Luces y sombras de las aportaciones del español a la comunidad científica internacional
Diccionario de Términos Médicos, obra de la Real Academia Nacional de Medicina.
El español fue la primera lengua universal. Suárez y Vitoria crearon el Derecho Internacional en español y latín. Los grandes avances científicos para navegar a América se publicaron en castellano y se tradujeron a otras lenguas. En Medicina se tradujo al latín, italiano y danés la Historia de la composición del cuerpo humano, de Valverde.
La decadencia de España a inicios del XIX afectó al castellano. Otra anomalía es la Edad de Plata de la Cultura Española; etapa cumbre en Ciencias y Artes. En ella hay cuatro casos paradigmáticos: Kölliker y Retzius aprendieron español para leer a Cajal. En 1956, Juan Ramón recibirá el Nobel de Literatura viviendo en Puerto Rico. En 1959, Severo Ochoa emigrado a USA, recibe junto a Kornberg el Premio Nobel de Fisiología y Medicina.
Julián Marías, que vivió el exilio interior, su libro Historia de la filosofía tiene 50 ediciones en español, y ha sido traducida a las principales lenguas. Y fue el filósofo más leído en USA entre 1950 y 2001. Hoy estudiosos emplean palabras suyas como futuriza, o las nuevas acepciones de ilusión y visión responsable.
Me cito con el traductor de la Comisión Europea, Luis González; con el Dr. Fernando Navarro, referente en traducción y lenguaje médicos; y con Lucille Herrasti, profesora de español en la Universidad de Morelos. Les pregunto ¿qué aporta el español a la comunidad científica internacional?
Para Navarro “hay que distinguir entre qué ha aportado España y qué ha aportado el español. La ciencia y la medicina españolas aportaron mucho entre 1500 y 1700, luego han ido a remolque. En cuanto al español, el lenguaje médico y científico está formado por términos grecolatinos en un 90%. Un ejemplo es “quirófano”, tecnicismo acuñado en Madrid a finales del XIX, pero formado por la unión de dos raíces griegas en un pequeño despropósito etimológico”.
Hoy el lenguaje científico internacional recibe préstamos del español. La más sonada en 2018 ha sido el término escutoide. Según Navarro “escutoide ha revolucionado el saber en Matemáticas, Física y Ciencias Naturales. En muy pocas semanas llegó a todo el Planeta, lo usan cientos de miles de personas, y ha entrado en las páginas de Nature o en Wikipedia. Es un híbrido de latín (scutellum) y griego (-oide)”.
Europa y América se han nutrido de las Artes, del Comercio y de las Ciencias árabes y asiáticas, como recuerda González “por su situación geográfica y por su historia, España ha sido puente entre Oriente y Occidente. Los traductores de la Escuela de Traductores de Toledo incorporaron multitud de arabismos científicos y técnicos al castellano a partir de las traducciones: álgebra, algoritmo, cifra, proceden de traducciones al latín de Al Juarizmi. De la Alquimia y la Medicina, pasaron al castellano y a otras lenguas europeas palabras como álcali, antimonio, alcohol, jarabe…
La Astronomía aportó nombres de estrellas: Altair o Aldebarán. En Botánica y Zoología las más conocidas son tomate, chocolate o aguacate”.
Los hábitos lingüísticos de la comunidad científica mundial requieren análisis. La Medicina comete un doble error: “hay una invasión de anglicismos cuanto más contacto hay entre el español y el inglés, como sucede en Puerto Rico. Anglicismos ortográficos son: amfetamina -italiana- (por influencia de amphetamine, anfetamina), antialérgico (por influencia de antiallergic).
Más graves son los anglicismos sintácticos. Se abusa en los textos médicos de la voz pasiva perifrástica, que el español, a diferencia del inglés, tiende a evitar. Además, el sistema de adjetivación en inglés está ejerciendo una influencia negativa sobre nuestra lengua. El inglés permite yuxtaponer dos sustantivos para usar el primero como adjetivo. Pueden decir heart failure donde nosotros no diríamos nunca insuficiencia corazón”, advierte Navarro.
¿Qué pros y contras tiene esta práctica?
Produce desequilibrios en el potencial de crecimiento del español, como atestigua González “muchos especialistas consideran que el inglés ha de ser la única lengua usada en la comunicación científica. Eso aporta ventajas como la rapidez y la economía en la comunicación entre ellos. Ahora bien, no tiene por qué implicar la renuncia al uso del español en otros niveles decisivos como la divulgación y la comunicación de la ciencia a los no especialistas”.
Herrasti lo corrobora “los anglosajones dominan las políticas de publicación de la comunidad científica. Se considera que una revista científica es de calidad si cumple con parámetros establecidos de forma unilateral. Si le agregamos que el inglés es la lengua principal de edición, dejamos que el campo de la publicación se vea cerrado para muchos científicos con cosas interesantes que decir”.
En 1929 Ortega en La rebelión de las masas, ya denunció este fenómeno y el peligro que suponía el híper especialización. Además, Ortega creó nuevas acepciones a las palabras circunstancia y masa, que se universalizaron en las Ciencias Sociales y Humanidades y en cualquier persona.
¿Qué consecuencias tiene esta errónea creencia científica?
Una, “los investigadores actuales asocian la calidad de un texto y el idioma en que está escrito. En mayo de 1996, la revista Nature Medicine ofrecía una noticia impactante: la resonancia magnética nuclear había descubierto en Baltimore un nuevo músculo de la masticación, llamado “músculo esfenomandibular”. Sin embargo, estaba descrito desde hacía más de cien años”, desvela Navarro.
Dos, según este experto “hoy se limitan las búsquedas bibliográficas a los artículos de estudios clínicos en inglés, sin que exista motivo científico que lo justifique”.
¿Qué se puede hacer para remediar esta situación?
González plantea medidas firmes “el inglés no es una lengua más apropiada que otra para la comunicación científica internacional. El español podría serlo si los países hispanohablantes tuvieran el peso político, diplomático, científico y militar que tienen los países anglohablantes. Un idioma que no está presente en la ciencia y la técnica corre el riesgo de perder su estatuto de lengua de cultura”.
Frente a ese lastre, Navarro describe el esplendor actual de la traducción médica en español “la clase médica prestó una calurosa acogida al primer gran diccionario médico escrito en español. Tiene 52.000 entradas, más de 66.000 acepciones, 40.000 remisiones internas, equivalentes en inglés para todos los términos definidos, información etimológica e histórica para cerca de siete mil tecnicismos médicos, cerca de 35.000 sinónimos y más de 27.000 observaciones prácticas para resolver dudas.
Los países hispanos somos la primera potencia mundial en traducción médica. Mientras que los países de habla inglesa son los primeros productores mundiales de información médica original”.
Herrasti asiente “toda lengua tiene sus riquezas. Limitar a una comunidad de científicos a que encima de que dominen su campo de investigación, sean expertos en redacción y en plasmar sus avances en otra lengua, nos deja en desventajas a todos. Es posible que aportaciones relevantes no estén llegando por la limitante del discurso en inglés”.
¿Qué provocan estos actos?
Según Navarro “para los países en vías de desarrollo, esta actitud mimética tiene graves repercusiones. Mientras cinco millones de personas mueren al año de paludismo, son excesivos los estudios sobre los principales problemas sanitarios de USA, como el managed care o la obesidad”.
Esto que acontece en la Medicina también afecta a otras áreas. Necesitamos traducir a otras lenguas descubrimientos que se producen en cualquier campo. González señala dos evidencias “buena parte de las aportaciones españolas más recientes al léxico científico son epónimos, el cuerpo de Cajal, o la enfermedad de Lafora, de Rodríguez Lafora.
Además, hay algunos neologismos del tipo alperujo, mezcla de alpechín y orujo, que como creaciones léxicas originales en español se han incorporado al inglés como préstamo crudo, ante la dificultad de acuñar un calco en inglés”.
¿Qué se está haciendo para que el español sea una lengua vehicular?
Herrasti apunta “en ocasiones he visto dentro de USA cómo a pesar de que la persona, con nacionalidad estadounidense, habla español como lengua materna, no quiere hacerlo en ciertos contextos. Considero que el hecho de que los medios de comunicación recurran al español como lengua primaria le dará mayor terreno y generará cierta confianza entre los hablantes”. También Herrasti confía en aplicar con inteligencia los nuevos recursos tecnológicos“las plataformas electrónicas académicas en español están permitiendo divulgar publicaciones sin restricciones”.
Para que el español siga creciendo, según González “los traductores institucionales han de hacer traducciones accesibles con una terminología fiable y validada. Para ello el Departamento español de la DG de Traducción de la Comisión Europea y el Instituto Cervantes apoyan el proyecto Terminesp. Pero faltan apoyos políticos en las altas esferas de la Administración que permitan presentar esta plataforma pública de terminología del español”.
Por su parte Navarro da otro matiz “el 40% de los hispanos de segunda generación usan el inglés como primera lengua. El español posee características que lo diferencian de otras lenguas que arribaron a los EE.UU, no puede considerarse una lengua extranjera, puesto que lleva hablándose de forma continua allí desde hace más de cinco siglos.
En español están las grandes cabeceras de la prensa hispana como La Opinión de Los Ángeles o La Prensa de Nueva York. También navegamos en español desde la web del FBI hasta el buscador MedlinePlus, pero hay que mejorar sus traducciones.
¿Qué será del español en USA en el s. XXI? Dependerá de lo que hagan de él los propios hispanounidenses y sus entidades representativas. La Academia Norteamericana de la Lengua Española estudia y elabora las reglas normativas del español en USA, y preserva, difunde y promueve su uso”.
Manuel Carmona