Los beneficios de la música siguen aumentando
Una tesis doctoral realizada en la Universidad de Murcia (UMU) por Marta Hellín Martínez, profesora de Educación Primaria, ha demostrado que el empleo de música durante los recreos incrementa los niveles de actividad física entre los escolares de entre 9 y 12 años, especialmente entre las niñas, informaron fuentes de la institución docente en un comunicado.
En este estudio se analizó la respuesta cardiaca y la actividad realizada por alumnado de un centro público durante un período de seis semanas, en función de cuatro tipos de recreo: libre, con material, organizado o con música. Para la obtención de los resultados se les pusieron pulsómetros para registrar su frecuencia cardíaca.
Además, los recreos fueron grabados en vídeo para analizar los movimientos de cada participante. La profesora Hellín concluyó en sus resultados que los niños fueron significativamente más activos que las niñas, independientemente del tipo de recreo, a excepción de los recreos con música, en donde las niñas participaron con un mayor nivel de actividad física.
El estudio, que ha obtenido la calificación de sobresaliente cum laude por unanimidad, revela que los recreos libres fomentan el sedentarismo entre los alumnos y alumnas de Educación Primaria, en oposición a aquellos en los que se llevan a cabo juegos organizados y con materiales.
La autora de la tesis defiende que los recreos más activos contribuyeron en un 29,1% en el caso de los niños y en 20% de las niñas con las recomendaciones de 60 minutos de actividad física vigorosa. De este modo, se facilitaría desde los centros escolares con el cumplimiento de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de ejercicio físico para luchar contra el sedentarismo y la obesidad infantil.
La tesis doctoral, titulada ‘Intensidad de la actividad física realizada durante el recreo por estudiantes de un centro público de Educación Infantil de la Región de Murcia’, fue dirigida por los doctores José Vicente García Jiménez y Juan José García Pellicer, del Departamento de Expresión Plástica, Musical y Dinámica de la Facultad de Educación de la UMU.
Tocar un instrumento mejora la neuroplasticidad del cerebro
En aquellos menores que reciben instrucción formal en música, se ha observado que se incrementan sus habilidades en otras áreas, no solo auditivas sino también cognitivas.
Existen numerosos estudios que confirman que aprender a tocar un instrumento es beneficioso para la función cerebral a cualquier edad. Por tanto, aprender a tocarlo en la madurez también reporta muchos beneficios para la salud en general y para el cerebro en particular. Si en los niños esta actividad contribuye a fortalecer su inteligencia y despierta su mente, en los adultos también consigue frenar, en cierta medida, las consecuencias del paso de los años en el cerebro.
Según los expertos, tocar un instrumento musical es una de las formas más eficaces para estimular la inteligencia y para entrenar el cerebro a distintos niveles. Esta práctica requiere que varias partes del cuerpo participen de ella a la vez, por lo que se ha comprobado que ayuda a la movilidad, fomenta el desarrollo psicomotriz, influye en la conducta y facilita el desarrollo de la memoria y el lenguaje.
Aprender a tocar un instrumento requiere de la actividad de varias partes del cerebro, puesto que implica a la memoria, pero también a la lógica y a la movilidad, por ejemplo. De hecho, esta actividad requerirá que se muevan las manos o los dedos y requerirá también coordinación y atención. La música consigue, entonces, que se incremente la capacidad que tiene el cerebro para adaptarse y cambiar, y mejora la neuroplasticidad. Para más información
https://fundacionbelen.org/problemas/musicoterapia/
En definitiva, puede afirmarse que tocar un instrumento prepara al cerebro para poder discernir lo que es importante en un proceso complejo, como puede ser la lectura o los recuerdos.
Los beneficios para los mayores de tocar un instrumento
Todas estas aseveraciones cobran una significación más especial cuando nos aseguran que aprender a tocar un instrumento musical puede ayudar a reducir los efectos del deterioro mental y cognitivo que se asocia al envejecimiento. No en vano, en muchas ocasiones, esta actividad se convierte en una herramienta terapéutica en toda regla, como activador de funciones importantes que se pierden con la edad, como es la memoria auditiva, la capacidad para oír o para mantener una conversación en espacios ruidosos. Estos deterioros, de producirse, lo hacen de forma mucho más lenta en aquellas personas que a lo largo de su vida han tocado algún instrumento musical.
Los autores de un estudio que han realizado en la Northwestern University, en Estados Unidos, reconocen que todos estos beneficios se consiguen porque los tonos musicales activan el sistema nervioso, activando al mismo tiempo todas las partes del cerebro que intervienen en la actividad.
Otro estudio realizado en la Universidad de Kansas añade que las personas que tienen una mayor experiencia musical consiguen tener una mayor agudeza visual espacial. Además, en ellas, el cerebro demuestra tener mayor capacidad para adaptarse a información nueva. Los investigadores creen que esto se produce gracias a la práctica y el aprendizaje que requiere tocar un instrumento musical, a través de los cuales se crean algunas conexiones neuronales en el cerebro que compensan las pérdidas cognitivas que surgen con el paso de los años.
Anna Forés Miravalles, directora adjunta de la Càtedra de Neuroeducaciò UB-EDU1st, asegura que “la música constituye un lenguaje universal con el que convivimos desde el nacimiento. Tiene la enorme capacidad de cambiar nuestro cerebro activando muchas regiones que intervienen en procesos motores, emocionales y cognitivos y, seguramente, ha desempeñado un papel esencial en el desarrollo de la naturaleza social del ser humano”.
Son diversos los estudios (Särkämö y Soto, 2012) que constatan que el aprendizaje musical puede incrementar el volumen de materia blanca y gris en determinadas áreas corticales y subcorticales, así como en el cerebelo, que controlan habilidades o aspectos auditivos, motores y cognitivos. Y, especialmente, tocar instrumentos resulta más beneficioso para nuestro cerebro que escuchar música.
La música es un estímulo complejo que tiene la capacidad de estimular el cerebro a niveles muy diversos. En aquellos estudiantes que reciben una instrucción musical formal, la literatura científica apunta que poseen un mejor rendimiento académico. Las últimas investigaciones realizadas con técnicas de imagen cerebral o estudios correlacionales demuestran que este tipo de instrucción produce cambios estructurales y funcionales en el cerebro. Por ello, según apunta María Teresa Daza González, del departamento de Psicología de la Universidad de Almería, “la música se puede considerar uno de los potenciadores importantes de la neuroplasticidad cerebral”.
María Teresa Daza González señala que, desde un punto de vista científico, lo que le interesa sobremanera es la música como estímulo. En este sentido, prosigue esta psicóloga, “lo que me resulta especialmente interesante son las características rítmicas de un patrón musical. El ritmo es un aspecto musical con el que todos tenemos algún tipo de experiencia. Por ejemplo, cuando escuchamos una melodía, instintivamente, tendemos a sincronizarnos con esa música mediante el ritmo, moviendo el pie, una mano o el cuerpo. Sincronizar con un ritmo requiere que primero tienes que ser capaz de percibirlo y a nivel de percepción es un patrón complejo, con lo cual los procesos perceptivos que se ponen en marcha son ya importantes”. Pero, además, continúa María Teresa Daza González, “cuando se sincroniza alguna parte del cuerpo con una melodía, se inician una cantidad importante de procesos cognitivos de anticipación, de planificación y también motores”.
El hecho de que cuando escuchamos una melodía seamos capaces de reconocerla se debe a que en nuestra memoria hay una huella, una experiencia previa. En el caso de los bebés, según comenta la experta de la Universidad de Almería, “el sistema auditivo es uno de los sistemas sensoriales que se desarrolla antes durante el periodo embrionario. Así, durante el periodo prenatal hay ciertas habilidades para captar estímulos auditivos y, en ese caso, tiene sentido pensar que esa estimulación prenatal puede tener algún efecto en el periodo posnatal”.
Durante las etapas educativas correspondientes a Infantil y Primaria, la doctora Daza González apunta que la música podría ser un potenciador de las funciones ejecutivas, que son funciones cognitivas de orden superior que permiten a las personas ser independientes, llevar a cabo una conducta regulada o adaptada socialmente. Por eso, manifiesta, “la capacidad de sincronizar con la música podría ser un estímulo de esas funciones ejecutivas en este periodo de la población infantil”.
En aquellos niños y niñas que reciben instrucción formal en música, se ha observado que incrementan sus habilidades en otras áreas, no solo auditivas sino también no auditivas. Existe una especie de transferencia; es decir, hay una especie de entrenamiento o una experiencia musical que mejora habilidades, pero no solamente aquellas que son necesarias para percibir la música, sino que puede transferir a otras habilidades cognitivas. María Teresa Daza González explica que “ese entrenamiento con la música como potenciador de las funciones ejecutivas, ya sean estas cognitivas y/o socioemocionales, se refleja en mayores habilidades socioemocionales de los niños mejorando su capacidad empática, su regulación emocional, etc. La capacidad de sincronizar con la música también puede ser un potenciador de saber sincronizar o empatizar con otros, regular la conducta social para maximizar o mejorar las relaciones entre iguales”. Una opinión que coincide con la expuesta por la directora adjunta de la Càtedra de Neuroeducaciò UB-EDU1st, quien opina que “cuando un niño o una niña aprende a tocar un instrumento musical mejora, a través de la práctica, la disciplina, la concentración, la memoria o la capacidad auditiva que son destrezas que pueden ser muy útiles en otro tipo de aprendizajes, incidiendo de esta forma en su rendimiento académico general”. Además, la música crea vínculos sociales, “porque activa áreas en el cerebro que nos sirven para captar las emociones de los demás que son imprescindibles para la comunicación y el aprendizaje por imitación que ha posibilitado nuestro enorme desarrollo a los seres humanos”.
Para que el aprendizaje de la música a través de un instrumento tenga efectos beneficiosos en las funciones ejecutivas es necesario, según la mayoría de los estudios, iniciarse en él en edades tempranas y practicarlo durante el mayor tiempo posible a lo largo de la vida. Pero la psicóloga Daza González lanza un interrogante: “qué pasa con aquellos individuos, adultos, jóvenes o niños, que no es que no reciban una instrucción formal de música, sino que son consumidores importantes de la música porque escuchan música, van a conciertos y en su vida está presente la música, aunque no sea con el aprendizaje directo de un instrumento”
Dados los beneficios que la música tiene en la neuroplasticidad del cerebro, es necesario un cambio en la forma de abordar esta materia en el programa curricular de los colegios. Para la psicóloga Daza González, “el aprendizaje musical tendría que iniciarse en etapas tempranas y la experiencia debería ser una competencia más trasversal. No es tan importante que exista una asignatura específica de música como que se focalice más en el aprendizaje del lenguaje musical. Creo que sería más interesante enseñarles a disfrutar de la música.