Universitarios entrando y saliendo por la boca de metro de Ciudad Universitaria.
La cotidianidad con los estudiantes del Grado de Protocolo, Organización de Eventos y Comunicación Corporativa, y del Grado en Fundamentos de la Arquitectura, Diseño Integral y Gestión de la Imagen, me permite disfrutar de un observatorio claro de la realidad universitaria en nuestro tiempo. La mayoría son de España pero también los hay llegados de Alemania, China, Ucrania, Venezuela, Andorra, Colombia, República Dominicana. El debate y las clases me ofrecen como a cualquier docente la oportunidad de conocer a sus personas y sus circunstancias, y el mundo de nuestro tiempo. Cuando debato con ellos en nuestras clases sobre los sucesivos temas que abordamos, cada día se constata más la realidad filosófica y vital que demostró Ortega: yo soy yo y mis circunstancias, y si no las salvo a ellas, no me salvo yo.
Cualquier hombre o mujer nacido hacia el año 2000, que por tanto ha cumplido la mayoría de edad de 18 años, pertenece a la generación que hacia el año 2030 nos presentará su programa de vida personal e intergeneracional para la sociedad que compartimos. Sus miembros van desde los nacidos en 1993 hasta los que vieron la luz en 2007.
Como les explico, en la actualidad, convivimos las generaciones nacidas entre 1923 y 2011 (los mayores tienen 96 años, y los más pequeños 8 primaveras, sin contar con la siguiente generación cuyos miembros tienen entre los 0 y 7 años). Somos 6 generaciones. Y, por tanto, en la cuestión universitaria como en las restantes que nos afectan a la mayoría es necesario que haya un diálogo, un debate y una toma de decisiones inteligentes, sosegada y equilibrada. De que lo consigamos o no va a depender la calidad de la convivencia no solo del día de hoy sino del mañana. Por consiguiente, cada persona, cada generación, ha de asumir la responsabilidad de ser sincera, honrada y coherente tanto con sus planteamientos como con las decisiones que se tomen con las otras. Y éstas siempre suelen ser mejores si se logran por consenso. Luego viene el hecho decisivo: corroborar esos acuerdos con nuestras decisiones cotidianas, con los comportamientos de cada uno.
En cada clase, escucho y observo a los estudiantes, me detengo en cada una de sus personas, en sus gestos, en sus reflexiones. También desarrollo una mirada de cada grupo. Como es normal, hay matices en cada ser humano y en cada clase. Es obvio, que esas muchachas y esos muchachos también me miran en cada sesión académica. El grado de escucha depende de la actitud, del querer de cada uno. La calidad de nuestro feedback comunicativo varía en función de esa apertura hacia el otro y hacia los compañeros del aula. Las jornadas no son todas iguales, pero la predisposición inicial a mejorar el proceso de enseñanza y aprendizaje mutuo es sólida en un par de grupos y estudiantes, y va evolucionando en el otro. Ojalá con la capacidad de autocrítica y de superación, seamos capaces en futuras clases y al finalizar el curso, de ser mejores personas, de ser mejores estudiantes y profesor, de ser mejores profesionales.
El salto del Bachillerato o de la F.P. a la Universidad no es sencillo, pero merece la pena el esfuerzo por darlo y superarlo, sobre todo, cuando cualquiera lo ha elegido por iniciativa personal y está cursando aquellos estudios que eligió por vocación. Sus familias están haciendo un esfuerzo económico junto a los ciudadanos que cotizan a la Seguridad Social, a las empresas que pagan sus impuestos, y a las entidades que realizan labores de mecenazgo universitario. Por tanto, compartimos recursos de todo tipo y que forman parte de un proceso circular.
Todo ello nos exige a las personas, a las generaciones e instituciones públicas y privadas, implicadas, dar lo mejor de cada uno. Si cada uno lo logra, si la mayoría lo logramos, problemas como la endogamia, la mediocridad, el nepotismo, o las posiciones extremas, podrán ser superados. Y nos estaremos haciendo un regalo las generaciones que hoy convivimos, y estaremos legando un tesoro a cuidar y enriquecer a las futuras generaciones.
Manuel Carmona Rodríguez