Entrevista a Alicia Barba Guillén

Alicia Barba Guillén en el campo de refugiados de Idomeni, Grecia. Abril 2016 (Fotografía de Alicia Barba Guillén)

Una española en el campo de refugiados de Idomeni

Alicia, tiene 28 años y trabaja en un hospital como matrona. Sensibilizada con la problemática de los refugiados, contactó espontáneamente con otras personas y se compró un billete con destino al campo de refugiados de Idomeni: el más poblado de todo Grecia, y desmantelado el pasado Mayo de 2016. Se llevó una experiencia difícil de imaginar, y dejó una cartilla maternal para muchas mujeres embarazadas que se hacinaban en el campo en pésimas condiciones. 

¿Cuándo y por qué iniciaste tu viaje?

Estuve en el campamento de Idomeni durante dos semanas en el mes de abril. Me sentía muy sensibilizada con el tema de los refugiados que estaban viniendo a Europa. Llevaba meses viendo en las noticias como llegaban cada día cientos de personas, en las condiciones en las que lo hacían y viendo de qué huían. Simplemente sentía que tenía que actuar de alguna forma, hacer algo. Estuve semanas dándole vueltas, pensando que tenía que ir, hasta que un día por Facebook contacté con gente de diferentes puntos de España con la misma inquietud; nos juntamos un grupo de 9 y viajamos juntos hasta allí.

¿Cómo era el campo de Idomeni, en la frontera de Grecia y Macedonia, antes de ser desalojado? ¿Qué encontraste al llegar?

Idomeni es o era algo que no podía imaginar. La noche que llegamos a un pueblo cercano y empezamos a ver las primeras tiendas en las gasolineras se te encoge el estómago y piensas, qué me voy a encontrar mañana. Y cuando llegas a la mañana siguiente a lo que era el campamento de Idomeni te quedas sin palabras. Lo primero que ves es un mar de tiendas de campaña, mires a donde mires. Y ves mucha gente, muchos niños, que deambulan por ahí. Ves hogueras, ves colas larguísimas que esperan comida o a ser atendidos por un médico, ves mujeres cocinando sobre las vías del tren… Y poco a poco vas conociendo la vida allí. Simplemente Idomeni era un caos organizado, algo totalmente improvisado donde miles de personas sobrevivían como podían, abandonados y desesperados. Y solo estaban allí pasando los días, sin nada que hacer, haciendo colas para todo, deambulando, esperando a que abrieran fronteras, a poder encontrarse con familiares. Y donde todo eran inconvenientes: el día que no llovía y se embarraba todo, hacía aire y las tiendas se volaban o hacía un calor insoportable. No había más.

Mapa del Campo de Refugiados de Idomeni, en Grecia (Fotografía de Alicia Barba Guillén)
Mapa del Campo de Refugiados de Idomeni, en Grecia (Fotografía de Alicia Barba Guillén)

 

Los niños en el Campo de Idomeni…

Llamaba la atención la cantidad de niños que había, muchos solos. No eres capaz de imaginar lo que esos niños han vivido. Ni eres capaz de preguntarles dónde están sus padres por miedo a que te respondan que murieron en Siria o ahogados entre Turquía y Grecia. Los niños tampoco tienen ninguna ocupación, solo deambulan. Gracias a iniciativas de la gente, había por ejemplo un Hammam, donde voluntarios bañaban a los niños y les daban crema solar y ropa limpia. O un grupo de voluntarios montó una carpa que era un centro cultural donde hacían talleres con niños y les enseñaban inglés. Pero había miles de niños por lo que esto solo llegaba a unos pocos.

Hammam para niños junto con personas voluntarias en el campo de refugiados de Idomeni, Grecia. Abril 2016 (Fotografía de Alicia Barba Guillén)
Hammam para niños junto con personas voluntarias en el campo de refugiados de Idomeni, Grecia. Abril 2016 (Fotografía de Alicia Barba Guillén)

Las mujeres en el campo de Idomeni / embarazadas…

Como matrona mi iniciativa (en Idomeni todo funcionaba por iniciativas particulares espontáneas) consistió en hacer una sencilla cartilla maternal a las mujeres embarazadas, con datos importantes sobre su embarazo, para tener constancia de las gestantes del campamento y hacerles un chequeo e intentar hacerles el seguimiento. Esto era muy complicado por la barrera idiomática, necesitábamos traductores que eran otros refugiados que hablaban inglés pero todo se hace complicado allí. No tienen un control adecuado de su embarazo, no se alimentan bien, duermen sobre el suelo… Cuando se ponen de parto les atienden en el hospital pero a los tres días aparecen otra vez en el campamento, con su recién nacido, de vuelta a la tienda de campaña y a dormir en el suelo, tras un parto la que tenía suerte y tras una cesárea la menos afortunada.

Además hay que tener en cuenta las pésimas condiciones de higiene que allí había y pensar lo que eso supone para una mujer que acaba de tener un bebé o que tiene la menstruación o el riesgo de infección para mujer que tiene una herida quirúrgica.

Las tiendas de campaña inundan los raíles de la estación de tren de Idomeni, Abril 2016 (Fotografía de Alicia Barba Guillén)
Las tiendas de campaña inundan los raíles de la estación de tren de Idomeni, Abril 2016 (Fotografía de Alicia Barba Guillén)

 

Los mayores en el campo de Idomeni, las personas con diversidad funcional…

La verdad es que se veían muy pocas personas mayores en el campo, supongo porque la mayoría decidiría quedarse en su país pensando en que les sería muy difícil aguantar el largo viaje que les esperaba. Algunas personas mayores o personas en silla de ruedas contaban que habían atravesado Turquía empujados por algún familiar, a veces incluso les habían tenido que transportar en brazos.

Aglomeración de tiendas y refugios en el campo de refugiados de Idomeni, Grecia. Abril 2016 (Fotografía de Alicia Barba Guillén)
Aglomeración de tiendas y refugios en el campo de refugiados de Idomeni, Grecia. Abril 2016 (Fotografía de Alicia Barba Guillén)

 

Según los datos de El Mundo en Marzo de 2016, “El «90% del trabajo» en Idomeni, se lamentan desde MSF, lo hacen las ONG desplegadas sobre el terreno, ya que el Gobierno heleno no asiste aunque sí despliega, por otro lado, un fuerte contingente policial ¿Cuál es tu visión de Idomeni a este respecto?

Como ya he dicho, todo en Idomeni funcionaba gracias a iniciativas espontaneas, a voluntarios que se presentaban allí y decían ¿qué podemos hacer aquí? El que era sanitario montaba una tienda de atención sanitaria, el que era maestro montaba una escuela, el que tenía furgoneta preparaba comida y la repartía, el que sabía hacer malabares entretenía a los niños, y así todo. Todo lo que “funcionaba” allí era gracias a las ONGs y voluntarios particulares, de muchos países incluyendo gente griega.

Personas aguardando largas colas para recibir comida en el campo de refugiados de Idomeni, Grecia. Abril 2016 (Fotografía de Alicia Barba Guillén)
Personas aguardando largas colas para recibir comida en el campo de refugiados de Idomeni, Grecia. Abril 2016 (Fotografía de Alicia Barba Guillén)

¿Ha merecido la pena el viaje?

Es difícil de contestar. Allí había días que me sentía contenta y satisfecha porque ves que tu trabajo está funcionando y al día siguiente todo te supera y piensas que lo que haces no sirve para nada, porque lo que estas personas necesitan es un techo, una vida digna. Y cuando vuelves y te hacen esta pregunta pues digo que supongo que algo habré hecho, pero mi sensación es la de haber puesto un minúsculo parche, que la solución va mucho más allá. La realidad es que Idomeni ya no existe y que las miles de personas que allí viven siguen repartidas en diferentes campamentos griegos, por lo que nada ha cambiado.

Pero sí ha merecido la pena, porque yo sentía que tenía que hacerlo, que tenía que ir, y “me alegro” de haber visto una realidad tan cruda, de haberles puesto cara, de poder escuchar sus historias por muy duras que sean y de poder trasladar a la gente de mi alrededor lo que estas personas están viviendo y en qué condiciones están.

Las condiciones medionambientales dificultan el día a día de las personas en el campo de refugiados de Idomeni, Grecia. Abril 2016 (Fotografía de Alicia Barba Guillén)
Las condiciones medionambientales dificultan el día a día de las personas en el campo de refugiados de Idomeni, Grecia. Abril 2016 (Fotografía de Alicia Barba Guillén)

 

¿Qué puede hacer una persona sensible a esta problemática desde sus países de origen?

Se puede hacer mucho desde aquí. Cualquiera puede colaborar de la forma que pueda o con lo que cada uno sepa hacer. Hay asociaciones en todas las ciudades que trabajan en este tema y se hacen campañas de recogida de alimentos, ropa o materiales. El que sea maestro hay recursos en internet para hacer dinámicas y sensibilizar a los alumnos. El que sepa de leyes puede trabajar con asociaciones específicas que trabajan este tema a nivel legal. Otros pueden acercarse a centros de acogida donde han llegado algunos refugiados y darles clases de castellano. O también pueden enseñarles la ciudad o acompañarles al médico, por ejemplo. Y todos podemos salir a la calle cada vez que se convoca una manifestación y protestar, para exigir a los políticos un refugio y acogida digna para estas personas.

Los niños en el campo de refugiados de Idomeni, Grecia. Abril 2016 (Fotografía de Alicia Barba Guillén)
Los niños en el campo de refugiados de Idomeni, Grecia. Abril 2016 (Fotografía de Alicia Barba Guillén)

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