Cuando Lara entró por aquella puerta, no sólo cambió su vida, sino también la de que aquellos que necesitaban a una mujer como ella para darle sentido al propósito de las suyas: investigar la recuperación de lesiones medulares.
Ella, una mujer independiente, activa, aficionada a los deportes de nieve y montaña, tenía encima aquella mañana un accidente de bicicleta, una fractura vertebral, una lesión medular completa y un diagnóstico en principio irreversible de paraplejia. Pero no llevaba desánimo ni resignación, sino la voluntad de hacer lo posible por impedir que la silla de ruedas se convirtiese en su compañera de por vida. Llevaba la valentía para intentarlo todo y para confiar en aquellos médicos cuando le dijeron algo que no esperaba: vamos a intentarlo con la Realidad Virtual. Hoy, Lara camina.
Su historia no es ni mucho menos un milagro, sino el resultado de la perseverancia, la rehabilitación y la investigación científico-tecnológica. Es, además, el caso insignia de la clínica FOREN, un centro «pequeñito y humilde, en Tres Cantos (Madrid)», como lo describe su creadora, Charo Ortin, «donde se trabaja muy duro para que gente que no puede caminar, que no puede mover una mano, que no puede hablar, lo vuelva a hacer». Cuando Lara entró por la puerta, la doctora Ortín y su equipo llevaban años investigando qué le pasa a las neuronas motoras cuando el tracto piramidal (el cable central del movimiento de nuestro cuerpo) es dañado por un tumor, una lesión, un ictus o una esclerosis múltiple.
Entendieron «cómo se comportan las neuronas del movimiento y qué factores son importantes para su máxima excitación». Ahí es cuando vieron que «la realidad virtual podría ser una solución, porque permite favorecer los mecanismos de esa plasticidad». Charo Ortín se acercó entonces al Espacio Fundación Telefónica, probó la realidad virtual que allí había y comprobó que toda estaba dedicada al entretenimiento: «Eran videojuegos, muy bien hechos, superinmersivos, pero videojuegos». No se conformó, preguntó, llamó a todas las puertas y acabó conformando un equipo que ha creado «el cacharrito» que ella necesitaba para su clínica: las gafas y la experiencia que permite al paciente verse haciendo el movimiento que teóricamente está haciendo.
La doctora relata con entusiasmo su periplo hasta ese momento, pero su ilusión cobra nueva luz cuando recuerda lo que pasó con Lara: «Por su lesión, ella ni movía ni sentía, pero precisamente por eso era una gran aliada: estaba convencida de que estaba pasando. Trabajamos duramente con ella, cuatro horas al día y, al tercer mes, el pie se movió». Los ojos de Ortín se humedecen todavía: «Yo tuve la suerte de estar ese día, junto a su padre. Fue indescriptible, algo increíble. Tan increíble que decidimos grabar las sesiones porque pensábamos que nos lo habíamos imaginado. Pensábamos que era cualquier cosa antes que decir: hemos encontrado lo que estábamos buscando». Pero lo habían encontrado, y el pie siguió moviéndose. Ahora toca demostrarlo.
Lo que ocurre en la clínica FOREN es una muestra fascinante de las fértiles perspectivas que la realidad virtual le abre a la medicina. El 16% de los proyectos de esta tecnología en el mundo están relacionados con el sector de la salud, según datos ofrecidos por Óscar Hormigos, responsable de The App Date, en la última Thinking Party de Telefónica dedicada al mundo VR. Posibilidades y negocio: las iniciativas en este campo suponen alrededor de 2.800 millones de euros de volumen, una cifra que no deja de crecer. Hay, sin embargo, criterios con los que cumplir para que todas esas perspectivas se plasmen en una mejora real de la calidad de vida de los pacientes que recurran a los tratamientos VR. El más importante es el de la evidencia científica. En ese sentido, reconoce Charo Ortín, «estamos en pañales».
El 16% de los proyectos de esta tecnología en el mundo están relacionados con el sector de la salud. Pero el gran problema sigue siendo la evidencia científica.
«Pruébelo» no es sólo la llamada con la que la realidad virtual nos invita a disfrutarla, sino el desafío que la ciencia lanza a todo aquel que cree haber encontrado algo. Virtualware responde a esa pregunta poniendo el foco en la aplicación práctica. Esta empresa española, que comenzó con un motor de realidad virtual para el ámbito inmobiliario y se desplazó al turismo cuando estalló la burbuja, ha recalado en el ámbito de la salud con varios proyectos para el diagnóstico y tratamiento de enfermedades psicológicas. Una lesión medular como la que sufre Lara no es lo único que puede paralizar la vida de una persona, también puede hacerlo una fobia o un trauma.
Uno de sus últimos diseños responde a la solicitud del King’s College de Londres, tal y como explica Jesús Garrido, uno de sus responsables: «Conocieron nuestro proyecto VirtualRet y nos dijeron que querían hacer algo parecido para fobias sociales: hablar en público y comportamiento en ámbitos sociales. De hecho, el proyecto sumerge al cliente en un pub irlandés y le pone frente a diferentes escenarios, para estudiar cómo son sus reacciones y que el médico trabaje con ellas». La validación científica del proyecto corre a cargo del equipo médico de la institución londinense
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