Cuéntanos quien es Helia Rentero
Soy una persona con muchísimas inquietudes, ganas de aprender y de crecer. Me gusta conversar, comunicarme, ver la vida a través del humor. Me encanta especialmente reír. Quiero aprovechar cualquier experiencia como una oportunidad para seguir desarrollándome y poder aportar a los demás algo interesante y positivo.
Me dan miedo el dolor y las injusticias, así que procuro hacer lo posible enfrentar las dificultades y ayudar a los demás a hacerlo.
¿Cómo se forjó tu vocación profesional?
Desde siempre he sentido muchísima atracción por el cine y el teatro. Veía en películas personajes que me hacían viajar a través de sus historias y sus emociones y así fue surgiendo mi deseo de ser actriz. En una función en la que participaba con un grupo de teatro aficionado, sentí una especie de revelación en el escenario que me dejó claro que ese era mi lugar, así que a partir de entonces me lo empecé a tomar más en serio.
Por otra parte, también me he sentido siempre muy conmovida por las injusticias sociales y las situaciones de dificultad, así que con la intención de saber qué podía hacer para ayudar, decidí formarme como educadora social para aportar mi granito de arena desde una perspectiva profesional.
¿Por qué elegiste ser actriz y educadora social?
A través de la interpretación puedes experimentar situaciones que una sola vida no abarca, es decir, es una vía para poder vivir y diferentes vidas sin dejar por otro lado de ser un juego. La educación social te ayuda a empatizar con personas en situaciones muy diversas y en ocasiones complicadas. La empatía, la solidaridad, la humildad y la disposición de aprendizaje se combinan en las dos opciones profesionales.
Mi vocación es el aprendizaje constante, no dejar de observar, de analizar, actuar en consecuencia. Ser consciente de las propias capacidades y limitaciones y del poder del vínculo mutuo entre seres humanos.
¿Cómo se te ocurrió la idea de duplicar la vocación?
Se trata de dos profesiones que encuentran muchos factores comunes. La interpretación implica ponerte en la piel de diversos personajes, como decía antes, vivir historias diferentes a la propia vida y ponerte al servicio del público o del espectador. A la vez, también supone un trabajo en equipo que siempre resulta muy enriquecedor. Considero que el ejercicio del teatro ayuda a llevar a cabo muchísimas tareas relacionadas con la educación social, más allá de conocer sin juzgar, la realidad de muchas personas.
Por eso, la realización de talleres de teatro o de cortometrajes en el ámbito socioeducativo fomenta muchísimos valores y cualidades personales, así como fortalece el sentimiento de pertenencia al grupo.
A fin de cuentas las dos profesiones se basan en la comunicación a nivel artístico y a nivel personal.
¿Qué novedad educativa aporta tu iniciativa de dirigir cortometrajes?
Para mi, dirigir cortometrajes supone un canal donde expresar lo que forma parte de mi vida desde un punto de vista más profundo. Se trata de un lenguaje a través del cual siento que puedo hablar con libertad de lo que forma parte de mi, de lo que me inquieta, de lo que necesito contar, sacar de adentro. Creo que una de las misiones más importantes del arte es canalizar emociones y sentimientos para transmitirlos a los demás. Es una aportación al mundo de nuestro paso por el mismo, nuestro punto de vista, nuestro aprendizaje.
Por eso considero que educativamente aporta infinitas posibilidades enriquecedoras, así que merece la pena hacer que se conozca, ofrecer la posibilidad de generar inquietud e interés en quienes puedan formar parte de un proyecto audiovisual como es un corto.
¿Por qué y cuándo tuviste la idea de escribir a la Fundación Belén?
Escribí a la Fundación Belén con la intención de aportar mi trabajo desde el ámbito de la educación social. Al estar vinculada con el terreno artístico en el sentido interpretativo y audiovisual, consideré que sería una oportunidad muy interesante para combinar ambas vertientes.
Puedes contarnos tus planes futuros…
Actualmente estoy conformando junto a Alberto Aparicio (coautor de los cortometrajes Crecer o aprender a despedirse, Juicio a una poesía difunta, y Sembraste vientos) la productora Mil Alicias Audiovisual. Estamos moviendo por festivales nuestro último cortometraje, Sembraste vientos, que ya ha sido seleccionado en varios de ellos, lo cual nos llena de ilusión. También tenemos pendientes proyectos nuevos sobre feminismo y sobre educación alimentaria. Por otra parte, me gustaría muchísimo llevar a cabo talleres de teatro y de cortometrajes para diferentes colectivos, ya que como he dicho antes, es un mundo lleno de posibilidades de crecimiento.
Como sabemos, el sector teatral se ha visto bastante dañado con el tema de la pandemia, pero tengo muchísimas ganas de volver a pisar un escenario.