Ana María Preckler

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¿Cómo te definirías?

Nací en Santa Cruz de Tenerife en una familia con ocho hermanos. Cuando acabé el bachillerato me enviaron a Barcelona dos años donde estudié Peritaje Mercantil. Me casé a los veintiún años y tuve cuatro hijos tres mujeres y un varón que hoy son mi más preciado tesoro. Más adelante tuve once nietos seis niñas y cinco niños que se añadieron a ese tesoro que Dios quiso otorgarme.

Ya casada me instalé en Madrid con mi familia, y estudié Arte y Decoración y a continuación la Licenciatura de Geografía e Historia. En la década de los años 70 nos trasladamos a Kansas, Estados Unidos, durante un año y posteriormente a Stuttgart, Alemania, en la década de los 80, por motivos laborales de mi esposo. En 1987 murió mi marido después de graves problemas. Unos años antes tuve que ponerme a trabajar en CEPSA por motivos económicos y no vocacionales. Ya en el nuevo siglo me jubilé y comenzaron a casarse los hijos y a llegar los nietos con lo que ello conllevaba de alegría y plenitud hasta el momento actual.

¿Cómo se forjó tu vocación profesional?

Fue surgiendo poco a poco, los primeros años de mi matrimonio apenas tuve tiempo más que de criar a mis hijos y dedicarme a mi marido y a mi familia. Pero ya en mi interior tenía inquietudes de estudiar y formarme para trabajar fuera de mi hogar atendiendo también a la familia. Pero no estaba preparada intelectualmente todavía para ello hasta que me decidí a estudiar algo que me gustara y así hice la carrera de Arte y Decoración y cuando la acabé continué en la universidad Complutense la Licenciatura de Geografía e Historia. Estudiaba con afán pero sin saber muy bien qué iba a hacer con todo ello, aún no tenía muy definida mi vocación literaria ni mi trabajo pero tengo la satisfacción de decir que mis notas eran altas, la mayoría de las asignaturas con matrícula de honor. Perseguía el ideal de ser mejor, de la excelencia, sin menospreciar ni disminuir la categoría y el trabajo de las personas que me rodeaban. Era algo muy personal pero todavía incierto. Dentro de lo que podríamos llamar vocación quiero hacer mención a la pintura a la que me dedico desde hace años con ese impulso creador que me motiva aunque con menos importancia que la escritura.

¿ Cuando te surgió la idea de empezar a escribir?

Cuando acabé de estudiar en la universidad pensé que tenía que seguir trabajando y hacer algo en el campo de las letras, y la escritura me apasionaba, me hacía una gran ilusión llegar a hacer algo en este sentido. No obstante, no tenía ninguna experiencia en ese campo y me parecía inalcanzable poder escribir un libro. Como tenía unos apuntes muy buenos de la carrera, ya especializada en Historia del Arte, y contenían muchos cuadros esquemáticos con la síntesis de cada movimiento artístico de los siglos XIX y XX, pensé que solo tenía que darles cuerpo y contenido a aquellos cuadros esquemáticos y hacer un libro sobre el arte de los dos últimos siglos, siguiendo el esquema síntesis-análisis-síntesis. Lo más difícil ya lo tenía el esquema, el índice, solo había que escribir sobre ello y a mí el análisis por escrito siempre se me había dado bien. Al final de los libros haría los cuadros esquemáticos que ayudan a tener una visión sintética de los dos siglos.

Esto ocurrió ya en los años noventa y mi marido había muerto en 1987, mis hijos se habían ido casando hasta que definitivamente me quede sola en casa. Reinaba un vacío grande que era preciso llenar. Había llegado el momento de poner en práctica mis ideas y me lancé al vacío para escribir el libro de arte que había proyectado, la Historia del Arte Universal de los siglos XIX y XX. Aquello me llevó varios años y me supuso un esfuerzo inmenso. Parecía imposible terminar un libro así de complejo pero lo logré a principio del siglo XXI. También me costó editarlo pero lo conseguí con el apoyo del entonces rector de la Complutense Pujol Antolí, publicándolo luego en la Editorial Complutense, hoy está en el Servicio de Publicaciones de la Universidad Complutense. Esta ha sido mi gran obra literaria, la que me inició en la escritura y a disfrutar de ella, la que me enseñó cuál era mi auténtica vocación. Con sus dos tomos de 750 páginas cada uno aprendí en verdad a escribir. Después vinieron las novelas, las poesías, los ensayos, etc. La vocación de escritora ya estaba consolidada. Desde entonces hasta hoy he escrito y publicado diecisiete libros.

¿Qué impulso creativo piensas aporta tu libro?

Cada libro mío supone un impulso creativo. Cualquier persona con inquietudes puede hacerlo. Es verdad que muchas veces se necesita la ayuda exterior que yo tuve. Recuerdo como Julián Marías decía que para hacer algo importante no se necesita ser un genio sino voluntad y ponerse a ello, él me ayudó mucho con sus comentarios positivos sobre mis escritos, también tuve amigas que me animaron, Chelo Salafranca ya fallecida leía conmigo trozos de mi libro de Historia del Arte y me decía una y otra vez que lo terminara aunque fuese difícil. Otras amigas me impulsaron a escribir otros libros con sus comentarios positivos, como Leticia Escardó, María José Boente o Montse Biosca, y así fui escribiendo hasta llegar a la actualidad. En definitiva, si yo he podido crear cualquier persona lo puede hacer.

¿Crees que al cumplir años disminuyen los proyectos vitales?

En absoluto, el impulso creador queda asentado y necesitas seguir realizando los proyectos vitales pues si no lo  haces te falta algo. Es la vocación que una vez descubierta te anima a continuar aquello que has proyectado o que puedes proyectar. Yo tuve una vocación tardía y se fue creando poco a poco, como ya he explicado, pero una vez creada no la puedes dejar, es una necesidad. Unas veces es una vocación intelectual y otras artística o de cualquier otro tipo. Hay que hacer caso a esa necesidad de nuestra alma y sí hablo de alma como lo más hondo que tienen las personas. El alma o el yo de Julián Marías. Animo con esto a cualquier persona a seguir creando y crear los proyectos vitales que ella demanda o que van surgiendo en su camino. Las ayudas surgen milagrosamente sin apenas pedirlas.

Por eso mismo creo que al cumplir años no disminuyen los proyectos vitales, ellos nos hacen seguir hasta el final, a proyectarnos hacia el futuro, a darnos una solidez de vida y una esperanza alentadora que se va realizando en el día a día. Por tanto, tengo planes futuros que espero poder realizar, así seguir escribiendo, pintando, leyendo, etc. En esos planes como primer eslabón está mi familia a la que me dedico y quiero seguir dedicándome plenamente. Los hijos y los nietos son lo más precioso que Dios me ha dado, la auténtica creación de mi vida, y a pesar de que ya son mayores me doy cuenta de que me siguen necesitando mucho y yo ante esto simplemente me pongo a su servicio. Me gusta imaginarme esta familia con la imagen evangélica del buen pastor que cuida de sus ovejas.

¿Cómo se te ocurrió la idea de escribir un libro de recetas culinarias?

La confección de este libro ha sido como una anécdota dentro de mi carrera de escritora en la que prima la historia, el arte y la novela de ficción en cualquiera de sus formas. He dejado para el final esta pregunta por eso, realmente la cocina no es mi vocación aunque admiro la dedicación que algunas personas tienen por ella. Un día mi editor me preguntó que por qué no escribía un libro de cocina y le contesté que podía hacerlo sin demasiado esfuerzo. Yo tenía un bloc de recetas que comencé a escribir antes de casarme, entonces yo me sentaba en la cocina de mis padres y le preguntaba a la cocinera qué íbamos a comer ese día, me lo decía y yo lo escribía y luego me lo comía junto con mi familia. Así fui haciendo el libro con las recetas diarias que mi madre y la cocinera iban a hacer aquel día. Cuando me casé ese libro fue mi gran ayuda. De esta forma lo único que tuve que hacer, al encargármelo el editor, fue copiar las recetas en el ordenador, perfeccionar su estilo y hacer el índice por temas. Esto es un ejemplo de cómo se puede realizar algo impensado, creativo y que no entraba dentro de mis planes, de los que he hablado anteriormente. Fue un encargo y dijéramos que salió bien pues lo hice con gran interés, procurando simplificar las recetas para hacerlas fáciles y económicas. Y resultó que el libro gustó mucho. Una vez escrito el libro culinario seguiré con los estilos que siempre he hecho y que realmente mi vocación demanda.