», cuenta en perfecto español Konstantin. Ha aprendido a convivir con la enfermedad. «Sé que soy capaz de vencerla. El yoga, la música y las inmunoglobulinas me han ayudado, pero de vez en cuando pierdo el equilibrio y me tiemblan las piernas».

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Konstantin llegó a España en 2003 por amor. No a la música, sino a Pilar, una madrileña a la que conoció en Holanda. Él estaba aprendiendo a tocar jazz con el violín y ella estudiaba piano. «En Bulgaria yo trabajaba en orquestas sinfónicas. Empecé a escuchar al violinista de jazz francés Stéphane Grappelli, uno de los más grandes, y quise aprender ese estilo. Así acabé cursando estudios superiores en Holanda», explica Konstantin.

Diferenciar al músico búlgaro entre la multitud de turistas en el centro de Madrid es fácil. Destaca su 1,87 de altura, muy delgado, pelo lacio negro largo sin una sola cana y lleva una americana color ocre arrugada. Al verle caminar nadie pensaría que pueda tener esclerosis. Algún tambaleo de un lado para otro, pero con las piernas fijas en el suelo durante unos minutos cuando le pedimos que toque en la calle para hacer la foto.

Estamos cerca de la buhardilla de 30 metros donde Konstantin aterrizó por primera vez con la prima de su novia, dos gatos y un perro. «Estaba enamorado y pensé que yo podría sobrevivir en cualquier lado porque soy violinista y además toco bien».