Inteligencia artificial, comunicación, arte y ciencia

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La inteligencia artificial o IA ha evolucionado de manera exponencial en los últimos meses, revolucionando ámbitos de la producción humana asociadas a sus capacidades superiores como la creación artística, la comunicación o la propia producción en el conocimiento científico. En un artículo publicado en la última revista Telos por Manuel Gertruix y José Luis Rubio-Tamayo trazan un buen mapa, con intensidad e interés, sobre la situación actual de la inteligencia artificial. Hacemos un breve resumen e indicamos el enlace para seguir leyendo.

Es curioso que cuando nos referimos, en el imaginario colectivo, a la idea de la inteligencia artificial o IA, nos imaginamos una especie de máquina “capaz de hacerlo todo” y que sabe responder a cualquier pregunta que podamos plantearle.

Entender el término «inteligencia artificial» (IA) es sumamente complejo, ya que sus rasgos y sus capacidades van evolucionando en cuestión de periodos de tiempo cada vez más cortos.

Vayamos por partes. Las actuales IAs -y decimos actuales porque sabemos que las transformaciones tecnológicas son excesivamente rápidas – hacen funciones relativamente específicas y están diseñadas de un modo orientado a la especialización, cuyos resultados redimensionan el campo de la intervención humana.

Sabemos muy poco de cómo funcionan realmente las IAs

El problema, es que en la web hay desinformación, noticias falsas, propaganda y, por supuesto, también información valiosa y veraz, opiniones y visiones personales y, además, sobre cualquier tema que nos podamos imaginar. ChatGPT aprende de toda esta información, pero toda esa información no es sinónima per se de conocimiento, por las razones que acabamos de exponer.

Ocurre lo mismo con inteligencias artificiales como MidJourney o Wombo Art, por poner solamente dos ejemplos de IAs en el campo de la generación de imágenes a través de texto insertado. Estas inteligencias artificiales son capaces de generar imágenes a partir de ideas, nociones y conceptos.

La cuestión es que, por una parte, genera imágenes nuevas a partir de conceptos o imaginarios que se encuentran en nuestra memoria colectiva y que se plasma a partir de una especie de algoritmo de predominancia y probabilidades en base a un concepto determinado o una combinación de conceptos a través de capas de información. El aprendizaje de esa serie de conceptos asociados a la imagen es fundamental para la evolución de esa tecnología.

La IA, sin duda, va a ayudarnos a realizar hallazgos sin precedentes en diferentes campos de la ciencia, incluso en ámbitos como las humanidades. Seguramente nos ofrezca aportaciones de gran valor en campos como la arqueología y la lingüística, incluyendo las lenguas ya extintas.

También está claro que la IA va a ser fundamental para encontrar nuevos fármacos, empleos de fuentes de energía o incluso métodos de análisis en diferentes y diversos campos de estudio. Está facilitando la producción de contenido en diferentes áreas, si bien las particularidades de las soluciones en cada área específica deben de ser analizadas y estudiadas.

La cuestión es qué funciones le asignamos a la inteligencia artificial y qué límites le ponemos para que sea una tecnología al servicio del conjunto de la humanidad. No sabemos si una hipotética IA fuerte puede llegar a tener potenciales intenciones autodestructivas o altruistas porque sabemos muy poco de cómo funcionan realmente las IAs. Y esto es porque realmente no sabemos demasiado, todavía, de cómo funciona nuestra propia inteligencia.

De lo que no cabe duda es de que hemos llegado a un punto de inflexión tecnológico, un estado de presingularidad en el que cualquier desarrollo tecnológico potencial que podamos imaginar es inevitable de facto y que la implementación de este es una cuestión de tiempo y evolución.

 

La IA va a evolucionar de una manera que todavía no nos podemos imaginar

Con respecto a la producción artística estamos por ver, en los próximos meses y años, cuales van a ser las repercusiones en la medida en que se están desarrollando IAs para casi todos los campos de generación de contenidos previamente identificados con la producción artística.

Tal vez el factor y la función humana se encuentre en la capacidad de desarrollar experiencias con estas nuevas herramientas, de componer un mashup de piezas artísticas en parte generadas por IAs en la medida en que la concepción del conjunto de la experiencia (un videojuego, una experiencia en realidad virtual, un concierto transmedia) va a suponer gran parte de las funciones de la persona.

 

Al fin y al cabo, en el contexto actual, una IA es un sistema en el que introducimos inputs y nos da una serie de outputs potencialmente infinitos, lo que en el proceso creativo y de desarrollo puede, en ocasiones, llegar a ser un problema.

 

Por otro lado, para concluir, no lo sabemos, pero tal vez esta idea de cómo la IA puede afectar a la producción artística en diferentes ámbitos nos pueda, además de tratar de crear arte disruptivo o con nuevos estilos, ayudar a recuperar valor de aquello elaborado por el ser humano con métodos analógicos o artesanales. Vivir la experiencia ya que el objeto pierde, tal vez, valor simbólico. Puede ser que, al fin y al cabo, lo más reconfortante sea ir a un concierto de rock en un bar pequeño o ir a una exposición de arte y donde la experiencia de vivir un evento cultural con más gente todavía no ha sido sustituida por nada. O tal vez no sea así y la IA encuentre la fórmula para que tengamos una simulación de experiencias todavía mejores. Todavía no lo ha hecho, pero no lo descartemos.