Editorial

El paisajismo es tanto arte como ciencia y como pedagogía. Requiere buenas dotes de observación y habilidades de diseño, así como planificación, creatividad, organización e imaginación. Educar en Paisajismo se refiere a la acción de hacer país, paisaje deriva etimológicamente del francés pays, y del sufijo «aje» que le confiere acción al término. Educar en paisajismo se refiere pues a la educación con sentido de pertenencia, con amor a la geografía y a la historia, es decir, a la identidad de los habitantes conferida por el entorno.  Esta es la relevancia de este concepto. Y en este concepto se fundamenta la acción educativa iniciada por Francisco Giner hace un siglo, obra pedagógica viva que se mantiene a través de los últimos 70 años gracias al colegio Estudio y que merece rescatar visitando la exposición que hasta el 10 de abril está abierta en Madrid en la sede de la Institución Libre de Enseñanza.

Decía don Francisco “aprovecha más a un niño un día pasado en el campo que pasado en clase”. Un buen paisaje abonece el espíritu por años, así Ataulfo Casado lo explica, en una entrevista que “La Terapia del Arte” publica en este mismo número, cómo le enseñó a mirar su maestro y cómo aprendió a observar y conservar paisajes en el fondo de su armario, para poderlos sacar a la luz, cuando en su campo de visión no entran más que tinieblas. Este poder de ensoñar y captar paisajes por el arte de pintores deficientes visuales o ciegos se muestra al público en el museo Tiglológico de Madrid del que ofrecemos un reportaje.